"Debe evitarse hablar a los
jóvenes del éxito como si se tratase del principal objetivo en la vida. La
razón más importante para trabajar en la escuela y en la vida es el placer de
trabajar, el placer de su resultado y el conocimiento del valor del resultado
para la comunidad". Albert Einstein
16 DE NOVIEMBRE DE 2008
EMERGENCIA DE CULTURAS JUVENILES:
Rossana Reguillo Cruz
Reguillo Cruz, r. Emergencia de
culturas juveniles.
Estrategias del desencanto.
Buenos Aires: Norma, 2000
Grupo Editorial Norma
Barcelona, Buenos Aires, Caracas.
Guatemala,
Lima. México, Panamá, Quito. San
José, San Juan,
San Salvador Santafé de Bogotá.
Santiago
Soy anarquista. soy neonazi, soy
skinhead y soy
ecologista. Soy peronista, soy
terrorista, capitalista
y también soy pacifista / Soy
activista sindicalista,
soy agresivo y muy alternativo.
Soy deportista,
politeísta y también soy buen
cristiano / Y en las
tocadas la neta es el eslam pero
en mi casa si le meto
al tropical... Me gusta tirar
piedras, me gusta recogerlas, me gusta ir a pintar bardas y después ir a
lavarlas.
CAFÉ TACUBA
"Me llaman el desaparecido /
que cuando llega ya se
ha ido volando vengo volando voy
/ deprisa deprisa
a rumbo perdido. / Cuando me
buscan nunca estoy /
cuando me encuentran yo no soy /
el que está
enfrente porque ya / me fui
corriendo mas allá. Me
dicen el desaparecido / fantasma
que nunca esta / me
dicen el desaparecido / pero esa
no es la verdad /
llevo en el cuerpo un dolor / que
no me deja
respirar / llevo en el cuerpo una
condena que
siempre me echa a caminar".
MANU CHAO.
Introducción
"A la juventud la conmueve
aquello que la política,
en gran parte, excluye: ¿Cómo
frenar la destrucción
global del medio ambiente? ¿Cómo
puede ser
conjurada, superada la
desocupación, la muerte
de toda esperanza, que amenaza,
precisamente,
a los hijos del bienestar? ¿Cómo
vivir y amar con
el peligro del sida? Cuestiones
todas que caen
por los retículos de las grandes
organizaciones
políticas... Los jóvenes
practican una denegación
de la política altamente
política".
ULRICK BECK (1999)
En América Latina, los
testimonios cotidianos que evidencian su irrenunciable búsqueda de una sociedad
más inclusiva y democrática se estrellan contra el creciente deterioro
económico, la incertidumbre y la fuga del futuro. El debilitamiento de los
mecanismos de integración tradicional (la escuela y el trabajo, centralmente)
aunado a la crisis estructural y al descrédito de las instituciones políticas,
genera una problemática compleja en la que parecen ganar terreno la conformidad
y la desesperanza, ante un destine social que se percibe como inevitable.
Es en este contexto donde
adquiere relevancia la pregunta por las formas organizativas juveniles, por sus
maneras de entender y ubicarse en el mundo, por los diversos modos en que se
asumen ciudadanos.
Los jóvenes se han autodotado de
formas organizativas que actúan hacia el exterior -en sus relaciones con los
otros— como formas de protección y seguridad ante un orden que los excluye y
que, hacia el interior, han venido operando como espacios de pertenencia y
adscripción identitaria, a partir de los cuales es posible generar un sentido
en común sobre un mundo incierto.
La anarquía, los graffitis
urbanos, los ritmos tribales, los consumes culturales, la búsqueda de
alternativas y los compromisos itinerantes, deben ser leídos como formas de
actuación política no institucionalizada y no como las practicas mas o menos
inofensivas de un montón de desadaptados.
Entre los jóvenes, las utopías
revolucionarias de los setenta, el enojo y la frustración de los ochenta, han
mutado de cara al siglo veintiuno, hacia formas de convivencia que, pese a su
acusado individualismo, parecen fundamentarse en un principio ético-político
generoso: el reconocimiento explicito de no ser portadores de ninguna verdad
absoluta en nombre de la cual ejercer un poder excluyente. Por ello,
principalmente, este es un libra sobre jóvenes.
Pese a las diferencias entre los
distintos tipos de adscripción identitaria que dan forma al territorio de las
culturas juveniles, algunas de cuyas manifestaciones se analizan en este libro,
parece haber una constante: el grupo de pares, que opera sobre la base de una
comunicación cara a cara, se constituye en un espacio de confrontación,
producción y circulación de saberes, que se traduce en acciones. De maneras
diversas, con mayor o menor grado de formulación, lo que caracteriza a estas
grupalidades es que han aprendido a tomar la palabra a su manera y reapropiarse
de los instrumentos de comunicación. Por ello, este es un libro de y sobre la
comunicación. La consigna "no hay futuro", que ha operado como
bandera interclasista entre los jóvenes (por diferentes motivos), que señalaría
por tanto que todo presente es absurdo parece estar cambiando por la de
"no habrá futuro", a menos que podamos intervenir a tiempo, como
coinciden diferentes colectivos juveniles. Ello significa pensar y actuar en el
presente a partir del compromiso con uno mismo, con el grupo y con el mundo.
Por ello, este es un libro sobre un futuro que no puede renunciar a la memoria.
En el caótico paisaje político y
social que nos desvela, conviene tener en cuenta la pregunta acerca de quien o
quienes están socializando para la vida; donde los espacios inclusivos que den
un lugar a la diversidad; donde los procesos articuladores que integren en la
esfera publica las diversas voces y esfuerzos cotidianos. Reconocer la densidad
(y la complejidad) de un tejido social conformado por una multiplicidad de
colectivos que están dinamizando día a día la sociedad, requiere estudiar las
formas organizativas que "desde abajo" platean propuestas de gestión
y de acción, aunque estas escapen a las formas tradicionales de concebir el
ejercicio político y a sus escenarios habituales. Por ello, este es un libro
que quiere aludir n las transformaciones de la escena política.
Metodológicamente en este libro
se ha utilizado un modelo múltiple, cuyo componente central radica en las dimensiones
discursivas de la acción. A lo largo de varios años he dado seguimiento a
muchos y muy diversos colectivos juveniles, priorizando los espacios y los
tiempos en que pasan a un estado activo y visible en el espacio publico. Se
utiliza la observación, la entrevista en profundidad, tanto individual como
colectiva y, de manera privilegiada el grupo de discusión, como dispositivos
metodológicos que han permitido, simultáneamente, situar al actor y penetrar el
universo de sus representaciones.
Analizar, desde una perspectiva
sociocultural, el ámbito de las prácticas juveniles, hace visibles las
relaciones entre estructuras y sujetos, entre control y formas de
participación, entre el momento objetivo de la cultura y el momento
subjetivo. Intentar comprender
los modos en que cristalizan las representaciones, valores, normas, estilos,
que animan a los colectivos juveniles, es una apuesta que busca romper con
cienos "esteticismos" y al mismo tiempo con esa mirada
"epidemiológica" que ha pesado en las narrativas construidas
alrededor y sobre los jóvenes.
