lunes, 12 de julio de 2010

Socio-Postmodernidad

por Freddy Plaza

Mucho se ha discutido si realmente existe lo post-moderno , me refiero a una nueva época , una nueva sociedad , unos de los defensores es Edgar Morin, este epistemólogo considerado un bricoleor del saber ( es una especie de intelectual habilidoso que cons-truye algo con todo lo que tiene a su alcance ) , con su nuevo enfoque la epistemología de la complejidad nos dice que los fenómenos socio-psico-culturales se deben observar de manera compleja es decir , no desde la epistemología comteana ( monismo metodológico ) es decir a lo positivista , (a lo lineal , a lo mutilante, reduccionista , unidimensional ) de los hechos sociales , la realidad social , ya que esta realidad social , esta sistemáticamente integrada , en el orden –desorden - organización , cons-truyéndose y des-construyéndose dialógicamente , para superar este conocimiento aislado con que la ciencia clásica trataba los fenómenos , diciendo que todo estaba sometido a un orden perpetúo , con la efectividad de predecir de manera determinista , la verificabilidad en lo numérico , es por ello que se debe superar el sociologismo ( constituye una mirada filosófica y metodológica como única fuente de saber , visión determinista de lo social = 1.-)el positivismo de August Comte 2.-) el marxismo de Carlos Marx 3.- ) teoría del conocimiento de Karl Mannheim 3.- ) el estructuralismo de Émile Durkheim , y el psicologismo ( predominio del punto de vista psicológico , con una relación con el positivismo, escuelas = 1.- ) el conductismo Watson , Skinner , (pero aún estamos en un pensamiento pre-histórico , nos dice este pensador) .
Morin define a la complejidad , un fenómeno cuantitativo una cantidad extrema de interacciones e interferencias entre un número muy grande de unidades ( las neuronas y el cerebro epi-genético , yo y el mundo social , el determinismo biológico y el indeterminismo social , el hombre y la sociedad , la sociedad y las sociedades ) , este conocimiento lo tenemos de las transformaciones y lo indeterminado del desarrollo del universo ( acaecido hace 15 mil millones de años ), tomando como base el segundo principio de la termodinámica en lo entrópico (desorden ) y neguentrópico ( orden ) , en que el universo se integra y desintegra , todo esto se aplica en lo societal , el pensamiento , en las ciencias ( como decía el epistemólogo Paul Feyerabend , toda teoría es bio-degradable ), el pensamiento complejo tiene tres dimensiones= lo dialógico , lo recursivo y lo hologràmico , la primera dimensión = es lo complementario y lo antagónico en que dos lógicas están ligadas a la unidad produciendo organización y complejidad , es el orden desorden ej. El origen de las culturas , el origen de la vida , la segunda dimensión =rompe con lo causalidad lineal es auto-productiva y auto-organizacional ej. la evolución de las especies = filo-ontogenètico , la tercera dimensión =el todo esta inscripto en las partes ej. el hombre es a la ves biológico, cultural ,social.

Feyerabend en su libro el tratado contra el método , nos dice que se debe re-conocer otros saberes que no están incluido en la cientificidad , saberes que vienen de los mitos ( 1.-aportaciones de ideas primitivas hacia la medicina , sobre el conocimiento de las hierbas 2.- el intento copérnico de adaptar antiguas ideas de Filolao , en que decía que el sol era el centro del universo , tomados por todos , ilógicas , 3.- la clasificación detallada de animales y plantas que tienen ciertas tribus primitivas etc. ), es por eso su critica al positivismo ( el monismo metodológicos = en que no existe un único saber, ni un único método absoluto en explicar la realidad social , o leyes universales , conceptos monopólicos totalitarios ), dejando de lado lo hermenéutico , diciéndose a si mismo un anarquista metodológico , su propuesta epistemológica , una ciencia abierta al pluralismo metodológico ( multiplicidad de puntos de vistas para el desarrollo de las ciencias ), la mirada reflexiva de Feyerabend es irse contra la modernidad , y dar paso una visión post-moderna .Desde lo social ( diversidad de realidades ),en lo científico( leyes biodegradable).
Otro pensador Manuel Castells nos plantea el surgimiento de otra sociedad diferente , ( al siglo pasado ) , una sociedad global , con la tercera revolución tecnológica ( se origina al finalizar la segunda guerra mundial y producto de aquello ,en la actualidad se elaboran investigaciones = bio-tecnològicas ,micro-electrónicas , robóticas ) , la revolución tecnológica de la información y comunicación ( informática y telecomunicativa ) , ha re-construido el capitalismo que conocíamos ( en lo que era una producción en masas ) , a un nuevo capitalismo un modo de desarrollo informacional en que la innovación técnica y social se adaptan a las necesidades del mundo actual transformando lo económico en ampliación de los mercados ( la globalización ), en donde se genera , se procesa , y amplia la información basada en el conocimiento y que la comunicación fluye libremente , por el internet informatizándose a escala planetaria generando nuevas formas de socialización .
Un ejemplo sería del avance tecnológico en el mundo actual es sobre las patologías psiquiátricas o función cerebral normal , con neuro-imagen , y técnicas de imaginología (el TEP = tomografía por emisión de positrones ) , la magneto-encefalograma ( EEG ) , la imagen por resonancia magnética funcional (IRMf ) , todo esto a permitido un mejor conocimiento que no teníamos en las últimas dos décadas sobre las funciones de la mente y como operan sus bases cerebrales a través del estudio integrado de la nuero-ciencia social ( nueva disciplina que surge de la combinación de la psicología social , la sociología , las neurociencias cognitivas = su estudio los sistemas neuronales y los procesos biológicos en los eventos psico-sociales ).
El filósofo post-moderno Lyortar ( crítico de los sistemas totalitarios ) hiéndose sobre lo meta-relatos propio de los discursos en lo religioso ( el cristianismo ) , lo económico ( capitalismo ) , lo ideológico ( el marxismo ) , consideradas verdades absolutas que no conducía a la liberación ,debemos actuar en lo disciplinario , existen muchos escenarios para producir cambios , en la post- modernidad estos meta-relatos se des-truyen , la racionalidad no va , no hay conocimiento total . Lo plural y lo diverso en lo cultural es lo que defendía.
El cambio innegable que ha ocurrido en las ciencias (nos dice Morin, Feyerabend, Bunge y otros) en la manera en que debe ser tratadas las investigaciones, debido ha escenarios diferentes, desde lo psi-biológico, lo socio-político-económico, lo epistemológico , producto de evoluciones constantes , de forma recursivas ( la producción produce un producto que la produce y re-produce ) , genera en no tener un saber omnubilado en la sociología y integrar lo complejo ( lo inter- trans- multi-disciplinario ) , modelado por lo post-moderno en el devenir histórico .

miércoles, 24 de febrero de 2010

“POLITICA”


“POLITICA”


Por “ciencia política” se entiende hoy, como es sabido, la aproximación disciplinaria a los problemas de la política que tiene su origen en la “revolución conductista”, afirmada en Estados Unidos durante las dos décadas posteriores a la conclusión de la Segunda Guerra Mundial. Asimismo, se ha difundido ampliamente en Europa, sobre todo en Inglaterra, Alemania y los países escandinavos y a partir de los años sesenta, la “ciencia política” se ha establecido también en Italia, gracias a la actividad pionera de Giovanni Sartori y de su escuela.

En contraposición a esta noción específica de “ciencia política”, se emplea la expresión “filosofía política” para indicar aquella forma más tradicional de reflexión sobre el fenómeno político que se remite a los clásicos del pensamiento político occidental, de Aristóteles a Platón, Maquiavelo, Hobbes, Locke, Marx. A diferencia de la “ciencia política”, la filosofía política no se limita a estudiar el comportamiento “observable” de los actores sociales y el funcionamiento de los sistemas políticos (contemporáneos), sino que, además, analiza, en términos muy generales, los medios, los fines y el “sentido” de la experiencia política (e incluso, en un nivel ulterior de reflexión, los medios, los fines y el “sentido” de la propia indagación sobre la experiencia política).

ALGUNAS DEFINICIONES INVOLUCRADAS

CIENCIA.
(Del lat. scientĭa).
f. Conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales.

POLÍTICO, CA.
(Del lat. politĭcus, y este del gr. πολιτικός).
1. adj. Perteneciente o relativo a la doctrina política.
2. adj. Perteneciente o relativo a la actividad política.
5. adj. Dicho de una persona: Que interviene en las cosas del gobierno y negocios del Estado. U. t. c. s.
6. adj. Denota parentesco por afinidad. Padre político (suegro) Hermano político (cuñado) Hijo político (yerno) Hija política (nuera)
7. f. Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados.
8. f. Actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos.
9. f. Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo.
11. f. Arte o traza con que se conduce un asunto o se emplean los medios para alcanzar un fin determinado.
12. f. Orientaciones o directrices que rigen la actuación de una persona o entidad en un asunto o campo determinado.

LA POLITICA
Dos acepciones principales podemos encontrar de la política, algunos la consideran como "El arte de regir con eficacia los destinos de un pueblo".
En este caso se entiende por política el conjunto de reglas prácticas útiles para poder dirigir acertadamente el desenvolvimiento de una colectiva.

La otra aceptación es la que la enfoca como la ciencia que investiga los principios que debemos seguir de base para la dirección de un conglomerado humano.

De todas maneras cualquiera que sea su aceptación exacta nos indica ambas que la política se refiere a la dirección o conducción de los pueblos esta disciplina se dirige a aquel especial aspecto humano en que los hombres se relacionan entre sí. La política se dirige a las relaciones que se produce entre gobernantes y gobernados.

“Un rasgo esencial de las sociedades humanas – dice Duverger – talvez es que la influencia, la dominación, el poder, la autoridad están presentes en todas partes, a pesar de su camuflaje”. Para rematar a continuación: “Tomar conciencia de este carácter es, entonces el primer paso del politólogo”


Dentro de esta misma línea de razonamiento se inscriben Robert E. Dowse y John Hughes, cuando argumentan mucho más claramente que “la política hace referencia al ejercicio del poder en situaciones sociales”. “El poder – precisan mas tarde – existe en todas las sociedades, y si hacemos equivalentes política y poder entonces la política es también endémica a la vida social”.


En un intento por superar las serias dificultades que presenta esta perspectiva, algunos autores han optado por introducir una pequeña distancia semántica entre política y poder. Para estos “política” aludiría a la actividad por la que se logra el poder, mientras que “poder” aludiría a una capacidad o algo susceptible de ser adquirido por la actividad que designa la palabra política. Dentro de esta línea se mueve William A. Robson. Sostiene que “el foco de interés del politólogo es claro y nada ambiguo se centra en la lucha por ganar o retener el poder o influencia sobre otros, o por resistir tal ejercicio”.


Incluso ciertos filósofos contemporáneos, como el contradictorio Michel Foucault, por ejemplo, han asumido el poder como centro de análisis, haciendo de la política la práctica por la que se busca y se canaliza. En él se puede encontrar la idea, o por lo menos inferirse, de que si todo es político, lo es precisamente porque el poder está en toda parte. En “Microfica del Poder”, Foucaul ha llegado más lejos aun. Ha hecho depender la existencia de la sociedad misma del hecho del poder y esto a pesar de que declara, en una entrevista con Gilles Deleuze, que ignora lo que es el poder, situándolo de este modo como un fenómeno extrañamente misterioso.