El enfoque sociocultural implica,
entonces, historicidad, es decir miradas de largo plazo y, necesariamente, una
problematización que atienda lo instituyente, lo instituido y el movimiento.
Las impugnaciones que los jóvenes
le plantean a la sociedad están ahí, con sus fortalezas y debilidades, con sus
contradicciones y sus desarticulaciones. Las culturas juveniles actúan como
expresión que codifica, a través de símbolos y lenguajes diversos, la esperanza
y el miedo. En su configuración, en sus estrategias en sus formas de
interacción comunicativa, en sus percepciones del mundo hay un texto social que
espera ser descifrado: el de una política con minúsculas que haga del mundo, de
la localidad, del futuro y del día un mejor lugar para vivir. De todo ello
trata este libro.
Muchas deudas se han acumulado a
lo largo del trayecto. Mi agradecimiento y reconocimiento a Aníbal Ford,
inteligente y generoso interlocutor, en estos tiempos donde abunda el simulacro
y escasea la palabra. A Renato Ortiz, a Néstor Garcia Canclini y a Jesús Martin
Barbero, con quienes la aventura de pensar es siempre un desafío placentero; a
Jose Manuel Valenzuela y Alonso Salazar, cómplices de tantas lunas y socios en
la incertidumbre; a José Antonio Perez Islas, que sabe ponerle nombre al
compromiso; a Mónica Valdés, que nunca se agota en el intento; a los
intelectuales "defenos", Adrián de Garay, Cesar Gisneros, Alfredo
Nateras, Maritza Urteaga, por las críticas fecundas y los problemas en que me ponen
sus preguntas; a Alejandra Navarro, Arsi Quevedo, Irene Rojas y Margarita
Hernández, mis asistentes de investigación en diferentes momentos del proceso,
por su talento y generosidad; y, por supuesto, a la banda: el Benja, el
Guilligan, el Pelos, el Héctor, el Sotelo y muchos otros que han sabido ser,
además de mis sensibles guías, mis amigos en esta travesía.
Guadalajara, México Mayo de 2000
CAPITULO 1
PENSAR LOS JOVENES.
UN DEBATE NECESARIO
Adoptar el punto de vista de los
oprimidos o excluidos puede servir, en la etapa del
descubrimiento, para generar
hipótesis o contrahipótesis, para hacer visibles campos de lo real descuidados
por el conocimiento hegemónico. Pero en el momento de la justificación
epistemológica conviene
desplazarse entre las intersecciones, en las zonas donde
las narrativas se oponen y se
cruzan.... El objetivo final no es representar la voz de los silenciados sino
entender y nombrar los lugares desde donde sus demandas o su vida cotidiana
entran en conflicto con los otros,
NÉSTOR GARCIA CANCLINI (1997)
Los jóvenes han sido importantes
protagonistas de la historia del siglo XX en diversos sentidos. Su irrupción en
la escena pública contemporánea de América Latina puede ubicarse en la época de
los movimientos estudiantiles de finales de la década de los sesenta... Aunque
en ese entonces fueron mas propiamente pensados como "estudiantes",
empezaba a ser claro que un actor social que tendía a ser visto con temor o con
romanticismo y que había sido "construido" por una pujante industria
cinematográfica como un "rebelde sin causa"1, afirmaba,
1 En 1955, James Dean protagonizo
dirigido por Nick Ray, la película que contribuyó a configurar el imaginario
social de la juventud
a través de sus expresiones, una
voluntad etc. participar como actor político de manera enfática, los
movimientos estudiantiles vinieron a señalar los conflictos no resueltos en las
sociedades "modernas" y a prefigurar lo que sería el escenario
político de los setenta.
Cuando muchos jóvenes se
integraron a las guerrillas y a los movimientos de resistencia, en distintas
partes del continente, fueron pensados como "guerrilleros" o
"subversivos". Al igual que en la década anterior, el discurso del
poder aludió a la manipulación a que eran sometidos "los jóvenes" por
causa de su "inocencia" y enorme "nobleza", como atributos
"naturales" aprovechados por oscuros intereses internacionales.
La derrota política, pero
especialmente simbólica, aunada al profundo desencanto que generó el descrédito
de las banderas de la utopía y el repliegue hacia lo privado, volvieron
prácticamente invisibles, en el terreno político, a los jóvenes de la década de
los ochenta.
Mientras se configuraba el
"nuevo" poder económico y político que se conocería como
neoliberalismo, los jóvenes del continente empezaron a ser pensados como los
"responsables" de la violencia en las ciudades. Desmovilizados por el
consumo y las drogas, aparentemente los únicos factores
"aglutinantes" de las culturas juveniles, los jóvenes se volvieron
visibles como problema social.
Los chavos banda2, los cholos y
los punks en México; las maras en Guatemala y El Salvador, los grupos de
sicarios, bandas y parches en Colombia los landros de los barrios en Venezuela,
los favelados en Brasil, empezaron a ocupar espacios en la nota roja o policíaca
en los medios de comunicación y a despertar el interés de las ciencias
sociales3.
Al finalizar la década de los
ochenta y en los tempranos noventa, una nueva operación semántica de bautizo
estaba en marcha: se extendía un imaginario en el que los jóvenes eran
construidos como "delincuentes" y "violentos". El agente
manipulador de esta etapa, seria la "droga". Así arranco la última
década del siglo XX.
"Rebeldes",
"estudiantes revoltosos", "subversivos",
"delincuentes" y "violentos", son algunos de los nombres
con que la sociedad ha balizado a los jóvenes a partir de la última mitad del
siglo. Clasificaciones que se expandieron rápidamente y visibilizaron a cierto
tipo de jóvenes en el espacio público, cuando sus conductas, manifestaciones y
expresiones entraron en conflicto con el orden establecido y desbordaron el
modelo de juventud que la modernidad occidental, en su "versión"
latinoamericana, les tenía reservado.
Pero, sin alusión a la fuerte
crisis de legitimidad de las instituciones de los sesenta, ni al inicio de la
crisis de los Estados nacionales y al afianzamiento del modelo capitalista de
los setenta, ni a la maquinaria desatada para reincorporar a los disidentes a
las estructuras de poder en los ochenta, y mucho menos, sin hacer referencia a
la pobreza creciente, a la exclusión y al vaciamiento del lenguaje político de
los noventa, resulto fácil convertir a los jóvenes unto en "victimas
propiciatorias", en receptores de la violencia institucionalizada, como en
la figura terrible del "enemigo interno" que transgrede a través de
sus practicas disruptivas los ordenes de lo legitimo social
2 Para facilitar al lector la
comprensión de algunos términos en sus contextos de uso se incorpora al final
del libra un glosario. Ver Pág. 165
3 Este proceso no se dio solo en
América Latina. Las "clikas" o bandas en algunas ciudades de América
del Norte, integradas en su mayoría por las llamadas minorías culturales como
latinos y negros; la emergencia de los grupos de skinheads en Inglaterra, como
un movimiento de "autodefensa" juvenil frente a la inmigración, que
se extendió rápidamente hacia Alemania, Francia y España; los el movimiento
anarco-punk y de manera mucho mas reciente los okupas en España, como
movimiento de resistencia a los valores del "neoliberalismo" han sido
algunos de los movimientos juveniles que han desperado el interés en Estados
Unidos y en Europa.
El siglo XXI arranca con
evidentes muestras de una crisis político-social. De maneras diversas y
desiguales, los jóvenes han seguido haciendo estallar las certezas y han
continuado señalando, a través de los múltiples modos en que se hacen
presentes, que el proyecto social privilegiado por la modernidad en América
Latina ha sido, hasta hoy, incapaz de realizar las promesas de un futuro
incluyente, justo y, sobre Lodo, posible.
En un continente mayoritariamente
juvenil en el que el país mas "viejo" de la región es Uruguay con un
promedio de edad de 31 anos, y el mas joven Nicaragua, con un promedio de 16
años; y con un crecimiento poblacional que se ubica entre el 2 y 3 % para la
mayoría de los países de la región, la pregunta por los modos en que los y las
jóvenes viven, experimentan e interpretan un mundo lesionado por múltiples
conflictos y enfrentado a la paradoja de una globalización que parece acentuar
fuertemente los valores locales, se hace urgente.
Los contextos y la condición
juvenil
La juventud como hoy la conocemos
es propiamente una "invención" de la posguerra, en el sentido del
surgimiento de un nuevo orden internacional que conformaba una geografía
política en la que los vencedores accedían a inéditos estándares de vida e
imponían sus estilos y valores. La sociedad reivindico la existencia de los
niños y los jóvenes como sujetos de derechos y, especialmente, en el caso de
los jóvenes, como sujetos de consume.
En el periodo de la posguerra,
las sociedades del Primer Mundo alcanzaban una insospechada esperanza de vida,
lo que tuvo repercusiones directas en la llamada vida socialmente productiva.
El envejecimiento tardío, operado por las conquistas científicas y
tecnológicas, reorganizó los procesos de inserción de los segmentos más jóvenes
de la sociedad. Para restablecer el equilibrio en la balanza de la población
económicamente activa, la incorporación de las generaciones de relevo tenia que
posponerse.
Los jóvenes deberían ser
retenidos durante un período mas largo en las instituciones educativas. La
ampliación de los rangos de edad para la instrucción no es nada mas que una
forma "inocente" de repartir el conocimiento social, sine también, y
principalmente, un mecanismo de control social y un dispositivo de
autorregulación vinculado a otras variables6.
Es también en la posguerra cuando
emerge una poderosa industria cultural que ofertaba por primara vez bienes
"exclusivos" para el consume de los jóvenes. Aunque no el único, el
ámbito de la industria musical fue el más espectacular. En el caso de Estados
Unidos, principal "difusor" de lo que seria el nuevo continente
social de la adolescencia" como ha llamando Yonnet (1988) al mundo
juvenil, las venias de discos pasaron de 277 millones en 1955 a 600 millones en
1959 y a 2000 millones en 1973 (Hobsbawm, 1995). El acceso a un mundo de bienes
que fue posible por el poder adquisitivo de los jóvenes de los países
desarrollados, abrió el reconocimiento de unas señales de identidad que se
internacionalizarían rápidamente. Para el historiador Eric Hobsbawm, la cultura
juvenil se convirtió en la matriz de la revolución cultural del siglo XX,
visible en los comportamientos y costumbres, pero sobre todo en el modo de
disponer del ocio, que pasaron a configurar cada vez mas el ambiente que
respiraban los hombres y mujeres urbanos (1995;331).
6 En la Europa judía de 1660, la
instrucción llegaba hasta los trece años en el caso de los varones pudientes y
a los diez años en el caso de los varones pobres que debían entrar a servir a
esta edad (Horowilz, 1996); este es un ejemplo de como la instrucción escolar
no es una variable independiente.
La visibilización creciente de
los jóvenes y su enfrentamiento al statu quo, se daba en paralelo con la
universalización acelerada de los derechos humanos en un clima político que
trataba de olvidar los fascismos autoritarios de la época precedente. Los
jóvenes "menores" se convertían en sujetos de derecho, fueron
separados en el piano de lo jurídico de los adultos. La profesionalización de
los dispositivos institucionales para la vigilancia y el control de un
importante segmento de la población, va a crecer al amparo de un Estado
benefactor que introduce elementos "científicos'' y "técnicos"
para la administración de la justicia en reilación con los menores. Centres de
internamiento, tribunales especializados, ya no castigo, si no rehabilitación y
readaptación, van a transformar el aparato punitivo para los menores
infractores7.
Lo que esto señala, entre otras
cosas, es la necesidad de la sociedad de generar dispositivos especiales para
un segmento de población que va a irrumpir masivamente en la escena publica y
la conciencia de que ha "aparecido" un nuevo tipo sujeto para el que
hay que generar un discurso jurídico que pueda ejercer una tute-la acorde con
el clima político, y que al mismo tiempo opere como un aparato de contención y
sanción.
Puede decirse entonces que son
tres procesos los que "vuelven visibles" a los jóvenes en la última
mitad del siglo XX: la reorganización económica por la vía del aceleramiento
industrial, científico y técnico, que implicó ajustes en la organización
productiva de la sociedad; la oferta y el consumo cultural, y el discurso jurídico.
La "edad" adquiere a
través de estos procesos una densidad que no se agota en el referente biológico
y que asume valencias distintas no solo entre diferentes sociedades, sino en el
interior de una misma sociedad al establecer diferencias principalmente en
función de los lugares sociales que los jóvenes ocupan en la sociedad. La edad,
aunque referente importante, no es una categoría cerrada y transparente.
Sin embargo, no se trata de
sustituir un referente (el de la edad) por otro conjunto de referentes que
tampoco son transparentes ni determinan la configuración de los mundos
juveniles. Existen algunas "líneas de fuga" que exigen problematizar
los contextos dinámicos en los que emerge la categoría "joven".
Resulta evidente que la
realización tecnológica y los valores a ella asociados, lejos de achicar la
brecha entre los que tienen y los que no, entre los poderosos y los débiles,
entre los que están dentro y los que están fuera, la ha incrementado. La
posibilidad de acceso a una calidad de vida digna, es hoy para mas de 200
millones de
7 Pan profundizar en el tema, ver
el estudio de la investigadora mexicana Elena Azaola (1990).
8 Un varón, por ejemplo de 18
años, perteneciente a los estratos socioeconómicos medios, experimenta la
condición juvenil desde su adscripción a los instituciones escolares y una
tutela negociada con los adultos responsables que su proceso de incorporación
social; mientras que otro joven de la misma edad pero inserto en un universo
socioeconómico pauperizado, que para sobrevivir se incorpora tempranamente a
los circuitos de la economía informal, no suele ser definido como joven.
de latinoamericanos9 un
espejismo. Si este dato se cruza con el perfil demográfico del continente,
mayoritariamente juvenil, no se requieren grandes planteamientos para inferir
que uno de los sectores mas golpeados por el
empobrecimiento estructural es
precisamente el de los jóvenes.
La incapacidad del sistema
educativo del Estado para ofrecer y garantizar educación para lodos, el
crecimiento del desempleo y de la sobrevivencia a través de la economía
informal, indican que el marco que sirvió como delimitación. para el mundo
juvenil, a través de la pertenencia a las instituciones educativas y a la
incorporación tardía a la población económicamente activa, esta en crisis.