Sin embargo Max Weber, mucho mas sensible a las cuestiones relativas al lenguaje – porque esto es una disputa de lenguaje, mas que de hecho como pretende Duverger – había dejado claro en su “Economía y Sociedad”, que política no designa una actividad que tenga por única finalidad la consecución del o mantenimiento del poder. “No es posible – sostiene – definir una asociación política – incluso el Estado – señalando los fines de la acción de la asociación… no ha existido ningún fin que ocasionalmente no haya sido perseguido por las asociaciones políticas”. Para luego concluir que “sólo se puede definir, por eso, el carácter político de una asociación por el medio…que sin serle exclusivo es ciertamente especifico y para su esencia indispensable: la coacción física”


Lo que traiciona a Weber es su creencia de que lo decisivo en la política siempre tiene que ser la coerción física. Creencia que surge de una época y una tradición en la que se pensaba que la única solución a cualquier conflicto era el recurso a la fuerza física. Nunca pensó en cambio que esta definición dejaba fuera numerosas acciones que a pesar de no basarse en la fuerza física ni estar dirigida ha hacerse de ella, se cuentan sin embargo como política. De modo que Weber si bien niega que la política tenga por finalidad únicamente la consecución del poder y en consecuencia evita la equiparación de estas nociones por esta vía, cae en la trampa de equiparar poder y política al definir a esta por el medio al que recurre: la coerción física.


Personalmente creo que para abordar adecuadamente los fenómenos políticos debemos aceptar el hecho crucial de que los términos política y poder, si bien están relacionados entre sí, no son equivalentes. Y la diferencia consiste en que mientras uno, remite al campo de las acciones, el otro nos lleva al campo de las capacidades y los medios presentes en esas acciones. Desde esta perspectiva la política, contrario a los politólogos del poder, quedaría descentrada del poder a lo que tiende en tanto acción o actividad, mientras que el poder se asentaría como uno de los medios de esta actividad. Lo que produciría un cambio en el foco de atención del politólogo. Éste, mas que estudiar el poder, estudiaría la política; y ésta habría que entenderla a la manera Kart Deutsch o David Easton, como la actividad por la que los individuos y los grupos se baten por la asignación de valores con carácter obligatorio dentro de un sistema social.


De este modo se producirían algunos beneficios. En primer lugar, la política se retrotraería a su trama real: el de las acciones, fenómenos mucho mas dimensionados que el puro poder; pues en tanto acciones, se encuentran implicadas en la red óntica conceptual de los motivos, las intenciones, los propósitos, los medios, las capacidades y las estrategias que marcan el comportamiento de los individuos y grupos. En segundo lugar nos ayudaría a salir de la falacia de que el poder lo explica todo. Pues si el poder fuese la razón de todo ¿cuál seria entonces la razón del poder?


De hecho esto último refiere lo impensado por los politólogos y filósofos del poder. La definición por la que se ha optado aquí, trata de sacar a flote lo que estos dejan en el fondo; pues se podrá pensar que la razón de las luchas por el poder, y en consecuencia lo que lo explica, se encuentran siempre fuera del poder. De hecho si la política es lucha, entonces debemos estar claro que se lucha o por un bien económico o por el mantenimiento o eliminación de una creencia o por la seguridad individual o grupal o la deferencia y el respeto, o la vivencia de placer que genera el ejercicio del poder o por todo esto y algo más a la vez. Pero nunca se lucha para buscar el poder por el poder únicamente. Y este carácter de la política es lo que hace que la misma involucre más variables que la del simple poder cuando se aborda analíticamente.


LA CIENCIA POLÍTICA

La ciencia política (conocida también como politología) es una ciencia social que desarrolla su campo de estudio tanto en la teoría como en la práctica política en sus diversas manifestaciones. Su objeto de estudio es la «realidad política», categoría analítica sobre la que el politólogo aplica todas las herramientas metodológicas hoy disponibles para describir, explicar y formular predicciones sobre los hechos y fenómenos políticos que la conforman. Encontramos formando parte de esta realidad polítca a: actores socializados (individuales o grupales); estructuras de mediación (partidos políticos y grupos de interés); normas formalizadas para la solución pacífica de los conflictos; normas no formalizadas pero aceptadas implícitamente; ideologías, doctrinas, valores, creencias y opiniones dominantes; instituciones (el Estado, la más importante); y desde luego el poder.

La Politología, trascendiendo la descripción y la mera opinión, se orienta al conocimiento riguroso, sistemático y objetivo (avalorativo) de los hechos y fenómenos que conforman la realidad política. El conocimiento producido, como en toda ciencia, es obtenido mediante la observación y el razonamiento, utilizando argumentos sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales.

En esta acepción el término «ciencia» (política) es adoptado en su significado tradicional como opuesto a la "opinión" donde "ocuparse científicamente de política" significa no abandonarse a la creencia del vulgo y no lanzar juicios de valor sobre la base de datos no atinados. En una palabra, remitirse a la prueba de los hechos; es decir, estudiar la repetición de fenómenos en el terreno de la política, a semejanza de lo que ocurre en las ciencias numéricas. Por tanto, el estudio de la política es lo observable. En general no está referido a lo que debería ser la política como tipo ideal o conducta deseada; esa área dentro de la teoría política es característica de la filosofía política.

Tampoco es el estudio de los elementos formales de la política como lo son las leyes, su formación y las intenciones de éstas, tarea de la jurisprudencia. La ciencia política tiene en cuenta el comportamiento político efectivo y observable de las personas y las sociedades, así como de sus estructuras y procesos. Sus niveles de teorización son el descriptivo, el explicativo y el predictivo. Podemos definir, entonces, a la Ciencia política como «la ciencia que estudia la realidad política tal cual es (y no como debería ser)».

HISTORIA DE LA CIENCIA POLÍTICA

Maquiavelo, uno de los padres de la ciencia política.

Durante la Revolución Industrial y las revoluciones liberales del siglo XIX, se creó la necesidad de efectuar una crítica social a fin de evaluar los cambios sociales y políticos que se sucedían, así como su impacto en la sociedad y los motivos que los habían producido. La preocupación por el cambio social, combinada con el desarrollo que las ciencias naturales estaban logrando gracias al desarrollo del método científico, impulsó la fusión de ambas, dando lugar a las ciencias sociales. Así surgiría la sociología, y más adelante la ciencia política, asociada al estudio de la jurisprudencia y de la filosofía política.

Así pues, la ciencia política es una disciplina relativamente reciente, cuyo nacimiento (al menos en lo que concierne a la ciencia política moderna) algunos sitúan en el siglo XVI con Nicolás Maquiavelo[1] (separación de la moral y de la política). Sin embargo, ya en la Antigüedad existen formas de organización política: la polis (donde nació la palabra 'política', y que significa ciudad) en la democracia griega, la Res Publica (cosa pública) que instauró la igualdad en cuanto a los derechos políticos en la Antigua Roma, a excepción de los esclavos. En el Pensamiento chino de Marcel Granet, el arte político databa de las «escuelas confucianas». La administración pública china es la más antigua, comenzando el «mandarinato» en esta época.

La anglofonía distingue entre political scientist (científico político o politólogo) y political analyst (analista político).

El término ciencia política fue acuñado en 1880 por Herbert Baxter Adams, profesor de historia de la Universidad Johns Hopkins. Aunque su verdadero desarrollo como disciplina científica es posterior a la Segunda Guerra Mundial, antes de dicho periodo se asociaba al estudio de la jurisprudencia y la filosofía política. Otros autores afirman que el término Ciencia Política es propuesto por Paul Janet, quien lo utiliza por primera vez en su obra Historia de la Ciencia Política y sus relaciones con la Moral escrita a mediados del siglo XIX.



LAS PRINCIPALES ÁREAS DE INVESTIGACIÓN Y ANÁLISIS DE LA CIENCIA POLÍTICA SON:

El poder político y las características de su obtención y su ejercicio
La autoridad y su legitimidad
El Estado
La administración pública
Las políticas públicas
La gestión pública
Las instituciones políticas
Los sistemas políticos y los regímenes políticos
Los partidos políticos y los sistemas electorales
El ordenamiento de la acción colectiva
El comportamiento político
La opinión pública y la comunicación política
Las relaciones internacionales
Las más importantes áreas de estudio dentro de la teoría política están orientadas hacia el análisis de las instituciones, las políticas públicas, la política comparada, el comportamiento político y la comunicación política.

Según la UNESCO, son objeto de estudio para la la Ciencia PoliticaI los siguientes temas:

I Teoría política
a) Teoría política
b) Historia de las ideas políticas

II. Instituciones políticas
a) Constitución
b) Gobierno central
c) Gobierno regional y local
d) Administración pública
e) Funciones económicas y sociales del gobierno
f) Instituciones políticas comparadas

III. Partidos, grupos y opinión pública
a) Partido político
b) Grupos y asociaciones
c) Participación del ciudadano en el Gobierno y la Administración
d) Opinión pública

IV. Relaciones internacionales
a) Política internacional
b) Organización y administración internacional

Entre los principales autores contemporáneos que contribuyeron al desarrollo y consolidación de la ciencia política como disciplina autónoma podemos citar entre los mas relevantes a Gabriel Almond, Norberto Bobbio, Robert A. Dahl, Maurice Duverger, David Easton, Harold D. Lasswell, Arendt Liphjart, Giovanni Sartori, Sydney Verba, Stein Rokkan, Dieter Nohlen y Gianfranco Pasquino entre otros.

ALGUNOS DE LOS PRINCIPALES ENFOQUES CONCEPTUALES EN LA CIENCIA POLÍTICA SON:

• Conductismo
• Neoinstitucionalismo
• Elección racional
• Teoría sistémica
• Marxismo
• Feminismo
• Post-estructuralismo

LOS PRINCIPALES PARADIGMAS TEÓRICOS EN DISCUSIÓN DENTRO DE LA CIENCIA POLÍTICA SON:

Pluralismo
Elitismo
Marxismo


MÉTODOS

Los métodos empleados por la ciencia política son principalmente los de las ciencias sociales. Las encuestas de campo pueden permitir refrendar y comprobar en la práctica las ideas lanzadas por los autores. Las encuestas son, en cierta forma, las "recetas de cocina" de la ciencia política.

Método cualitativo
El método cualitativo consiste en realizar entrevistas semi-orientativas con actores concernidos o afectados por el objeto de estudio. La ventaja de este método es que permite recoger un material rico en información (más completa que en los cuestionarios). El riesgo a evitar es la reproducción del discurso de los actores en lo que se diga posteriormente sobre el objeto en cuestión (por ejemplo, un estudio electoral que refleja los puntos de vista de uno u otro político de un determinado partido). El método cualitativo es empleado sobre todo por los investigadores europeos.

Método cuantitativo
Los métodos cuantitativos implican el uso del cuestionario (escrito, por teléfono) y de la estadística. Permiten recabar un gran número de datos y, por lo tanto, analizar los fenómenos bajo un punto de vista global. La gran cantidad de datos da una cierta representatividad a los resultados producidos. La constitución de una muestra representativa (con las mismas proporciones por categorías de personas que en la realidad) es, por lo tanto, necesaria. Los datos son tratados a continuación mediante herramientas estadísticas como SPSS o MODALISA. Los métodos cuantitativos requieren de una cierta potencia técnica de las herramientas estadísticas, y son también más costosos. Estas grandes encuestas requieren equipos y medios sólidos. Se emplean, principalmente, en Estados Unidos.

Método histórico
El método histórico no consiste ni en una colección de datos y una sucesión de acontecimientos ni en una historia cuantitativa, sino en retratar la "historia larga de la política",con el fin de poner en evidencia "las lógicas sociales de la obra en la vida política" a largo plazo.

LA EMERGENCIA DE LA POLITOLOGIA

La “ciencia política” emergió hace 50 años con un doble objetivo: aquél, explícito, de alcanzar un conocimiento cierto y objetivo de los hechos políticos, en tanto fundado, a diferencia del idealismo y del historicismo marxista, sobre un análisis empírico de los fenómenos sociales; y aquél, implícito pero altamente motivador, de probar la optimización de las instituciones democráticas (estadounidenses) como realización de la libertad, el pluralismo y la igualdad de oportunidades (Dahl, 1956). Paradójicamente, hoy es la ciencia política la que se encuentra en crisis: sea por la situación de general incertidumbre de los fundamentos del conocimiento científico y en particular del estatuto epistemológico de las “ciencias sociales”; sea por el contenido y rápido aumento de la complejidad de los fenómenos sociales que pretende explicar y prever empíricamente; sea, y de manera principal, por los crecientes “riesgos evolutivos” que amenazan a las instituciones democráticas dentro del área de las sociedades “complejas”, incluyendo Estados Unidos, donde el proceso democrático se va transformando en las formas alarmantes de la “democracia televisiva” (Luke, 1986-1987, pp. 59-79).