No deja de resultar paradójico el
deterioro en el ámbito económico y laboral y una crisis generalizada en los
territorios políticos y jurídicos, mientras que se fortalecen los ámbitos de
las industrias culturales para la construcción y reconfiguración constantes del
sujeto juvenil. El vestuario, la música, el acceso a ciertos objetos
emblemáticos. constituyen hoy una de 1as más importantes mediaciones para la
construcción identitaria de los jóvenes, que se ofertan no solo como marcas
visibles de ciertas adscripciones sino, fundamentalmente, como lo que los
publicistas llaman, con gran sentido, "un concepto". Un modo de
entender el mundo y un mundo para cada "estilo", en la tensión
identificación-diferenciación. Efecto simbólico y, no por ello, menos real, de
identificarse con los iguales y diferenciarse de los otros, especialmente del
mundo adulto.
Inexorablemente, el mundo se
achica y la juventud internacionalizada que se contempla a si misma como
espectáculo de los grandes medios de comunicación, encuentra, paradójicamente,
en una globalización que pende a la homogeneización la posibilidad de
diferenciarse y sobre todo, alterativas de pertenencia y de identificación que
trascienden los ámbitos locales, sin negarlos.
Ahí, donde la economía y la política
"formales" han fracasado en la incorporación de los jóvenes se
fortalecen los sentidos de pertenencia y se configura un actor
"político", a través de un conjunto de prácticas culturales, cuyo
sentido no se agota en una lógica de mercado.
Las constantes chapuzas, la
inversión de las normas, la relación ambigua con el consumo, configuran el
territorio tenso en el que los jóvenes repolitizan la política "desde
fuera", sirviéndose para ello de los propios símbolos de la llamada
sociedad de consumo, como intento argumentar a lo largo de este libro.
Narrativas en conflicto
Con excepciones, el Estado, la
familia, la escuela. siguen pensando a la juventud como una categoría de
transito, como una etapa de preparación para lo que si vale; la juventud como
futuro, valorada por lo que será o dejara de ser.
Mientras que para los jóvenes. el
mundo esta anclado en el presente, situación que ha sido finamente captada por
el mercado.
9 América Latina comenzó la
década de los 90 con 200 millones de pobres, es decir, con 70 millones más los
que tenía 1970, principalmente como resultado de la pobreza urbana (Roux, 1994)
La construcción cultural de la
categoría "joven", al igual que otras "calificaciones"
sociales (mujeres e indígenas, entre otros) se encuentra en fase aguda de
recomposición, lo que de ninguna manera significa que ha permanecido hasta hoy
inmutable. Lo que resulta
indudable es que vivimos una época de aceleración de los procesos. lo que
provoca una crisis en los sistemas para pensar y nombrar el mundo,
Si bien es cierto que la
"juventud no es mas que una palabra" (Bourdieu, 1990), una categoría
construida, no debe olvidarse que las categorías no son neutras, ni aluden a
esencias; son productivas, hacen cosas, dan cuenta de la manera en que diversas
sociedades perciben y valoran el mundo y, con ello, a ciertos actores sociales.
Las categorías, como sistemas de clasificación social, son; también y,
fundamentalmente, productos del acuerdo social y productoras del mundo.
Resulta entonces importante
tratar de entender el conocimiento que se ha producido con relación a los
jóvenes a través de una revisión de la literatura especializada, bajo el
supuesto de que estas miradas "recogen" e interpretan los imaginarios
presentes en la sociedad, en tanto estas narrativas aspiran a producir
explicaciones sobre diferentes procesos sociales. Se trata entonces de elaborar
un análisis y una reflexión critica sobre los conceptos, las categorías, los
enfoques utilizados, para ayudarnos en esta búsqueda de luces sobre los modos
en que los jóvenes son pensados.
Desde donde hablan los saberes
En un primer movimiento, intento
analizar la naturaleza, límites y condiciones del discurso especializado que se
ha producido en Latinoamérica sobre las culturas juveniles, siempre desde una
perspectiva sociocukural10.
Conceptualizar al joven en
términos socioculturales implica en primer lugar no conformarse con las
delimitaciones biológicas, como la de la edad, porque ya sabemos que distintas
sociedades, en diferentes etapas históricas han planeado las segmentaciones
sociales por grupos de edad de muy distintas maneras y que, incluso, para algunas
sociedades este tipo de recorte no ha existido. No se trata aquí de rastrear
las formas en que las sociedades han construido la categoría
"jóvenes"", sino de enfatizar el error que puede representar
pensar a este grupo social como un continuo temporal y ahistórico. Por el
contrario, para entender las culturas juveniles, es fundamental partir del
reconocimiento de su carácter dinámico y discontinuo.
Los jóvenes no constituyen una
categoría homogénea, no comparten los modos de inserción en la estructura social,
lo que implica una cuestión de fondo: sus esquemas de representación configuran
campos de acción diferenciados y desiguales.
Y pese a esta diferenciación, en
términos generales, la gran mayoría de los estudios sobre culturas juveniles no
han logrado problematizar suficientemente la multiplicidad diacrónica y
sincrónica en los "modos" de ser joven, y las mas de las veces esta
diferencia ha sido abordada (y reducida) al tipo de "inserción"
socioeconómica de los
10 Se excluyen aquí las
perspectivas psicológicas y las criminalísticas.
11 Para este fin, ver por ejemplo
Giovanni Levi y Jean-Claude Schmitt (1996). Y el excelente trabajo de
recuperación histórica desde la antropología de Carles Feixa (1988).
jóvenes en la sociedad
(populares, sectores medios o altos), descuidando las especificidades que,
tanto la subjetividad como los marcos objetivos desiguales de la acción,
generan. En términos de la vinculación de los jóvenes con la estructura o
sistema básicamente dos tipos de actores juveniles:
a) los que han sido pensados como
"incorporados", cuyas practicas han sido analizadas a través o desde
su pertenencia al ámbito escolar, laboral o religioso; o bien, desde el consumo
cultural;
b) los "alternativos" o
"disidentes", cuyas practicas culturales han producido abundantes
paginas y que han sido analizados desde su no-incorporación a los esquemas de
la cultura dominante.
Desde luego este recorte es un
tanto arbitrario pero ¿que recorte analítico no lo es?
El balance se inclina tanto en
términos cuantitativos como en lo referente a la relativa consolidación de lo
que podría considerarse una "perspectiva" de estudio, del lado de los
"alternativos" o ''disidentes"; mientras que sobre "los
incorporados", la producción tiende a ser dispersa y escasa.
Estas tendencias señalan que el
interés de los estudiosos se ha centrado de manera prioritaria en aquellas
formas de agregación adscripción y organización juvenil que transcurren al
margen o en contradicción con las vías institucionales. Esto apunta a una
cuestión resulta vital y no es de ninguna manera "inocente" o
"neutra" la pregunta por el sujeto.
La pregunta por los jóvenes en
tanto sujetos de estudio ha estado orientada por una intelección que, con sus
matices y diferencias, desde diversas perspectivas ha intentado reconocer
cuales son las características y las especificidades del sujeto juvenil.
La casi imposibilidad de
establecer unos márgenes fijos, "naturales" al sujeto de estudio, ha
llevado a una buena parle de los estudiosos de esta vertiente a situarse en los
territorios de los propios jovenes12 lo que ha dado como resultado una
abundante cantidad de libros, reportes, monografías, tesis, videos, que miran
al joven como esencialmente contestatario o marginal.
Sin embargo y pese a la relativa
consolidación de este tipo de enfoques, es frecuente encontrar en estos
estudios una tendencia fuerte a (con) fundir el escenario situacional (la
marginación, la pobreza, la exclusión) con las representaciones profundas de
jóvenes o, lo que es peor, a establecer una relación mecánica y transparente
entre prácticas y representaciones.
Por ejemplo, la calle en tanto
escenario "natural", se ha pensado como "antagonista" en
relación con los espacios escolares o familiares y no es problematizada como el
espacio de extensión de los ámbitos institucionales en las prácticas juveniles.
Así, los jóvenes en la calle parecieran no tener vínculos con ningún tipo de
institucionalidad y ser ajenos a cualquier normatividad, además de ser
necesariamente contestatarios con respecto al discurso legitimado u oficial.
En términos generales, esto ha
ocultado al análisis la fuerte reproducción de algunos "valores" de
la cultura tradicional, como el machismo o incluso la aceptación pasiva de una
realidad opresora que se vive a través de una religiosidad popular
profundamente arraigada en algunos colectivos juveniles14.
12 El barrio, la calle, el rock,
el graffiti, las publicaciones subterráneas, los movimientos de protesta.
14 Un contra-ejemplo de esto, es
el excelente trabajo de Alonso Salazar (I990). que en Colombia ha venido
desmitificando los mundos populares de los jóvenes al mostrar la complicidad
acrílica de muchos de estos jóvenes con una cultura opresora y opresiva.
En ese mismo sentido, las
practicas como el lenguaje, los rituales de consumo cultural, las marcas de
vestuario, al presentarse como diferentes y, en muchos casos, como atentatorias
del orden establecido, han llevado a planearlas como "evidencias"
incuestionables del contenido liberador a priori de las culturas juveniles, sin
ponerlas en contexto (deshistorizadas) o sin problematizarlas con la mediación
de instrumentos de análisis que posibiliten trascender la dimensión descriptiva
y empíricamente observable en los estudios sobre jóvenes.
En lo general, en el conocimiento
producido en torno a las culturas juveniles, pueden reconocerse dos momentos o
tipos de conocimiento: un momento descriptivo y un momento interpretativo.
Un primer momento, que para
efectos prácticos puede ubicarse en la primera mitad de la década de los
ochenta, estaría caracterizado tanto por acercamientos de tipo emic15
(especifico, finalista, punto de vista interior),
como por acercamientos de tipo
etic (genérico, predictivo y exterior). Pero ambos tipos tienen en común un
tratamiento descriptivo.
Mientras que en el primer tipo
(emic) es el punto de vista del "nativo" lo que prevalece, se asume
por ende que todo lo "construido" y dicho al interior del sistema es
necesariamente "la verdad"; mientras que en la segunda vertiente
(etic) lo que organiza el conocimiento proviene de las imputaciones de un
observador externo al sistema, que no sabe (no puede, no quiere) dialogar con
los elementos emic, es decir con las representaciones interiores o nativas.
Pese a las diferencias en la toma
de posición del observador, estos acercamientos comparten un enfoque
descriptivo, con una escasa o nula explicitación de categorías y conceptos que
oriente la mirada del investigador. Ello vuelve prácticamente imposible un
dialogo epistémico entre perspectivas, ya que las diferencias en la apreciación
se convierten fácilmente en un forcejeo inútil entre posiciones. Donde unos ven
''anomia'' y ''desviaciones'' otro ven ''cohesión'' y ''propuestas''
Ello ha derivado también en
mutuas descalificaciones, que en términos metafóricos pueden pensarse como una
lucha entre "técnicos" y "rudos"16. En una imagen externa,
los primeros tienden a recurrir al lenguaje normativo de la ciencia, a partir
del cual "descalifican" el conocimiento "militante'' producido
por los segundos; mientras que estos últimos recurren a su posición interna de
intelectuales orgánicos para descalificar las proposiciones "técnicas y
asépticas" de los primeros.
Pero en la medida en que muy
pocos de estos discursos logran trascender lo descriptivo, el intercambio
posible queda atrapado en el nivel de la anécdota del dato sin problematización
que resulta fácil adecuar al marco conceptual, que se privilegia, lo que a su
vez ha desembocado desafortunadamente, en una substancialización de los sujetos
juveniles y de sus practicas.
No se trata en ningún momento de
descalificar la cantidad de estudios producidos en esta época y lo que han
aportado en términos de conocimiento en Lomo de las culturas juveniles, pero si
es importante apuntar que en términos generales, la producción de este periodo
se caracterizo por una autocomplacencia a la que no parece preocuparle la
construcción de un andamiaje teórico-metodológico que supone los estudios
realizados. Hay, en cambio, una tendencia en esta etapa a fijar una posición en
torno del sujeto de estudio; en otros términos, hay mas preocupación por
definir y calificar que por entender.
15 Según la propuesta de Pike
(1954) para el estudio de la conducta (retomada a su vez de Sapir) en la que se
distinguen: "phonemics". que se ocupa de los sonidos en el sentido
físico, y "phonemics", que trata los fonemas en sentido lingüístico.
16 En la lucha libre mexicana,
existen dos tipos de luchadores: los técnicos, que se caracterizan por respetar
las reglas del juego y las indicaciones del arbitro; mientras que los rudos no
respetan las reglas, actúan a espaldas del arbitro y son, sin embargo,
generalmente los favoritos del publico.
Es hacia finales de la década de
los ochenta y a lo largo de los noventa cuando puede reconocerse la emergencia
paulatina de un nuevo tipo de discurso comprensivo en torno a los jóvenes. De
carácter constructivita, relacional, que intenta problematizar no solo al
sujeto empírico de sus estudios, sino también a las "herramientas"
que utiliza para conocerlo.
Se trata de perspectivas
interpretativo-hermenéuticas, que van a intentar conciliar la oposición
exterior-interior, como parte de una tensión indisociable en la producción de
conocimiento científico.
Los jóvenes van a ser pensados
como un sujeto con competencias para-referirse en actitud objetivante a las
entidades del mundo, es decir, como sujetos de discurso, y con capacidad para
apropiarse (y movilizar) los objetos tanto sociales y simbólicos como
materiales, es decir, como agentes sociales.
En otras palabras, se reconoce el
papel activo de los jóvenes en su capacidad de negociación con las
instituciones y estructuras. En este tipo de acercamientos se opera una
distancia entre un pensamiento que "toma" el mundo social y lo
registra como datum, como dato empírico independiente del acto de conocimiento
y de la ciencia que lo propicia (Bourdieu, 1995), y un pensamiento que es capaz
de hacer la crítica de sus propios procedimientos.