Todo ello vale además, para la versión de la “ciencia política” que Giovanni Sartori ha importado a Italia en los años sesenta. En la “ciencia política” de Sartori y de algunos de sus discípulos existe no sólo la ambición de presentarse como la única forma de conocimiento político controlable y confiable, sino también una no menos ambiciosa polémica política, que aspira a ser puramente científica, en las confrontaciones con toda concepción “holística”, comenzando por el socialismo. En mi opinión, ha llegado el momento de reconsiderar, también en Italia, los fundamentos y el “rendimiento” de la “ciencia política” y sobre todo de volver a poner a discusión la que es su auténtica camisa de fuerza: el dogma positivista de la separación entre “juicios de hecho” y “juicios de valor” y, en relación con ello, el principio de la “avaloratividad” ético-ideológica (Wertfreiheit) de las teorías científicas. Un dogma que remite, como ha señalado Norberto Bobbio, a una ideología específica: la “ideología de la política científica” y, por ello, de una racionalización eficientista y tecnocrática de las relaciones políticas y sociales destinada a ratificar en los hechos el “fin de las ideologías” (Bobbio, 1983, pp. 1025-1026).






DE LA “REVOLUCIÓN CONDUCTISTA” AL POSTEMPIRISMO

Con una periodización muy sumaria, que considera casi en forma exclusiva lo que ha sucedido en el ámbito de la cultura de lengua inglesa, se pueden distinguir las siguientes cuatro fases en el desarrollo de las relaciones entre las dos disciplinas (estas fases, sin embargo, se sobreponen parcialmente desde un punto de vista cronológico).

1. La exposición del programa conductista y su afirmación entre 1945 y 1965. Los autores más relevantes, sobre todo en el periodo inicial, son: Gabriel Almond (1966), David Easton (1962), Heinz Eulau (1963), Robert Dahl (1961), K.W. Deutsch (1966) y David B. Truman (1951).

2. El debate en torno al así llamado “declive de la teoría política” (the decline of political theory) en cuyo desarrollo se manifiesta la primera reacción, primordialmente defensiva, contra la ciencia política conductista. En este debate intervienen, hacia fines de los años cincuenta y principios de los sesenta, autores como P.H. Partridge (1961), I. Berlin (1962) y J.P. Plamenatz (1967). Un lugar de gran importancia, pero completamente distinto por su inspiración antimoderna y abiertamente conservadora, adquiere en este contexto la crítica “ontológica” de Leo Strauss (1959), expresada en el célebre ensayo “What is Political Philosophy?”. De igual modo, las páginas introductorias de Eric Voegelin (1952) a su The New Science of Politics pueden ser consideradas un ejemplo de este último tipo de literatura.

3. La crisis de la doctrina conductista, la atenuación del optimismo científico característico del periodo inicial, la emergencia de un creciente desacuerdo en el interior de la disciplina que desemboca, en primer lugar, en intentos de reforma metodológica inspirados en el “falsacionismo” popperiano, y posteriormente deriva en la crítica interna por parte de los exponentes de izquierda del Caucus for a New political Science (Falter, 1982, pp. 53-62; Euben, 1970, pp. 3-58), para finalmente tomar la forma de una verdadera y propia autocrítica por parte de algunos de los exponentes más autorizados de la ciencia política estadounidense, entre los que destacan Gabriel A. Almond (Almond y Genco, 1977) y Charles Lindblom (1979). Esta fase se expresa con particular intensidad durante la así llamada “década del desencanto” de 1965 a 1975, y se concluye idealmente con la publicación del volumen The Tragedy of Political Science, y de David Easton, “Political Science in the United States. Past and Present” (1985), dos escritos en los que el completo desarrollo de la disciplina es objeto de una autocrítica particularmente severa.

4. El renacimiento en los años setenta en adelante de la filosofía política en la cultura angloamericana gracias a autores como John Rawls, Robert Nozick, Ronald Dworkin y Bruce A. Ackerman. Este resurgimiento interrumpe bruscamente la tradición de la filosofía analítica anglosajona, misma que había declarado la muerte de la filosofía política, y se liga a los grandes temas valorativos, éticos y normativos de la filosofía política clásica. A esto se agrega la emergencia de una literatura epistemológica más madura, que se expresa a través de las obras de un condensado grupo de filósofos políticos comprometidos también con el campo de la filosofía de las ciencias sociales. Entre éstos destacan Alasdair McIntyre (1972, 1983), Alan Ryan (1972), Charles Taylor (1967, 1983), Sheldon S. Wolin (1969) y John Dunn (1985). La epistemología que conjunta a todos estos autores ahora ya se puede definir como “postempirista”: son autores profundamente influidos por el clima de la “rebelión contra el positivismo” de los años sesenta y en ocasiones se inspiran de manera directa en la epistemología de Thomas S. Kuhn. Por lo tanto, en su crítica a la ciencia política dominante, estos autores se mueven no por una reproposición de los fines tradicionales de la filosofía política europea, sino por una crítica general de la perspectiva empirista recibida. Pese a todo, a diferencia de la mayoría de los críticos de la primera fase, estos autores no niegan dogmáticamente la importancia de las contribuciones que la indagación sociológica de los sistemas y los actores políticos pueden ofrecer a la filosofía política.

En los incisos siguientes, más que tratar de ilustrar de manera analítica estas cuatro fases de la disputa entre los partidarios de la ciencia política y sus adversarios, buscaré condensar en pocos puntos esenciales las argumentaciones teóricas de unos y otros, introduciendo una sola y elemental distinción diacrónica: la distinción entre el programa conductista formulado en los inicios y los términos demasiado inciertos y moderados en los que la ciencia política se presenta a partir del final de los años ochenta. Análogamente,
por lo que respecta a los argumentos de los críticos de la “ciencia política”, distinguiré entre aquéllos propios de la primera reacción polémica dentro del debate sobre el “declive de la teoría política” y aquéllos, epistemológicamente más maduros, forjados por los partidos de la aproximación “postempirista”.


EL PROGRAMA ORIGINARIO DE LA CIENCIA POLÍTICA

Para ilustrar el programa originario de la ciencia política conductista consideraré los desplazamientos de la explícita formulación proporcionada por David Easton (1962) y tomaré en cuenta la sistematización que de ella ha propuesto Jüngen Falter (1982) en una excelente reconstrucción histórica del desarrollo completo de la disciplina. La adhesión a la “revolución conductista” implica, según el credo de los padres fundadores, al menos las siguientes cinco asunciones, a cada una de las cuales corresponde un objetivo que debe ser alcanzado para que los resultados de la investigación puedan ser considerados “científicos”.

1. Explicación y previsión con base en leyes generales. Ya sea el comportamiento político de los actores o el funcionamiento de los sistemas políticos, ambos presentan regularidades observables. La tarea fundamental del científico político es descubrir estas regularidades y expresarlas en forma de leyes generales, de carácter causal o estadístico, que permitan la explicación y previsión de los fenómenos políticos. Con esta finalidad, el científico político no deberá limitarse a la simple recolección de datos y a su generalización dentro de estrechos dominios espaciales y temporales, sino que se empeñará en organizar y seleccionar los datos empíricos a la luz de teorías de amplio rango, de manera no distinta a lo que sucede en las ciencias de la naturaleza, como la física y la biología.

2. Verificabilidad empírica y objetividad. La validez de las generalizaciones nomológicas de la ciencia política puede ser comprobada inicialmente a través de una verificación empírica que tenga como referencia los comportamientos observables de los actores políticos. Sólo adoptando este tipo de procedimientos, los científicos políticos podrán reivindicar a favor de sus enunciados y sus teorías el carácter del conocimiento cierto y objetivo de la realidad política, dotada de responsabilidad intersubjetiva, a la par de los conocimientos forjados por las ciencias de la naturaleza.

3. Cuantificación y medición. Es posible la adopción de procedimientos rigurosos en el registro de los datos, en la enunciación de los resultados y en la ejecución de los controles relativos a los comportamientos políticos. El científico político debe por ello empeñarse en usar las técnicas de cuantificación y medición exacta de los fenómenos que emplean las “ciencias exactas” y que no carecen de resultados también en las ciencias sociales, comenzando por la economía y la psicología.

4. Sistematicidad y acumulatividad. La investigación de los científicos políticos puede desenvolverse en formas análogas a las consolidadas dentro de la praxis de las comunidades científicas más maduras. Tal investigación deberá ser conducida “sistemáticamente”; es decir, deberá implicar una constante interacción entre un lenguaje teórico lógicamente estructurado y coherente y una investigación empírica guiada por un riguroso método inductivo. La acumulación progresiva de los datos empíricos consentirá un gradual desarrollo de las teorías y se llegará así a la formación de un núcleo de conocimientos compartidos dentro de la comunidad de los científicos políticos. De esta manera será posible dar vida a una verdadera y propia organización profesional de la investigación política, superando el subjetivismo de los “filósofos de la política” tradicionales y sus permanentes e interminables discordias.

5. Avaloratividad. La explicación y la previsión empírica de los fenómenos políticos puede considerarse rigurosamente distinta de las valoraciones y prescripciones de carácter ético o ideológico. Ésta es, por otra parte, una condición esencial del carácter científico e intersubjetivamente vinculador de las proposiciones de la ciencia política. El científico político tiene por ello el deber intelectual de abstenerse de todo tipo de valoración ética o ideológica a lo largo de sus indagaciones y, de ser el caso, debe señalar siempre de manera explícita cuáles son los valores a los que se adhiere cada vez que, despojándose de la vestimenta científica, considera oportuno expresar valoraciones de carácter moral o ideológico en vista de sus objetivos de investigación. Asimismo, debe abstenerse de recabar indicaciones prescriptivas a partir de sus investigaciones. Desde este punto de vista, la ciencia política se opone diametralmente a la filosofía política tradicional que nunca ha tematizado la distinción entre juicios de hecho y juicios de valor, y ha sido concebida primordialmente como una reflexión sabia y normativa más que como una forma de conocimiento objetivo.

Es evidente que este catálogo metodológico, en el que se concentra el núcleo del credo conductista, remite a una serie de oposiciones filosóficas y epistemológicas muy generales: aquellas que la perspectiva común empirista ha heredado del positivismo lógico vienés y combinado con algunas corrientes propias de la tradición norteamericana, como el operacionalismo, el pragmatismo y la psicología conductista de John Watson y B.F. Skinner. En el centro de estas opciones está la decisión de asumir la experiencia política dentro del ámbito de las ciencias empíricas; pues se considera superada toda diferencia de principio, al menos desde el punto de vista de su cogniscitividad y predicabilidad, entre los “comportamientos” de los objetos naturales y los comportamientos individuales y colectivos de los sujetos humanos.

LOS ARGUMENTOS DE LOS FILÓSOFOS DE LA POLÍTICA

Las primeras reacciones por parte de los cultores de la filosofía política tradicional asumen, como ya lo he señalado, la forma de un debate sobre el “declive de la teoría política”. El debate arranca del célebre ensayo de Isaiah Berlin, Does Political Theory Still Exist? (1962), en el cual la principal tesis “defensiva” consiste en la reivindicación de una insustituible dimensión filosófica de la reflexión política que ninguna “ciencia” de carácter lógico-deduc-tivo o empírico está en condiciones de cubrir, porque se refiere a problemas que no son ni de orden lógico ni empírico: son problemas que implican opciones filosófico-ideológicas muy generales y elecciones de valor continuas, comenzando por el problema del fundamento de la obligación política.

A esta tesis se añade la denuncia de la incapacidad de la ciencia política de construir una “teoría” que sea significativa desde el punto de vista de lo que en realidad acontece dentro de la esfera de la “política” y que sea relevante para quien está involucrado prácticamente en la vida política: una teoría que por lo mismo esté en grado, como pretende el programa conductista, de “sustituir” la filosofía política o le reserve a lo sumo una función metalingüística de análisis y clarificación del lenguaje politológico.