La vertiente de estudios
interpretativos sobre las culturas juveniles17 ha incorporado de maneras
diversas el reconocimiento del papel activo de los sujetos, el de su capacidad
de negociación con sistemas e instituciones y el de su ambigüedad en los modos
de relación con los esquemas dominantes. Ello ha ido posibilitando trascender
las posiciones esencialistas: o todo pérdida o todo afirmación. Y ha hecho
posible encontrar otro nivel para la discusión, que no se agota en la anécdota
o en el dato empírico.
Las clasificaciones explicitas
como las edades de vida, el momento de la mayoría de edad o, desde el discurso
biologísta, las transformaciones corporales, "evidentemente no poseen sino
un valor indicativa y resultarían insuficientes para definir y entender los
contextos de una historia social y. cultural de la juventud" (Levi y
Schmtt, 1996; 15).
En tal sentido, el segundo
periodo o vertiente de estudios, y voy a referirme aquí al caso de México,
puede considerarse abierto a partir de lo que podría entenderse como los
primeros trabajos claramente diseccionados en la línea de ana "historia
cultural" de la juventud18 y los que podrían ubicarse desde una
perspectiva interdisciplinaria que buscan problematizar al sujeto juvenil en su
complejidad.
Se tratara de historizar a los
sujetos y prácticas juveniles a la luz de los cambios culturales, rastreando
orígenes, mutaciones y contextos político-sociales. Además, bajo la perspectiva
hermenéutica se indaga en la configuración de las representaciones, de los
sentidos que los propios actores juveniles atribuyen a sus prácticas, lo que
permite trascender la mera descripción a través de las operaciones de
construcción del objeto de estudio y con la mediación de herramientas
analíticas.
En el modo constructivita y
centralmente cultural que ha dado forma a los estudios de esta etapa, resulta
fundamental señalar la importancia que ha tenido otra vertiente de trabajos
que, abrevando en una larga tradición latinoamericana, se ubican mis en una
perspectiva de crónica periodística.
En el caso de México, el trabajo
clave de Carlos Monsiváis, que ha sabido simultáneamente penetrar y rescatar
con agudeza aquellos elementos significativos y pertinentes para la comprensión
de las formas culturales de la juventud, al tiempo en que se ha constituido en
un critico implacable de la categoría "juventud", pero interlocutor
generoso de los estudiosos en este campo.
Alonso Salazar (1990) en
Colombia, que a partir de su incursión en los mundos del narcotráfico, del
sicariato y de las comunas en Medellín, ha puesto al descubierto. Una situación
descamada y terriblemente compleja del mundo juvenil, al saber colocar
simultáneamente la mirada del observador extremo y la mirada del
"nativo".
17 Representantes de esta
corriente en América Latina, son por ejemplo, Jesús Martín Barbero, Carlos
Mario Perea.
18 Aquí el trabajo pionero de
José Manuel Valenzuela (1988).
En el caso de Venezuela, puede
señalarse el trabajo de José Roberto Duque y Boris Muñoz (1995), que han
logrado incorporar con gran sentido critico las diferentes voces involucradas
en la problemática juvenil de Caracas. Hablan los jóvenes desde su precaria
situación social, pero se incorporan también las voces de autoridades
gubernamentales, representantes de la Iglesia, promotores sociales y analistas.
Desde luego estos autores no
agotan el espectro de producciones que desde la crónica o ensayo periodístico
han posibilitado una mirada cualitativamente diferente sobre las culturas
juveniles "alternativas" o disidentes", representan, en todo
caso y de manera indicativa, un tipo de discurso comprensivo sobre la realidad
de los mundos juveniles en sus complejos procesos de interacción con la
sociedad.
De lo tematizable a lo
representado
"La caída de tabiques entre
disciplinas" (García Canclini. 1997), y la emergencia y paulatina consolidación
de estudios llamados interdisciplinarios o "de frontera", han sido
una consume en los últimos arios de investigación sobre juventud en América
Latina.
Los contornos imprecisos del
sujeto y sus prácticas han colocado al centro de los análisis la vida
cotidiana. de los mundos juveniles, no necesariamente como tema, sino como
lugar metodológico desde el cual interrogar a la realidad.
Desde esta mirada, que se sitúa
en los propios territorios de los jóvenes, las temáticas abordadas han sido
diversas, pero en términos generales pueden ser reconocidos tres grandes ejes
que, desde luego, tienen relación con los debates y preguntas que desde las
ciencias sociales se plantean a lo "real".
a) el grupo juvenil y las
diferentes manaras de entender y nombrar su constitución, lo que hace
referencia al peso otorgado por los analistas a la identidad como un factor
clave para entender las culturas juveniles;
b) una segunda temática
importante es la de la alteridad, los "otros" en relación con el
proyecto identitario juvenil.
c) Lo que podría denominarse el
proyecto y las diferentes practicas juveniles o formas de acción, constituyen
el tercer ejemplo importante.
El grupo o los nombres de la
identidad
La problematización en lomo de
los modos de estar juntos (Martín Barbero, 1995) de los jóvenes, ha sido
elaborada de diversas maneras, La diferenciación mas clara esta relacionada con
la direccionalidad del enfoque. Es decir, un tipo de estudios va de la constitución
grupal a lo societal; otro tipo va de los ámbitos sociales al grupo.
En el caso del primer enfoque, la
identidad grupal se convierte en el referente clave que permite
"leer" la iteración de los sujetos con el mundo social. Hay por tanto
un colectivo empírico, al que se observa y desde el cual se analizan las
vinculaciones con la sociedad. A este tipo, por ejemplo, corresponden las
etnografías de bandas juveniles que centraron la atención durante la década de
los ochenta.
Por razones del propio enfoque,
para conceptualizar la agregación juvenil, se ha recurrido a categorías como
"identidades juveniles", "grupos de pares",
"subculturas juveniles"; y las mas de las veces, sobre todo durante
la primera mitad de la década de los ochenta en el case de México, se utilizo
el término "banda" como "categoría" para nombrar el modo
particular de estar juntos de los jóvenes populares urbanos. Esta mirada
intragrupal, si bien ha aportado muy importantes elementos de comprensión, ha
resultado insuficiente para captar las vinculaciones entre lo local y lo global
y para pensar la interculturalidad.
De otra parte, han ido cobrando
fuerza los estudios que van de los ámbitos y de las prácticas sociales a la
configuración de grupalidades juveniles. El rock, el use de la radio y la
televisión, la violencia, la política, el uso de la tecnología, se convierten
aquí en el referente para rastrear relaciones, usos, decodificaciones y
recodificaciones de los significados sociales en los jóvenes. No necesariamente
debe existir entonces un colectivo empírico, se habla de los "jóvenes de
clase media", de los "jóvenes de los sectores populares", etc.,
que se constituyen en "sujetos empíricos" por la mediaci6n de los
instrumentos analíticos; se trata de modos de estar juntos" a través de
las practicas, que no se
corresponden necesariamente con
un territorio o un colectivo particular.
Esta vertiente ha buscado romper
con los imperativos territoriales y las identidades esenciales y para ello han,
construido categorías como la de "culturas juveniles",
"adscripción identitaria", "imaginarios juveniles" (pese a
lo pantanosa que puede resultar esta última). Es una mirada que trata de no
perder al sujeto juvenil pero que busca entenderlo en sus múltiples "papeles"
e interacciones sociales.