Los análisis de los hechos y de los comportamientos empíricos, que la ciencia política asume como ámbito exclusivo de su propia indagación, dejan de lado la discusión sobre los fines de la política y las razones que vuelven legítimo (o ilegítimo) el ejercicio del poder; temas que la tradición del pensamiento político occidental, de Aristóteles en adelante, ha colocado en el centro de su reflexión. Una “ciencia” que en honor a un ideal abstracto de rigor metodológico expulsa de su propio ámbito la discusión sobre los “valores” de la política, para ocuparse de manera exclusiva de los “hechos”, termina por no estar en condiciones de ubicar, y mucho menos de contribuir a resolver, los problemas de la política, pues éstos implican siempre una decisión sobre los fines, los límites y el sentido de la vida política. Sobre todo en momentos de crisis o de rápida transformación de los sistemas políticos o de turbulencia de las fuerzas e ideologías que los operan, el científico político “neutral” termina, en consecuencia, por constreñirse a la impotencia intelectual y al silencio. La ambiciosa tentativa de imitar el modelo de las ciencias naturales impone a la ciencia política muy elevados niveles de rigor en el procedimiento que son simplemente la causa de su obsesión metodológica y, de forma simultánea, de sus frustraciones debidas a la precariedad o escasa relevancia de los resultados alcanzados.

Bajo muchos perfiles son diversos los argumentos desarrollados por los críticos de la ciencia política que he llamado “postempiristas” y que se expresan en el cuadro de la crisis de la perspectiva común empirista angloamericana. Tales autores no dudan en referirse a la ciencia política como una “ciencia corrompida”, cuestionándole no sólo los resultados, sino también las mismas asunciones epistemológicas que la constituyen como “ciencia” en el contexto de las “ciencias sociales” contemporáneas y que, en el terreno epistemológico, la oponen directamente a la filosofía política. Independientemente del juicio que se quiera expresar sobre los resultados de la “ciencia política” —el cual podría ser también, de manera hipotética, ampliamente positivo—, lo que es insostenible es que la “ciencia política” alcance sus resultados en cuanto “ciencia”, es decir, en cuanto permanece fiel a sus premisas epistemológicas, y no, por el contrario, precisamente en la medida en la que opere en menoscabo de sus postulados o sobre la base de su aplicación puramente metafórica si no es que retórica. El paradigma de facto de la ciencia política no es el hiperracionalista pretendido por sus metodólogos, sino el que Lindblom ha llamado del “muddling through”, del salir del paso lo menos mal posible, según técnicas pragmáticas de solución de los problemas uno por uno y paso a paso, sin alguna estrategia cognitiva de carácter general (Hayward, 1986, pp. 3-20).

Si éste es el tema central de la nueva polémica contra la “ciencia política”, resultan demasiado articulados sus desarrollos argumentativos. Éstos se pueden compendiar muy esquemáticamente en los siguientes cinco puntos que en forma directa o indirecta se refieren, cuestionándolas, a las cinco asunciones originarias de la ciencia política conductista que habíamos examinado antes.

1. No es posible registrar regularidades de larga duración y de amplio rango ni en el comportamiento de los actores políticos ni en el funcionamiento de los sistemas políticos. Aún en la actualidad, la ciencia política no ha sido capaz de elaborar alguna ley general, de carácter causal o estadístico, que permita explicaciones y mucho menos previsiones de tipo nomológico-deductivo. No está en condiciones de explicar o de prever, no porque revele una situación provisional de inmadurez y escaso desarrollo técnico, sino por razones teóricas de fondo, que por lo demás son las mismas que vuelven altamente problemática la explicación nomológico-deductiva y la previsión de “eventos únicos” incluso en el ámbito de las ciencias físicas, químicas y biológicas (Zolo, 1989). Aún más, las ciencias sociales se encuentran en dificultades específicas que tienen que ver con el alto grado de impredictibilidad de los comportamientos individuales, la complejidad creciente de las relaciones sociales, el carácter no lineal pero reflexivo de los nexos funcionales y en particular de las relaciones de poder (Luhmann, 1975; Crespi, 1985, pp. 459-522). La epistemología postempirista niega por lo demás de manera general —incluso en el sector de las ciencias físicas— la existencia de leyes universales e invariables, sustraídas de la dimensión histórico-evolutiva.

2. La validez de las generalizaciones nomológicas de la ciencia política —no menos y probablemente en mayor medida que cualquier otra ciencia social o “natural”— no es susceptible de verificación o, como pretenden los popperianos, de falsación empírica, siempre que estas expresiones no se usen en un sentido puramente metafórico. En realidad, los “hechos” con base en los cuales las explicaciones y previsiones deberían ser rigurosamente verificadas (o “falseadas”) son ellas mismas el resultado de selecciones que responden a los imperativos metodológicos de una teoría dada o filosofía precedente. Las confirmaciones empíricas son relativas a las teorías presupuestas, están y caen con ellas, tal y como ha acontecido en la historia de la física con numerosas teorías ampliamente sustentadas por controles empíricos y que, sin embargo, han sido después abandonadas, comenzando por las teorías del flogisto y del éter. En otras palabras, no existe un “lenguaje observativo” que pueda ser rigurosamente distinto del lenguaje de las teorías, las cuales siempre están, de alguna manera, ligadas con filosofías generales, con verdaderas y propias Weltanschauungen histórica y sociológicamente condicionadas. No tiene sentido riguroso alguno, entonces, la idea de que el control de las teorías, en ciencia política como en cualquier otro sector de investigación, consista en la verificación de su “correspondencia” con los “hechos”.

Por otra parte, el así llamado “método comparativo”, a menudo reivindicado por los científicos políticos, comenzando por Giovanni Sartori (1985, p. 114) y por Stefano Bartolini (1986, pp. 68-83), como el método específico de indagación de la política, de ninguna manera puede ser entendido como un “método de control” y tampoco, más generalmente, como un método: es simplemente una operación de valoración y selección de los datos que toda técnica inductiva, incluso la más elemental, necesariamente comporta en la fase inicial de elaboración de una teoría (McIntyre, 1983, pp. 8-26; Bobbio, 1983, p. 1023).

3. Dentro de la sociología de los comportamientos políticos existen márgenes muy reducidos por la medición y la cuantificación, con la sola excepción, quizá, del análisis de los resultados electorales (que con un cierto abuso terminológico es designado como “observación de los comportamientos” electorales, mientas que en la realidad no tiene que ver con algún comportamiento social “observable”, sino sólo con aspectos cuantitativos de procedimientos sociales ritualizados). Aquello que en el fondo impide o vuelve irrelevante el uso de técnicas cuantitativas y de toda medición digna del nombre es la imposibilidad de atribuir significado político a los comportamientos sociales sin una consideración de las “motivaciones” de los actores: sus referencias simbólicas, sus ideologías, los fines declarados, latentes o disimulados de su “acción política” (Bobbio, 1983, p. 1025).

4. La ciencia política no ha podido “acumular” en el intento, un núcleo de teorías y de conocimientos compartidos en forma unánime, como patrimonio indiscutible de la disciplina. Precisamente la tentativa original, ingenuamente inductivista, de acumular datos cognoscitivos multiplicando las investigaciones empíricas sobre aspectos muy sectoriales (los mal afamados estudios de caso) o marginales de la vida política, ha dado lugar a las conocidas distorsiones “hiperfactualistas” en las que se ha manifestado el provincianismo disciplinario de la ciencia política estadounidense. Y este género de provincianismo ha sido objeto, amén de las célebres críticas de C. Wright Mills, de una difundida y severa autocrítica, expresada en particular por David Easton en algunas de las obras más importantes.

También ingenua parece la tentativa de unificar de manera conceptual el léxico teórico de la ciencia política, como desde hace años lo intenta Giovanni Sartori, que con este propósito ha fundado en la Universidad Pittsburgh un controvertido Commite on Conceptual and Terminological Analysis (COCTA). Por asunción expresa de los mismos fundadores de este Commite, la situación semántica de la ciencia política contemporánea recuerda aquélla de la “torre de Babel” (Sartori, 1975). Como quiera que sea, lo que parece escapar a estas tentativas es que no es posible eliminar el componente metafórico (necesariamente impreciso, subjetivo y convencional) del lenguaje teórico y en el que precisamente reside en buena medida la capacidad representativa e informativa así como la fecundidad heurística de los conceptos y las teorías.

5. El compromiso de la avaloratividad se revela en general impracticable en el ámbito de las ciencias sociales y en modo particular en el estudio del fenómeno político. Tan pronto se pasa de los niveles elementales de clasificación de los datos a la elaboración de teorías no banales, es decir, suficientemente complejas como para poder ser referidas y aplicadas en forma eficaz a la experiencia política, resulta inevitable que el investigador se oriente, consciente o inconscientemente, según ciertas elecciones de valor, de naturaleza filosófica, ética o ideológica (Taylor, 1967). En particular, la indagación de las relaciones de poder no parece estar en condiciones de apartarse de la influencia que las relaciones de poder existentes ejercen reflexivamente sobre los presupuestos sociales, económicos y cognitivos de la investigación misma. En general, no parece fácil individualizar y borrar el componente valorativo de las teorías cuando las premisas de valor son disimuladas o inconscientes o cuando influyen la percepción misma de los fenómenos, así como la selección y ubicación de los problemas: en todos estos casos no existe algún criterio seguro que permita aplicar al lenguaje teórico el filtro terapéutico de la weberiana Wertfreiheit.

Es claro que a la luz de estas posiciones no existe una “ciencia política” que, por una parte, pueda ser significativamente distinta de la sociología de la política y, por la otra, de la filosofía política tradicional. Se trata de una simple cuestión de grados y predilecciones temáticas (Zolo, 1985). Como quiera que sea, una teoría política “postempirista” debería incluir dentro de su ámbito ya sea la investigación analítica sobre el presente, o la reconstrucción histórica del pensamiento político, o la distinción sobre los fines y los valores de la política, o, finalmente, la meta-reflexión epistemológica sobre los procedimientos y los métodos de la investigación política.

LA “TRAGEDIA” DE LA CIENCIA POLÍTICA

Con el término un poco enfático de “tragedia” me refiero, junto con David M. Ricci, a la situación de agudo desconcierto en el cual se encuentra la ciencia política estadounidense después de que varios de sus exponentes, entre ellos algunos de los más autorizados como Gabriel A. Almond y David Easton, han sometido a una crítica muy severa tanto el programa originario del conductismo político como los desarrollos sucesivos de la disciplina. La “ciencia política” estadounidense, observa Ricci, parece incapaz de producir un efectivo “conocimiento político” (political knowledge) precisamente a causa de su empeño por alcanzar un conocimiento cierto y absolutamente preciso —“científico”, para ser exactos— de la vida política. Simultáneamente, el compromiso con un (inalcanzable) conocimiento “científico” de la política desvía al científico político de los temas políticos cruciales de la sociedad en la que vive, como la crisis de las instituciones democráticas, pues estos temas no pueden ser enfrentados en forma seria por quien hace de la neutralidad política su propio hábito profesional. La ciencia política corre entonces el riesgo de autonegarse “trágicamente” en cuanto ciencia “políticamente indiferente”. Esta situación de desconcierto, como veremos, se refleja también en la ciencia política italiana, no obstante que en Italia ningún estudioso se ha empeñado seriamente en un revisión de las premisas epistemológicas y los resultados cognoscitivos de la disciplina, a excepción de Domenico Fisichella (1985).