Los otros
Un tema recurrente en los
estudios sobre juventud, no por obsesión de los analistas, sino porque aparece
de manera explícitamente formulada por los jóvenes, es el de lo otro o "el
otro", para hacer referencia -casi siempre- al "antagonista", o
"alteridad radical", que otorga mas allá de las diferencias, por
ejemplo socioeconómicas y regionales, un sentimiento de pertenencia a un
"nosotros". La identidad es centralmente una categoría de carácter
racional (identificación - diferenciación). Todos los grupos sociales tienden a
instaurar su propia alteridad. La construcción simbólica "nosotros los
jóvenes" instaura diferentes alteridades principal aunque no
exclusivamente, con respecto a la autoridad: la policía, el gobierno los
viejos, etcéteras.
Diferentes estudios se han
ocupado de construir corpus de representaciones en los que es posible analizar
las separaciones, las fronteras, los muros que las culturas juveniles
construyen para configurar sus mundos. Más allá de la dimensión
antropoformizada de esas alteridades (policía-gobierno, maestros-escuela),
algunos trabajos que trascienden lo puramente descriptivo, -han señalado que
estas figuras representan un orden social, al que se califica como represor e
injusto. Esto puede parecer una obviedad, pero en tanto en el campo de estudios
sobre la juventud no se logra trascender la anécdota ni el dato empírico19, el
énfasis analítico en los procesos, de construcción de la alteridad queda
atrapado en las queda atrapada en las propias figuras con que se las representa.
Proyecto y acción colectiva
Algunos de los enfoques clásicos
en torno a la conceptualización de proyecto político y acción colectiva han
cendrado prioritariamente su mirada en aquellas formas de participación
formales, explicitas, orientadas y estables en el tiempo (por ejemplo, el
primer Touraine, 1994), con la consecuente teorización que parece reconocer
solo como cultura política aquellas representaciones y formas de acción
formales y explicitas. Este tipo de intelección ha provocado que las grupalidades
juveniles, efímeras, cambiantes, implícitas en sus formulaciones, sean leídas
como carentes de un proyecto político y que se reduzca su relación en este
ámbito, por ejemplo, a la participación electoral20".
Paulatinameme y en relación con
la literatura sobre nuevos movimientos sociales y las reconceptualizaciones
sobre lo político (el mismo Touraine, 1992; Melucci 1989; Offe, 1990;
Maffesolli 1990; Lechner, 1995), aparece en la literatura sobre juventud una
revaloración de lo político que deja de, estar situado mas allá del sujeto
constituyendo una esfera autónoma y especializada; y adquiere corporeidad en
las practicas cotidianas de los actores, en los intersticios que los poderes no
pueden vigilar.
19 En algunos casos, no se logra
una separación entre la "militancia" en la lucha por los derechos
humanos de los jóvenes, de la tarea de producir conocimiento. En diversas y
numerosas reuniones donde se abordan temas relacionados con la juventud, muchos
asistentes demandan que se hable un lenguaje "común", que "se
renuncie a la teoría", que se hable de las cosas que "verdaderamente
afectan a los jóvenes", en una especie de populismo que confunde espacios
y fines. Ello ha obstaculizado, no sólo en el caso de los jóvenes, sino también
en el de las mujeres, los indígenas y algunas otras "minorías", la
posibilidad de un debate riguroso que pueda ayudar a dinamizar los movimientos
sociales.
20 Un ejemplo de la reducción de
lo político a la cuestión electoral, puede verse en el balance realizado en
México por R, Becerra Laguna (1996)
La política no es un sistema
rígido de normas para los jóvenes, es mas bien una red variable de creencias,
un bricolaje de formas y estilos de vida, estrechamente vinculado a la cultura,
entendida esta como "Vehiculo o medio por el que la relación entre los
grupos es llevada a cabo" (Jameson; 1993).
Sin embargo, es imponente
reconocer que las articulaciones entre culturas juveniles y política están
lejos de haber sido finamente trabajadas, y que en términos generales estas
relaciones se han venido construyendo como una relación de negatividad, es
decir, como negación o descalificación de los constitutivos políticos en las
representaciones y acciones juveniles21.
El punto de quiebre
Por otra parte, los estudios en
torno a los jóvenes que transitan por las anas "predecibles" tienden
a ser disperses y escasos. Otra característica muy importante de esta
literatura, es que en vanos casos el objeto principal de estudio no lo
constituyen los jóvenes, sino que son enfoques centrados por ejemplo en el
aparato escolar, en las comunidades eclesiales de base u otros grupos de
carácter religioso, en las fabricas, en los sindicatos, cuyos autores están mas
interesados en los modos de funcionamiento de instituciones y espacios que en
las culturas juveniles. Los jóvenes aparecen entonces en su rol de
"estudiantes", de ''empleados", de "creyentes", de
"obreros" En este sentido, son la narrativa cinematográfica y la
literatura las que han logrado interesantes acercamientos analíticos y críticos
en torno a los espacios tradicionales de socialización de los jóvenes, como la
escuela, la familia, el trabajo, sin "perder" al sujeto
juvenil".
El desencuentro entre la
producción de conocimiento de la vertiente que se ocupa de los
"no-institucionales" y la que se ocupa de los
"incorporados" es profundo, y da como resultado, para una y para
otra, análisis parciales en los que hay, de un lado, insuficiente tratamiento
de los aspectos estructurales e institucionales, no necesariamente antagónicos
a las expresiones culturales juveniles y, de otro lado, una focalización en la
institución en detrimento de la especificidad juvenil. De un lado, sujetos sin
estructura; de otro, estructuras sin sujetos. Un nuevo filón, que pudiera
constituirse como punto de equilibrio entre estas perspectivas, lo constituyen
los estudios que se ocupan del consume cultural juvenil. La relación con los
bienes culturales como lugar de la negociación-tensión con los significados
sociales. El consumo cultural como forma de identificación-diferenciación
social (Bourdieu, 1988; García Canclini, 1991), que coloca al centro del debate
la importancia que en términos de la dinámica social tiene hoy en día
consolidación de una cultura-mundo que repercute en los modos de vida, los
patrones socioculturales, el aprendizaje y fundamentalmente en la interacción
Aquí se muestra al joven como un
actor posicionado socioculturalmente, lo que significa que hay una preocupación
por comprender las interrelaciones entre los distintos ámbitos de pertenencia
del joven -la familia, la escuela, el grupo de pares-, al tiempo que se
enfatiza en el sentido otorgado por los jóvenes a la grupalización, con el
significado de "comunidades imaginarias" (Anderson, 1983) a las
cuales adscribirse,
El reconocimiento de la
insuficiencia de perspectivas que han "parcializado al joven, mostrándolo
de manera excluyente como alternativo o como integrado, ha representado un
punto de quiebre en los discursos comprensivos sobre estos actores sociales y,
al mismo tiempo, ha inaugurado un modo de acercamiento que
21 Creo firmemente que 105
zapatitas y en concreto el "Sup Marcos" han sabido captar (y
aprovechar) con precisión; este sentido polifónico de lo político en los
jóvenes Por ejemplo los programas especiales en MTV Latino, la muy reciente la
canción del Sup, en la que a ritmo de rock, el Sup "rapea" las
consignas zapatistas "para todos, todo", que le ha costado severas
criticas, tantos de las derechas como de las izquierdas, incapaces -por
distintos motivos- de entender la necesidad de nuevos mecanismos de
interpelación a los jóvenes.
intenta mostrar que sin
"perder" la centralidad del genero, de la etnia, del territorio y,
manteniendo en tensión productiva las relaciones entre estructuras y sujetos,
resulta posible articular a los análisis la presencia de lo social sistemático
sin perder la especificidad del sujeto juvenil.