Almond y Easton reconocen no sólo lo inoportuno, sino además la imposibilidad teórica misma de tener fe en los empeños del programa conductista. Gabriel Almond refuta la idea de que la ciencia política deba proseguir sobre el camino de la imitación de las ciencias naturales, que llama “un flirt con metáforas equivocadas”; niega que el modelo nomológico-deductivo, con su implícita asunción determinista y causalista, sea de alguna utilidad para la explicación y la previsión de los fenómenos políticos-sociales; minimiza la utilidad de las axiomatizaciones lógico-matemáticas puesto que a su rigor formal corresponde una desarmante sencillez que las vuelve inadecuadas frente a la complejidad de los fenómenos políticos; aconseja el uso de teorías heurísticas “débiles” que no pretendan legitimarse con base en su poder explicativo-predictivo, sino que se limiten a “interpretar” y “comprender” la política como “un proceso de adaptación y logro de fines” en contextos decisionales sujetos a vínculos (Almond y Genco, 1977).

David Easton es aún más radical. En un cuidadoso examen retrospectivo del desarrollo de la ciencia política en Estados Unidos, Easton no vacila en relacionar el éxito de la disciplina (que afirmaba la neutralidad ideológica del científico político) con el mito del fin de las ideologías, mito que en realidad ocultaba, a su juicio, el incontrastado dominio de la ideología democrático-conservadora. De igual forma, Easton no duda en sostener que la ciencia política estadounidense ha tomado ventaja por el clima de persecución contra los liberales y los disidentes instaurado por el macartismo durante el primer lustro de los años cincuenta en tanto que, legitimando sobre el terreno teórico el desinterés por los problemas sociales y por la crítica política, ofrecía a los politólogos una zona franca donde sustraerse de los peligros del choque político e ideológico.

Según Easton, la falta de éxito de la ciencia política conductista se debe a su subestimación de las transformaciones reales en la sociedad estadunidense, a su incapacidad de previsión social, a su escasa atención a la dimensión histórica, a su confianza en una dogmática concepción del “método científico” deducida del neopositivismo, a su ingenua creencia en la neutralidad valorativa de la ciencia.

Después de la crisis del conductismo, la ciencia política estadounidense, sostiene Easton, carece de un punto de vista y de un fin común, está privada de tensión cognitiva e imaginación: en una palabra, está en una fase muy delicada de crisis respecto de su propia identidad disciplinaria. Y para salir de la crisis, Easton, al igual que Almond, propone abandonar las asunciones originarias del conductismo debido a sus conexiones con una idea de ciencia —la positivista— que se ha revelado insostenible. Desde el punto de vista de los niveles epistemológicos, la investigación política debe considerarse satisfactoria si logra recuperar las razones plausibles, aunque no “rigurosas”, del comportamiento político, junto con una capacidad de “comprensión” de los fenómenos que se refiera atentamente a los datos empíricos, pero que no pretenda fundarse sobre ellos en los términos cruciales de la verificación o falsación (Easton, 1985, p. 118).


LA “CIENCIA POLÍTICA” ENTRE SARTORI Y PASQUINO

¿Cómo reaccionan los politólogos italianos a esta situación de crisis de su disciplina en la tierra de sus orígenes? Giovanni Sartori sostiene que la ciencia política italiana siempre ha estado inmune de los defectos y excesos de la ciencia política estadounidense, que nunca ha sido propiamente ni conductista ni positivista, por lo que se encontraría hoy en una situación de ventaja respecto a Estados Unidos, sobre todo en lo que se refiere a la política comparada. No obstante esto, Sartori repropone la idea de que la ciencia política, en oposición a la filosofía política que a su juicio no produce un saber “controlable”, debe respetar “los cánones metodológicos del conocer empírico”. Y Sartori los identifica, una vez más, sine glossa, con el rigor lógico de las definiciones, la condición observable de los fenómenos, la verificabilidad empírica de las teorías, la acumulación de los conocimientos (Sartori, 1985, p. 118).

Como quiera que sea, la opinión de Giovanni Sartori parece representar una excepción, por cuanto autorizada. Intervenciones de Luigi Graciano (1984), Domenico Fisichella (1985), Alberto Marradi (1987), Stefano Bartolini (1986) y sobre todo, Gianfranco Pasquino (1986) muestran, respecto de Sartori, una muy alta sensibilidad frente a la situación de crisis de los “fundamentos” de su disciplina, y una dosis muy inferior de optimismo en relación con los resultados cognoscitivos alcanzados. Esta sensibilidad es a veces indirecta o parcialmente inconsciente, y se manifiesta a lo sumo en tentativas de compromiso epistemológico, en formulaciones inciertas y perplejas, o en la decisión de dejar en la sombra las cuestiones más candentes, como es el caso típico de la contribución metodológica de Stefano Bartolini en el Manuale di scienza della politica.

.Se trata en realidad de una recopilación de ensayos dedicados a temas específicos, en ocasiones excelentes pero escasamente homogéneos entre sí, salvo por su implícita y “obvia” adhesión ideológica al marco de los valores democráticos occidentales. Su corte es primordialmente histórico-político y filosófico-político, las valoraciones son constantemente intercaladas con los análisis y las informaciones, aunque está ausente una explícita tematización crítica o reformadora. Casi nada, sin embargo, que recuerde y mucho menos convoque, a aplicar los cánones clásicos del conductismo, si se excluye el uso semánticamente retórico de términos como “cientificidad”, “observación”, “medición”, “control empírico”.


ADIÓS A LA CIENCIA POLÍTICA - CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
Para César Cansino, siguiendo a Sartori, la ciencia política terminó por sucumbir a las tentaciones prescriptivas de la filosofía política de las cuales trató obsesivamente de mantenerse al margen. Prueba de ello está en los estudios politológicos más recientes sobre la democracia.

En un ensayo reciente titulado “Where is Political Science Going?”, [1] el politólogo más famoso del mundo, Giovanni Sartori, estableció de manera tajante que la disciplina que él contribuyó a crear y desarrollar, la ciencia política, perdió el rumbo, hoy camina con pies de barro, y al abrazar con rigor los métodos cuantitativos y lógico-deductivos para demostrar hipótesis cada vez más irrelevantes para entender lo político, terminó alejándose del pensamiento y la reflexión, hasta hacer de esta ciencia un elefante blanco gigantesco, repleto de datos, pero sin ideas, ni sustancia, atrapada en saberes inútiles para aproximarse a la complejidad del mundo.

El planteamiento es doblemente impactante si recordamos que Sartori es el politólogo que más ha contribuido con sus obras a perfilar las características dominantes de la ciencia política en el mundo —es decir, una ciencia empírica, comparativa, altamente especializada y formalizada—. Por ello, nadie con más autoridad moral e intelectual que Sartori podía hacer este balance autocrítico y de apreciable honestidad sobre la disciplina que él mismo contribuyó a fundar.

No obstante, las afirmaciones del “viejo sabio”, como él mismo se calificó en el artículo referido, quizá para legitimar sus planteamientos, generaron un auténtico revuelo entre los cultivadores de la disciplina en todas partes. Así, por ejemplo, en una réplica a cargo del politólogo Joseph M. Colomer publicada en la misma revista donde Sartori expone su argumento, aquél se atreve a decir que la ciencia política, al ser cada vez más rigurosa y científica, nunca había estado mejor que ahora, y de un plumazo, en el colmo de la insensatez, descalifica a los “clásicos” como Maquiavelo o Montesquieu por ser altamente especulativos, oscuros y ambiguos, es decir, precientíficos. Otros politólogos, por su parte, se limitaron a señalar que Sartori estaba envejeciendo y que ya no era el Sartori que en su momento revolucionó la manera de aproximarse al estudio de la política.

Tal parece, a juzgar por este debate, que los politólogos defensores del dato duro y los métodos cuantitativos, de los modelos y esquemas supuestamente más científicos de la disciplina, denostadores a ultranza de todo aquello que no soporte la prueba de la empiria y que no pueda ser formalizado o matematizado, prefieren seguir alimentando una ilusión sobre los méritos de la ciencia política antes que iniciar una reflexión seria y autocrítica de la misma, prefieren mantener su estatus en el mundo académico antes que reconocer las debilidades de los saberes producidos con esos criterios, prefieren descalificar visceralmente a Sartori antes que confrontarse con él en un debate de altura. El hecho es que, a pesar de lo que estos científicos puros quisieran, la ciencia política actual sí está en crisis. El diagnóstico de Sartori es en ese sentido impecable. La ciencia política hoy, la que estos politólogos practican y defienden como la única disciplina capaz de producir saberes rigurosos y acumulativos sobre lo político, no tiene rumbo y camina con pies de barro. Esa ciencia política le ha dado la espalda a la vida, es decir a la experiencia política. De ella sólo pueden salir datos inútiles e irrelevantes. La tesis de Sartori merece pues una mejor suerte. En el presente ensayo trataré de ofrecer más elementos para completarla, previa descripción de lo que la ciencia política es y no es en la actualidad. Mi convicción personal es que el pensamiento político, la sabiduría política, hay que buscarla en otra parte. ¡Adiós a la ciencia política!

CIENCIA POLÍTÍCA VS. CIENCIAS POLÍTICAS
Seguramente, en varias oportunidades nos hemos topado con estas dos maneras, en singular y plural, de denotar a la ciencia que estudia lo político.
El nombre en plural (Ciencias Políticas), obedeció en un tiempo a la falta de precisión del objeto de estudio de esta ciencia (El Poder), el cual había venido siendo analizado desde diversas aproximaciones metodológicas y conceptuales a través de la sociología, economía, antropología, historia y el derecho, lo que conllevó a pensar que existían varias "ciencias políticas".
Con el paso de los años, que permitieron una definición más precisa del objeto de estudio de esta ciencia y una mayor madurez conceptual y metodológica, así como de sus categorías analíticas, se ha preferido el nombre más claro y preciso de Ciencia Política, como una ciencia social autónoma y con métodos de análisis que le son propios.

Sin embargo, no podemos obviar el aporte que otras ciencias han realizado a l a conformación de la Ciencia Política, las cuales han extendido sus alcances hasta el estudio de lo político. Así tenemos la existencia de una sociología política, economía política, historia política, antropología política y sicología política, entre otras.
Cabe destacar que es, por una parte, una de las ciencias más antiguas, precediendo incluso al surgimiento de otras ciencias sociales y a su vez erigiéndose como una de las ciencias más nuevas. Todo ello, en virtud de que los precursores de la ciencia política se remontan al siglo IV A.C, en las personas de los filósofos Platón y Aristóteles y sin embargo, su estatus como ciencia social fue reconocido como tal, principalmente, en la segunda mitad del presente siglo XX.

PARA QUÉ SIRVE UN POLITÓLOGO
Cuando escuchamos la palabra "Politólogo", nos salta a nuestro pensamiento la pregunta ¿…y para qué sirve un politólogo?; es un político, dicen algunos, es un investigador, una persona que escribe discursos y conoce de oratoria, dicen otros.
La verdad es que el politólogo conoce de esto y de otras cosas más, que le permiten, al igual que otras cientistas sociales, orientar caminos de acción.
Así, el politólogo es un profesional que se encarga de estudiar el ejercicio del poder en un colectivo humano, con el fin de intervenir en situaciones donde existan presentes por lo menos, los intereses de dos actores sociales que interactúan.
El politólogo está en capacidad de buscar respuestas a un conjunto de interrogantes que giran en torno al ejercicio del poder:
• ¿ Cuáles son las causas de la guerra y la paz entre los pueblos ?
• ¿ Qué les permite a unos dominar y a otros ser dominados ?
• ¿ Cómo establecer la justicia o injusticia ?
• ¿ Cómo resolver conflictos y negociar intereses ?
• ¿ Cómo establecer mecanismos e instrumentos de decisión y participación ?
• ¿ Cómo influir en la opinión pública ?
• ¿ Cómo lograr el consenso o discenso ?
• ¿ Cuáles son las causas del orden o el desorden ?
• ¿ Cómo se promueven los cambios o revoluciones ?
• ¿ Qué sucederá en el panorama político nacional o internacional ?
• ¿ Cómo jerarquizar las pautas que constituyan los objetivos nacionales ?
Debido a la capacidad del politólogo de buscar respuestas a estas interrogantes entre muchas otras, el politólogo puede desempeñarse en organizaciones o empresas del sector público o privado de la sociedad.
• EL POLITÓLOGO EN EL SECTOR PÚBLICO
• En el sector público, el politólogo tiene un amplio campo de trabajo en áreas como:
• Definición de políticas públicas
• Análisis del comportamiento político de los actores sociales
• Investigación y manejo de la opinión pública
• Desarrollo regional y nacional
• Descentralización de la administración pública y del poder político
• Participación de la sociedad civil en la gestión pública
• Organización de la sociedad civil
• Seguridad y defensa regional y/o nacional
• Publicidad institucional y campañas de opinión
• Pronóstico de escenarios sociopolíticos
• Organización interna de instituciones públicas
• Diseño de estrategias organizacionales
• Evaluación de efectos e impactos de políticas públicas
• Funcionamiento de cuerpos legislativos
• Relaciones entre Estado y sociedad civil
• Relaciones internacionales
• Resolución de conflictos entre regiones y naciones
• Identificación y negociación ante organismos internacionales de financiamiento
• Relaciones entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial
EL POLITÓLOGO EN EL SECTOR PRIVADO
Debido a la relativamente nueva Ciencia Política y más aún a la novedad que representa en nuestra región profesionales egresados en Ciencia Política, no se conoce aún, en sus justas dimensiones, la utilidad y aplicación del politólogo en el sector privado.

Por ello, a continuación se enuncian algunas de las áreas y tareas que el profesional de la politología aborda en el sector privado, ya sea en empresas u organizaciones lucrativas o sin fines de lucro.
• Desarrollo organizacional
• Relaciones entre empresa y sindicatos
• Mecanismos de participación de empleados
• Cambios organizacionales
• Estructuración organizativa
• Relaciones entre empresa, gobierno, partidos políticos, comunidades y demás instituciones
• Pronóstico de escenarios políticos que contribuyan a la toma de decisiones gerenciales
• Diseño de estrategias de opinión pública y comunicación corporativa
• Relaciones entre empresa y medios de comunicación social
• Pronóstico de escenarios políticos internacionales
• Diseño de mecanismos para la toma de decisiones
• Conformación de equipos de trabajo
• Análisis de políticas, acuerdos e instituciones internacionales para la comercialización de bienes y servicios
• Desarrollo y comprensión del liderazgo

lunes, 22 de febrero de 2010

¿CUÁNDO SE SALVÓ CHILE?



Dr. José Piñera



Cuando Chile celebre su bicentenario como nación independiente el año 2010, es muy posible que ya sea un país desarrollado. Algún historiador, economista o político se preguntará: ¿Cuándo se salvo Chile? (Una pregunta quizás menos dramática pero, sin duda, tan importante como la del personaje Mario Vargas Llosa que se interroga al comenzar su novela Conversación en la catedral: “¿Cuándo se jodió Perú?”). La respuesta será que Chile se salvó durante la tormentosa década de los 70. En esos años convirtió su mayor crisis del siglo XX en la oportunidad de realizar una verdadera revolución por la libertad.



Incluso es posible que 1973 sea visto, con la perspectiva de la historia, como el comienzo del final de una época –a nivel mundial- caracterizada por el avance del comunismo y de las fórmulas económicas estatistas.



En Chile ese año el comunismo sufrió su primera derrota en la Guerra Fría y así se demostró que existía en el mundo occidental la voluntad de tener lo que, hasta entonces, parecía el avance incontenible del socialismo marxista.



También en Chile –modelo de las estrategias de crecimiento basadas en la sustitución de importaciones y en el intervencionismo estatal- se inicia en el 1973 una liberalización radical de la economía y de la sociedad.



Se abrió la economía a la competencia internacional; se privatizaron la mayoría de las empresas estatales; se eliminaron los monopolios empresariales y sindicales; se flexibilizó el mercado del trabajo; se creo un sistema privado de pensiones y de salud; se abrieron sectores enteros como el trasporte , la energía, las telecomunicaciones y la minería a la competencia y a la iniciativa privada; se formuló un enfoque tecnificado para combatir la pobreza, a través de subsidios focalizados en los más pobres ; en fin, se realizó una amplia tarea de desregulación y perfeccionamiento de los mercados así como de apertura de áreas a la inversión privada.



Una vez que maduraron estas reformas y restablecidos los equilibrios y restablecidos los equilibrios macroeconómicos tras la crisis que sufrió toda América Latina entre 1982 y 1984, el país comenzó a crecer a tasas anuales promedio de 7%, doblando así su PGB en el período 1986-1995. Subieron fuertemente las remuneraciones, cayó el desempleo y se redujo la pobreza. Todo en el marco de una economía cuyos parámetros básicos son incluso mejores que aquellos de los países desarrollados (superávit fiscal, deuda pública baja, abultadas reservas internacionales, moneda cada vez mas fuerte).



La contribución histórica de la revolución liberal será haber hecho posible, entonces, que Chile se convierta en un país desarrollado en la primera década del siglo XXI.



También este proyecto fue la causa mas importante de que Chile pudiera volver a un régimen democrático, el cual aunque todavía imperfecto, esta libre de los antagonismos brutales que causaron su autodestrucción en 1973. Al abrirse amplios espacios para una efectividad económica y social, se genero el completo indispensable de la libertad política y se evitó que la naciente democracia cayera en una nueva crisis.



Ha surgido, sin embargo, la pregunta inevitable: ¿Es razonable pedirle a gobiernos democráticos que avancen en las reformas estructurales pendientes, por ejemplo en la salud y la educación, o que resuelvan en forma integral los desafíos que crea el desarrollo exitoso, como la congestión y la contaminación?



Nuestra inequívoca respuesta es sí. Porque la esencia de la revolución liberal chilena no fue el uso de la fuerza, sino el poder de una idea –la libertad integral- promovida por un equipo comprometido con ella y dispuesto por la lucha por cambiar a un país.



EL MITO DE LA FUERZA

Las grandes crisis generan grandes oportunidades. El gobierno del Presidente Salvador Allende (1970-73) no sólo provoco un caos económico sino que también violó reiteradamente la Constitución. Así lo afirmaron en históricos pronunciamientos tanto la Corte Suprema como la Cámara de Diputados (ver La Cámara acusa” Economía y Sociedad N° 44, diciembre 1985).



La intervención de las Fuerzas Armadas chilenas no fue, entonces, el clásico golpe latinoamericano en que un caudillo militar se toma el poder político, sino una acción institucional para evitar una dictadura comunista en Chile.



Más aún, es muy posible que al evitar una segunda Cuba en América Latina, los militares chilenos cambiaron el curso de la historia en este continente (¿Habrían resistido los países andinos la influencia y el intervencionismo de un Chile comunista actuando en conjunto con Fidel Castro, todo agravado por el terrorismo anclado en esos países, el narcotráfico y los demagogos populistas que gobernaron en los setenta y ochenta?).



El gobierno que surgió de esa acción le propuso al país el 11 de agosto de 1980 –la fecha clave en que se decidió la transición- una Constitución democrática, donde se establecía un plazo impostergable (marzo de 1990) para el fin de los estados de excepción popular, y un mecanismo ad hoc de plebiscito/elecciones para la decisión presidencial. El gobierno cumplió su promesa, acató la Constitución y los resultados electorales, transfirió el poder a la sociedad civil y ratificó así su legitimidad histórica.



La acción condenable de ese gobierno fue haber tolerado que en el combate al terrorismo, y especialmente en los primeros años, no se respetaran las garantías individuales de todos los chilenos. Es verdad que la acción violenta de los grupos de ultraizquierda es el antecedente fundamental de los posteriores excesos y que el combate al terrorismo en todo el mundo se da en las fronteras entre lo legal y lo ilegal. Aun así, las autoridades debieron haber extremado control sobre los servicios de seguridad y haber investigado y castigado de manera ejemplar los delitos que miembros de ellos pudieren haber cometido.



Las consideraciones anteriores son importantes pues ayudan a comprender que nada tiene que ver con la revolución liberal con el uso de la fuerza. Por otra parte, ninguna de las reformas liberales requirió el empleo de la fuerza para ser implementada. Fue tan poderosa la dinámica de la libertad individual de elegir que tenían impresa cada una de las reformas estructurales que no había lugar para acciones colectivas de signo violento.



LA IMPORTANCIA DEL EQUIPO

Si no fue la fuerza el factor clave del modelo chileno, ¿Qué fue lo determinante sin lo cual un gobierno democrático, militar, teocrático o de cualquier otra naturaleza no puede hacer una revolución liberal?



El factor clave del éxito del modelo chileno de economía de libre mercado y transacción a la democracia fue un equipo de profesionales, principalmente economistas, independientes del establishment nacional, convencidos de que la libertad funciona y dispuestos a entrar a la vida publica para darle un golpe de timón al país.



En los primeros meses, el gobierno surgido de la intervención militar del 1973, carente de un proyecto económico propio, recurrió al consejo de las más variadas personas, cuyo único lazo común era haber sido opositores al gobierno marxista. Se escuchó a empresarios, ingenieros destacados, abogados de prestigio, ex ministros de distintos gobiernos y a economistas.



De esta inusual contienda de competencia, el Presidente Pinochet –y aquí está su gran merito en este campo -eligió al equipo de economistas liberales formado, mayoritariamente, en la Escuela de Economía de la Universidad Católica de Chile y con postgrados en las mejores universidades norteamericanas, convencidos de la importancia de los mercados libres y competitivos en la asignación de recursos, de los equilibrios macroeconómicos para generar estabilidad, y de la virtudes de una sociedad libre. Fue precisamente esta convicción lo que le otorgó este equipo la fuerza moral para hacer las reformas requeridas enfrentando muchas veces intereses de empresarios y sindicatos monopólicos.



La verdad es que todos estos avances se hicieron contra viento y marea, con enorme oposición dentro y fuera del gobierno. Aquí se demostró una de las virtudes de todo equipo: la cohesión de sus miembros ante las críticas, las presiones y altibajos propios de todo proceso de cambios estructurales.



Hacía mucho tiempo que Chile venía siendo sentido y pensado en términos de parcialidades. Lo percibieron y lo concibieron así los partidos políticos, los sindicatos, los gremios empresariales, los colegios profesionales, en fin, cada uno de los grupos organizados de presión.



En el régimen del Presidente Pinochet esta degradación de la acción política fue desterrada. Colaboraron en ello dos grupos profesionales de formación muy diferente, militares y economistas, unidos sin embargo, por un interés: el engrandecimiento de Chile. Los primeros veían este desafío con la óptica de una estrategia planificada centralmente, propia de su formación orientada a actuar en circunstancia extremas de carácter bélico. Los economistas, en cambio, centraban su acción en ampliar las libertades y la igualdad de oportunidades, ideas propias de una sociedad libre en tiempos de paz. No obstante la dramática diferencia entre ambos puntos de vista, se generó una colaboración fecunda y de trascendencia histórica.



En realidad, cada decisión y cada reforma tuvo que ir siempre acompañada de una ardua labor de convencimiento al interior del gobierno y de batalla comunicacional hacia al exterior. Los economistas se transformaron en conferencistas, editorialistas, columnistas, miembros de programas de debates en radios, e incluso comentaristas en los noticieros de televisión. Lo destacable es que, sin que existiera un plan maestro de comunicaciones, el mensaje siempre tuvo la coherencia que genera credibilidad.



Fue la influencia decisiva de este equipo liberal la que hizo la diferencia entre lo que pudo haber sido un gobierno militar latinoamericano más, como tantos que entraron sin pena ni gloria a la historia, y un régimen cívico-militar que, paradójicamente, utilizó su control transitorio y excepcional del poder político para producir la mayor desconcentración de poder económico y social jamás ocurrida en Chile.



La correcta interpretación de lo que sucedió en Chile es importante no sólo en términos históricos si no también por sus enseñanzas para el futuro. Si la revolución liberal fue posible fundamentalmente por el poder de una idea llevada a cabo por un equipo, entonces esos cambios revolucionarios se pueden realizar a cabo tanto en un sistema democrático como en un autoritario.



No hay nada, entonces, inherente en un sistema democrático que impida realizar una revolución liberal. Lo que se requiere son equipos liberales coherentes y decididos y líderes políticos que respalden a esos equipos en los buenos y en los malos tiempos.



Es esperanzador –y sintomático- que estas dos condiciones se están dando, en algún grado, en nuestros tres países vecinos, creando un futuro económico brillante para el Cono Sur de América.



El modelo liberal chileno ha generado una oportunidad histórica. El desafío de la próxima década para Chile y para América Latina será aprovechar esta oportunidad y salir de una vez por todas del subdesarrollo, la pobreza y la ignorancia.



* Publicado en Economía y Sociedad N°79; 1° de julio, 1996.

El mito del pueblo trabajador.




Por Gabriel Boragina ©



¿Quién no ha oído más de una vez ensalzarse los argentinos a sí mismos diciéndose y diciéndole a quien quisiera oírlos que el suyo es un "pueblo trabajador"? No sé el lector, pero yo al menos lo he escuchado muchísimas veces. Y debo confesar que hasta que no comencé a desempeñarme como consultor laboral de varias empresas, comercios y particulares, incluyendo mi propio Estudio, hasta yo llegué a creer en ese mito tan popular ayer y hoy. ¿Qué sucedió para que dejara de creer en la supuesta laboriosidad "innata" del argentino medio y pasara a sostener que la misma no es más que uno de los tantos mitos absurdos que sostienen los argentinos? Y es que desde los mismos comienzos de mi experiencia como consultor laboral y selector de personal, referida anteriormente, empecé a observar un fenómeno que, al principio, me llamó poderosamente la atención, pero que con su repetición pasó a ser algo a lo que me acostumbré a ver.

Para encuadrar el tema, hay que decir preliminarmente que el desempleo (económicamente hablando) reconoce varias causas que no es este el lugar ni el momento para que sean desarrolladas, pero que haciendo un esfuerzo por sintetizarla digamos que pueden reducirse a dos tipos: 1º lo que podemos llamar desempleo involuntario y 2º otro voluntario. El involuntario se dice en economía cuando el aspirante a trabajador quiere trabajar, está dispuesto a hacerlo al salario ofrecido por su potencial empleador, pero -sin embargo- no encuentra trabajo. El segundo tipo (voluntario) se dice cuando pudiendo conseguir trabajo al salario que desea ganar, no obstante decide no hacerlo, es decir, no emplearse. En Argentina, como en muchos otros países, existen por supuesto, ambos tipos de desempleo, pero el dato curioso (al menos para mí al principio) es que el desempleo voluntario muchas veces iguala o supera en cantidad al involuntario. Como consultor laboral me ha tocado trabajar para distintos grupos de empresas, comercios y particulares, los que ofrecían diferentes condiciones laborales de contratación, no obstante, he notado repetitivamente que aun ofreciendo muy buenos puestos de trabajo y muy bien remunerados los candidatos eran reticentes a aceptarlos, o directamente, los rechazaban. Y no estoy hablando de personas que ya tuvieran un empleo previo en el cual se estaban desempeñando al momento de la búsqueda, sino que me estoy refiriendo a personas que, al momento de presentarse en la búsqueda, se encontraban sin empleo. Es decir, que la alternativa que tenían no era la de pasar de una ocupación a otra, sino la de obtener un empleo desde la posición de desocupado.

Siguiendo a Ludwig von Mises, que dice que toda acción por ser acción es racional, la conclusión que he sacado, tras una considerable experiencia en este rubro y analizando otros factores concomitantes como las crisis recurrentes que vive la Argentina, su tendencia a caer en altos índices de pobreza, recesión, inflación, etc. es que el argentino, en particular, valora el ocio muchísimo más alto que el salario más elevado que el mercado pueda ofrecerle al momento de la decisión. Y me consta personalmente, por haber sido yo mismo el que he ofrecido salarios por encima de cualquier cifra que pudiera considerarse y calificarse como excelente.

Otro fenómeno observado repetitivamente en el mundo laboral argentino es la inestabilidad del empleado en un puesto fijo de trabajo. Atención que no estoy hablando de la inestabilidad del empleo que es cosa diferente. Sino que me refiero a la de la persona del empleado. A diferencia de otras culturas, el argentino medio no ve la estabilidad laboral en su lugar de trabajo como un medio para desarrollarse y crecer laboralmente dentro de la organización, como lugar donde proyectarse y hacer carrera, sino que ve a su empleador meramente como un simple escalón sin importancia, en una interminable escalera sin fin de empleos consecutivos. Es decir, se toma un empleo para probar suerte en el mismo, ganarse unos pesos durante un tiempo y luego de allí migrar a otro, o -preferentemente- hacia la inactividad completa, o sea, el desempleo, lo cual para la mayor parte de los argentinos, no es, en sí mismo, un problema, siempre y cuando se le pueda echar la culpa de la situación al "sistema".

Lo verdaderamente curioso del fenómeno, es que este hábito de saltar de un empleo a otro, en un lapso relativamente breve entre una empresa y la siguiente, tampoco tiene una motivación económica en sí misma, ya que en países como Argentina, el nivel de los salarios, en los distintos tipos de actividad, suele ser bastante parejo, habida cuenta la baja o escasa competitividad laboral existente. Si, por otra parte, se tiene en mira la escasa o nula proclividad que tienen muchos empleadores -lógicamente- a tomar personal que en sus antecedentes laborales demuestran un alto grado de rotación de un lugar de trabajo a otro, cosa que, por supuesto, también es sabida por quien aspira a ocupar un puesto de trabajo, se comprenderá con mayor facilidad que esta tesis de la aguda propensión del argentino medio al ocio tiene bastante fundamento.

No hay otra forma de explicar que muchos argentinos prefieran quedarse sin trabajo a pasar a otro empleo que, con mayor esfuerzo, les asegure un superior ingreso al que tenían en el anterior. Esta inestabilidad del empleado en su puesto de trabajo la he observado -incluso- en puestos muy bien remunerados, con lo que se confirma la regla que tiende a ser una constante.

A lo dicho hay que añadir que, los últimos gobiernos que el país ha padecido y padece, alientan la cultura del ocio, a la que ya es afecta de por si la masa media argentina, mediante subsidios estatales de todo tipo, tamaño y color. No es extraño que ante la opción de elegir un subsidio del estado sin esfuerzo ninguno y aceptar un puesto de trabajo en cualquier parte, el ciudadano medio se volcará decididamente por cobrar el subsidio, lo que a su vez, anima y alimenta el clientelismo político.

Y hay que agregar otro factor más que confirma el alto valor del ocio para el argentino, y que se revela al observar detenidamente la conducta del empleado dentro de su puesto de trabajo. Como promedio, puede decirse que el empleado se comporta laboriosamente durante los tres primeros meses de trabajo, digamos entre los 3 y 6 primeros meses de trabajo, lapso a partir del cual su rendimiento laboral se va paulatinamente relajando, no obstante lo cual, pretenderá, desde luego, conservar su empleo en la medida que su baja productividad no afecte su salario en el mismo sentido. De esta suerte, la brecha entre su productividad laboral y el salario que percibe se va ensanchando paulatinamente en su propio beneficio y en perjuicio de su empleador y también de sus compañeros más activos, que son los que normalmente deben cargar con el trabajo que el empleado ocioso deja de cumplir. Este último, es un comportamiento típico en la burocracia y claramente observable en todas las oficinas públicas, lo que ya es algo lamentablemente típico entre los argentinos, no obstante ello, también lo he observado, si bien en menor medida en empresas y comercios privados.

El cuadro resultante de todo lo dicho es: una minoría genuinamente trabajadora frente a una enorme mayoría proclive al ocio que, en definitiva, como consecuencia, querida o no, se termina convirtiendo en una clase parasitaria.

Atención que esto que digo no pretende liberar de responsabilidad al elenco gobernante, que sigue siendo el principal causante de la desocupación en cualquier país que se trate. Y desde luego, nuestra generalización tiene en cuenta -y mucho- las cuantiosas excepciones que existen para tal regla. Pero en este caso, como en muchos otros, la excepción confirma la regla. En realidad, los gobiernos forman parte de la clase parasitaria a la que hemos aludido antes.

Como comencé diciendo, las presentes reflexiones son aplicables al pueblo argentino, no en su totalidad, pero si en su mayoría, sin excluir, pese a todo, los posibles casos que existan en otras latitudes. Y hago esta aclaración porque me consta personalmente que existe si, una cultura positiva del trabajo en otras naciones y lugares.

Con semejante "cultura" negativa del trabajo no es extraño que un país se encuentre en crisis recurrentes, tal como le sucede a la Argentina.

jueves, 4 de febrero de 2010

Contestándole a Granados

Febrero 2010
por:

EDUARDO ROLDOS AROSEMENA

1. ¿Cómo es posible que un mundo como el nuestro que ha alcanzado un nivel de prosperidad sin precedentes, se le niegue las libertades más fundamentales a un gran número de seres humanos?
¿Cuáles son los derechos básicas del ser humano?, según los pensadores liberales clásicos son los derechos a la Vida, a la libertad y a la propiedad.
Desde los iusnaturalistas hasta los positivistas, consideraron que estos tres derechos básicos debían ser garantizados, los unos por considerar que eran derechos esenciales del ser humano y los otros por considerarlas garantías básicas para la convivencia humana.
El problema de la libertad sin embargo se plantea diferente desde el punto de vista liberal empirista ingles y desde el liberal racionalista francés.
Mientras los ingleses consideraban al estado como un ente que debería servir solo para garantizar seguridad a los individuos, los franceses consideraron al estado como indispensable para garantizar al ciudadano el bienestar material básico, esto es un estado paternalista que vigile y controle los excesos de la marginación económica a los más débiles de la sociedad.
Las dos posiciones en sus formas radicales, el anarco-capitalismo y el cooperativismo son utópicas, sin embargo, hay que analizar lo siguiente:
El sistema democrático que adopto lo que se conoció como “Estado liberal”, no está diseñado para funcionar en un estado muy grande, controlador, paternalista, centralista de tipo social demócrata, por lo siguiente:
La democracia, el gobierno del pueblo, implica que sea el pueblo el que gobierne, no una elite, al nombrar representantes para que nos gobierne estamos nombrando una elite de gobernantes y mientras más fuerte es el estado, mas poder tiene esta elite. Esto es lógico desde la misma teoría de la soberanía de Rosseau que explica que la soberanía es intransferible, esto es si el soberano es el pueblo, esta soberanía no se transfiere, el ciudadano no gobierna delegando, gobierna solo cuando es consultado, por lo tanto terminado el proceso de elecciones, termina el ejercicio de su soberanía y en un sistema donde el la sociedad civil es poderosa esta se autodetermina en mayor grado, pero en un estado repleto de leyes, burocracia, impuestos, restricciones, economía controlada, etc, la sociedad no se autodetermina, es determinada por sus gobernantes, el gobierno controla al pueblo y al querer redistribuir las riquezas distorsiona la naturaleza de la economía y la empobrece, por eso los gobierno socialistas han tenido una evolución pauperizante y los más liberales han tenido mayor producción de riquezas.

Ante esta situación la respuesta de los gobiernos centralizadores es restringir los derechos más básicos y vemos como violan la vida de su pueblo, ejecutando a sus enemigos políticos, violan la libertad, encarcelando a quienes protestan o no permitiéndoles salir o entrar de los países o no los dejan transitar libremente y violan la propiedad, conquistando los bienes que según los gobiernos “no cumplen función social”.


2. ¿Cual es la relación entre la producción de riqueza y la capacidad de vivir según nuestros deseos?

La productividad y el bienestar están ligados, siendo uno producto del otro causalmente.
Tanto es así que la productividad científica ha producido una baja en las tasas mundiales de mortalidad general, mortalidad infantil, mortalidad por todo tipo de enfermedades y un aumento en el promedio de vida en el ser humano y en el índice de nacidos vivos.
Así vemos que la productividad no solo está ligada al bienestar, sino a la conservación de la vida humana misma, porque la productividad económica está ligada a la productividad científica y de salud.
Eduard Punset, científico español quien trabajo muchos años para la Comunidad Europea de Naciones y la ONU, publico un estudio que indica que los países que poseen mayor índice de ingreso per cápita, poseen menos casos de individuos con trastornos depresivos, enfermedades graves y muertes.
Una sociedad que no es productiva no produce un sistema económico autosustentable, esto hace que no haya presupuesto en La población ni en las empresas para salud preventiva, actividad cultural y recreación
Por tanto la naturaleza de la prosperidad está íntimamente ligada a la naturaleza del bienestar.

3. ¿Por qué razones nuestras democracias padecen de crónica debilidad institucional, que impiden el logro de una real participación en la toma de decisiones de la sociedad civil y ciudadanía del estado?

Podemos ver una diferencia en el tipo de democracia que tienen los países del primer mundo y el que vivimos los países en vías de desarrollo.
Ni en el primer mundo ni el tercero se vive en una real democracia participativa sino en democracias representativas, lo que según la explicación de Rosseau no es democracia en realidad por cuanto la soberanía es intransferible.

Sin embargo vemos una mayor fortaleza institucional en los gobiernos del primer mundo y esto parecería paradójico ya que gobiernos menos centralizados tienen instituciones más fuertes y gobiernos mas centralizados como los latinoamericanos poseen instituciones totalmente devaluadas y acusadas como corruptas y obsoletas, pero la situación es en realidad totalmente lógica y responde al modelo de gobierno y de política económica que estos gobiernos mantienen.
Un gobierno centralista, paternalista, grande, concentrador y autoritario, acumula poder, al acumular poder, somete a los poderes auto organizados de la sociedad civil, las instituciones del estado sostenidas por ese poder central dejan de ser sujetas de ser revisadas, objetadas, influenciadas o reclamadas por la sociedad, sus gestiones dejan de ser transparentadas, su información deja de ser pública y deja de servir a la sociedad para servir al poder de turno, así instituciones como las de justicia, militar o policía y la burocracia en general deja de cumplir sus fines y se dedica a auto protegerse y a proteger a su amo, quien detenta el poder.

4. La práctica política y el arte del buen gobierno en los tres años del poder del Eco. Rafael Correa. Análisis crítico respecto a la acción política, sus tendencias y expresiones ideológicas.

Desde el comienzo del gobierno de PAIS hemos presenciado una práctica Maquiavélica de concentración del poder a un ritmo vertiginoso.
Primero vimos en la campaña una excelente estrategia de resucitar el nacionalismo incorporando elementos de otros antiguos políticos (“jamás los traicionare” de Febres cordero, “Hasta la victoria siempre” de Che Guevara y usado por Jaime Roldos, “Los 5 ejes de Yamil” y los bailes y cantos de Bucaram), pero contemporizando el discurso y mejorándolo gracias a sus conocimientos de teoría económica, a sus dotes histriónicos y a un excelente asesoramiento.
Luego a un día de su posesión se declara “socialista del siglo 21” para justificar su futura línea en la economía política.
Ya en el gobierno inaugura una eterna campaña de comunicación (alienación),con la cual se dedica a cambiar la realidad social construida del pueblo para justificar sus más diversas acciones que por lo general lo que buscan es mantenerlo en el poder a toda costa y que en muchos casos violan derechos humanos y dejan escándalos de corrupción sin resolver:

1. Pativideos, Un complot internacional entre el Ministro de Economía de la época,Patiño, que representaba al gobierno nación al, el ex ministro de Economía Rodas y el bróker internacional Abadi. Este complot logró asustar a los tenedores de los bonos de la deuda externa para que el valor de los seguros de la deuda suban y se obtenga una ganancia económica millonaria cuando el estado pague puntualmente los créditos. El complot, tuvo éxito y los complotados quedaron en la impunidad, la defensa del ministro Patiño no dejó claro nada y el presidente lo saco del ministerio de economía y lo posesiono como ministro del litoral, si era inocente el ministro entonces ¿por qué lo sacaron de su puesto? Y si era culpable ¿por qué no se le hizo un juicio político?

2. Atentado contra los derechos humanos de los moradores de Dayuma y encarcelación de Guadalupe Yori, prefecta amazónica quien fue privada por un año de su libertad. ¿Quién le responde por tan larga violación de su libertad?


3. Atentado contra los derechos humanos y enjuiciamiento represivo, a los Estudiantes de la Universidad Católica. Decenas de estudiantes fueron golpeados cuando protestaban pacíficamente y 5 estudiantes que fueron reconocidos “al ojo”, fueron acusados calumniosamente por la fiscalía de un falso delito e un proceso que duró un año. ¿Quién responde por la violación del honor de estos estudiantes y por las agresiones que sufrieron los estudiantes agredidos físicamente?


4. Corrupción en el ministerio del deporte, después de la investigación el ex ministro del deporte (el dueño del circo) está hoy libre gracias a que el poder ejecutivo controla las cortes de justicia.

5. Corrupcion en Pacifictel, después de ingresa a Walter Guerra para acabar con la corrupción en pacifictel, le exigue la renuncia ¿Por qué exigir la renuncia a quien ha cumplido la promesa del gobierno de luchar por la corrupción, dejándolo lleno de enemigos de las mafias que controlaron Pacifictel?

6. Corrupcion en la Superintendencia de Bancos, donde el superintendente le exigia diezmos a los empleados.

7. Caso de los “techos voladores”, casas hechas por el ministerio de vivienda de pésima calidad con techos que se volaban o se podian romper con la mano, evidente sobreprecios, nadie respondió por aquello.

8. Negocios del estado con Fabricio Correa. Mas que demostrados negocios del estado con las empresas de F. Correa, quien se dedico a atacar al gobierno cuando sus negocios fueron objetados. El Presidente ordeno la terminación unilateral de los contratos lo que le otorga a F. Corra el derecho a que se le cancelen todos los montos por incumplimiento del contrato por parte del estado, la salida jurídica era la nulidad de los contratos, sin embargo el Presidente premió a su hermano, escogiendo una figura que le garantiza el pago de los contratos aunque no termine las obras.

9. Adulteramiento de los textos de la constitución de Montecristi en su fase final por una comisión de redactores nombrada a dedo por el gobierno. Hecho denunciado y comprobado por Leon Roldos y otros asambleístas, he ignorado sínicamente por el oficialismo.

10. Nexos con la FARC, conexión de el ex subsecretario de gobierno, Chauvin, del ministro de Gobierno Larrea y de asambleístas con la cúpula de la guerrilla de la FARC. Aún PAIS no ha justificado todos los ingresos para su primera campaña presidencial.

11. Enfrentamiento con los indiguenas Shuar y muerte de maestro. El gobierno pretende acusar a la radio shuar “la voz de Arutam” única radio indígena del sector como la causante de un maestro que estaba protestando contra el gobierno, ¿osea que los shuar matan a los shuar?, de esta manera pretende hacer parecer a la victimas com o si fuera sus mismos verdugos.

12. El engaño del Yasuni. Correa ha engañado al pueblo nacional (particularmente al amazónico), a la comunidad internacional y a gran parte del buró de PAIS, mientras por otro lado preparaba las condiciones para la explotación del Yasuni de tal forma que en pocos días será totalmente viable dicha explotación.

Estos casos son un ejemplo de cómo el gobierno ejerce su política maquiavélica y de doble discurso donde ciertos personajes son un dia ejemplares y digno de todo elogio y luego cuando ya no sirven a sus intereses son enemigos y canallas, como le paso a Lucio Gutierrez (pacto en el congreso) , Fernando Balda (ex dirigente de país), Quinto Pasmiño (ex funcionario del ministerio de Economia), Marta Roldos (ex asambleísta afín al gobierno) , Monica Chungi , Diana Acosta y Rozana Queirolo (ex asambleístas de PAIS), Alberto Acosta (ex minstro de Energia y ex presidente de la Asamblea Constituyente), Fausto Ortiz (ex ministro de Economia), Wilma algado (ex ministra de Economia), Fander Falcóni (ex canciller) o Manuela Gallegos(ex secretaria de pueblos y nacionalidades), todos ellos desde diversas funciones y escenarios directamente unos e indirectamente otros, sirvieron a Correa y después fueron satanizados por él.
De todo esto lo peor que ha hecho el gobierno en realidad es el marco constitucional de Montecristi cuyos efectos está todavía por llegar, otorgándole super poderes al ejecutivo y limitando la propiedad y la iniciativa privada en todos los sectores estratégico de la economía, este modelo pretende debilitar al sector privado a tal punto que sea sumamente fácil para el estado expropiar o incautar los sectores más productivos de la economía nacional y saquear al estado de todos sus recursos no renovables.


5. ¿Por qué razones según la Ciencia Política, esta constituye una de las actividades principales de los ciudadanos, destinada a ordenar política y jurídicamente la vida social?

La política es la practica humana destinada a ordenar la vida social, la Ciencia Política tiene el fin estudiar los fenómenos que se relacionan con el poder en la sociedad y el estado, La Politología considera que la actividad política, es la única actividad humana que puede lograr la auto-organización social humana.
El fenómeno del poder, es un fenómeno que ha acompañado a la historia de la humanidad y que se ha ido perfeccionando y complejizando a medida que la sociedad humana ha ido evolucionando.
Las sociedades y comunidades humanas por más remotas, aisladas o pequeñas que hayan sido siempre han tenido líderes que han tenido poder sobre los demás.
Si en un tiempo de la humanidad este liderazgo lo ejerció la fuerza, pronto fue el conocimiento quien determino el liderazgo en las sociedades, conocimiento simbolizado en muchos casos por las canas de los “senectus” de los concejos de sabios o ancianos.
Mas adelante en la época de los reinos e imperios fue una etnia o un clan quien se impuso a la sociedad, apareciendo las estirpes nobles o linajes, siempre auto justificado por ser descendientes de los dioses.
Sea cual sea la forma de auto gobierno quelas sociedades han adoptado, el fenómenos político siempre estuvo ligado al uso y abuso del poder, amerita el ejercicio de la sociedad y que cada vez la sociedad humana logre la autodeterminación por medio de la participación en el gobierno, la formula de operativizar y viabilizar esta participación deberá ser estudiada y diseñada por la Politologia.
6. Si la realidad política constituye un fenómeno de la realidad social y el poder el centro de las acciones políticas ¿Cuáles son los motivos para que en nuestros sistemas presidencialistas se manifiesten relaciones de mando -obediencia?

Porque no hemos logrado implementar una verdadera democracia participativa, la democracia representativa o falsa democracia, implica designar a un representante para que decida por los ciudadanos y ejerza el poder sobre ellos al ejercer este poder pude mandar de tal manera que el mandatario manda y los mandantes que son el pueblo no manda nada, solo elige a alguien para que los mande.
En un sistema presidencialista como el ecuatoriano, el venezolano o el boliviano, el estado concentra poder, el ejecutivo influencia a el legislativo y al judicial, para esto, estos tres estados han reformado sus constituciones en Asambleas Constituyentes, para que el ejecutivo termine nombrando contralores, procuradores, fiscales, concejos de control social, electoral y otros funcionarios que le permiten consolidar el poder del ejecutivo.
Este super-presidencialismo es un fascismo con fachada democrática, estos sistemas concentran y blindan un super poder del presidente que deja de presidir el gobierno del estado para terminar gobernando omnímodamente, osea cumpliendo su voluntad sin que haya contrapesos validos que lo controlen o contengan.
Otro de los fenómenos asociados con el hiper-presidencialismo es el terror social que mantiene secuestrados a sus ciudadanos que ven sus derechos conculcados y empiezan a temer por su seguridad, ante esto dejan de ejercer su libre expresión y nadie ejerce la defensa de los derechos de los ciudadanos.
Un sistema democrático de contrapesos logra que las relaciones de mando se equilibren y en un sistema de participación o verdadera democracia la autogestión social tendería a equilibrarse, esto ha sido llamado como la “ciudadanización de la política o el empoderamiento del individuo”