Pensar a los jóvenes en contextos
complejos demanda una mayor articulación entre las diferentes escalas
geopolíticas; locales y globales y, un tejido mas fino en la relación entre las
dimensiones subjetivas y los contextos macrosociales.
Resulta urgente
"deconstruir" el discurso que ha estigmatizado a los jóvenes, a los
empobrecidos principalmente, como los responsables del deterioro y la
violencia, ya que: "...la preocupación de la sociedad no es tanto por las
transformaciones y trastornos que la juventud esta viviendo, sino mas bien por
su participación como agente de la inseguridad que vivimos y por el
cuestionamiento que explosivamente hace la juventud de las mentiras que esta
sociedad se mete a si misma para seguir creyendo en una normalidad social que
el descontento político, la desmoralización y la agresividad expresiva de los
jóvenes están desenmascarando" (Martín Barbero, 1998;23).
Pensar a los jóvenes es una tarea
que se inscribe en el necesario debate sobre el horizonte de futuro. Si como ha
dicho García Canclini (1999) en la inevitabilidad globalizadora aparecen
"interrupciones" que ponen en cuestión su relate homogéneo, tal vez
la pregunta por los jóvenes ayude a visualizar caminos alternos.
La discusión hasta aquí planteada
tiene un doble objetivo: de un lado, reconocer las fortalezas y debilidades en
el conocimiento producido en torno a los jóvenes, como condición reflexiva para
comprender con creatividad y rigor los cambios que, en el siglo que arranca,
están experimentando las culturas juveniles; de otro lado, se trata de sentar
las bases para replantear un conjunto de conceptos, estrategias metodológicas,
análisis empíricos e interpretaciones que se abordan a partir del siguiente
capitulo. Me ha parecido fundamental hacer explicito el lugar desde el que
parto para intentar estas reformulaciones.
CAPITULO 2
NOMBRAR LA IDENTIDAD
UN INSTRUMENTO CARTOGRAFICO
En rigor, no tiene mucho sentido
la búsqueda
de "una" identidad;
seria más correcto pensarla a
partir de su interacción con
otras identidades,
construidas según otros puntos de
vista. Desde esta
perspectiva la
"autenticidad" e "inautenticidad" se
toma una conceplualizacion
inadecuada En la
medida en que es socialmente
plausible, una
identidad es valida, lo que no
significa que sea
verdadera o falsa.
RENATO ORTIZ (1996)
La constricción de lo juvenil
Los jovenes en tanto categoría
social construida no tienen una existencia autónoma, es decir al margen del
resto social, se encuentran inmersos en la red de relaciones y de interacciones
sociales múltiples y complejas.
Para situar al sujeto juvenil en
un contexto histórico y sociopolítico, resultan insuficientes las concreciones
empíricas, si estas se piensan con independencia de los criterios de
clasificación y principios de diferenciación social que las distintas
sociedades establecen para sus distintos miembros y clases de edad.
A este respecto Bourdieu (1994)
ha señalado que las relaciones entre, la edad biológica y la edad social son
muy complejas y que "hablar de los jóvenes como de, una unidad social, de
un grupo constituido, que posee intereses comunes, y referir estos intereses a
una edad definida biológicamente, constituye una manipulación evidente".
Lo que este planteamiento permite inferir es la necesidad de realizar análisis
en, una doble perspectiva. De un lado, lo que aquí se define como una
"historia cultural de la juventud", que al develar las relaciones de
fuerza que crean las divisiones sociales de clases y de edad en procesos
históricamente situados, permite romper con definiciones esencialitas y ubicar
la problemática juvenil en una perspectiva que no se agota en el dato
biológico. De otro lado, lo que llamaremos el análisis empírico de las identidades
juveniles, que al colocarse etnográficamente en las interacciones y
configuraciones que van asumiendo las grupalidades juveniles, permite entender
la enorme diversidad que cabe en la categoría "jóvenes" y salir así
de la simplificación de lo joven como dato dado.
En relación con los modos en que
la sociedad occidental contemporánea ha construido la categoría
"joven", es importante enfatizar que los jóvenes, en tamo sujeto
social, constituyen un universo social cambiante y discontinuo, cuyas características
son resultado de una negociación-tensión entre la categoría sociocultural
asignada por la sociedad particular y la actualización subjetiva que sujetos
concretes llevan a cabo a partir de la interiorización diferenciada de los
esquemas de la cultura vigente.
En el capitulo anterior se
plantea que son tres las condiciones constitutivas centrales desde las que se
ha configurado y clasificado socialmente al sujeto juvenil en el mundo
contemporáneo los dispositivos sociales de socialización-capacitación de la
fuerza de, trabajo; el discurso jurídico y industria cultural. Aunada a estas
tres esferas, hoy una dimensión muy importante esta conformada por los dominios
tecnológicos y la globalización.
Ello significa que los jóvenes
han adquirido visibilidad social como actores diferenciados
a) 2 través de su paso, por
afirmación o negatividad, por las instituciones de socialización,
b) por el conjunto de políticas y
normas jurídicas que definen su estatuto ciudadano para protegerlo y
castigarlo,
c) por la frecuentación, consumo
y acceso a un cierto tipo de bienes simbólicos y productos culturales
específicos.
En los dos primeros ámbitos en el
de la socialización y en el del discurso jurídico los jóvenes han sido
definidos en términos generales como sujetos pasivos que se clasifican en
función de las competencias y atributos que una sociedad particular considera
deseables en las generaciones de relevo para darle continuidad al modelo
asumido.
Sin embargo, y quizás aquí
estribe una de las pistas claves para entender las transformaciones en los
modos de socialidad juvenil (Maffessoli, 1990), el ámbito de las industrias
culturales ha consolidado sus dominios mediante una conceptualización activa
del sujeto, generando espacios para la producción, reconocimiento e inclusión
de la diversidad cultural juvenil.
Es decir, mientras las
instituciones sociales y los discursos que de ellas emanan (la escuela, el
gobierno en sus diferentes niveles, los partidos políticos, etc.), tienden a
"cerrar" el espectro de posibilidades de la categoría joven y a fijar
en una rígida normatividad los limites de la acción de este sujeto social, las
industrias culturales han abierto y desregularizado el espacio para la
inclusión de la diversidad estética y ética juvenil.
Lo cultural tiene hoy un papel
protagónico en todas las esferas de la vida. Puede aventurarse la afirmación de
que se ha constituido en un espacio al que se han subordinado las demás esferas
constitutivas de las identidades juveniles. Es en el ámbito de los
significados, los bienes y los productos culturales donde el sujeto juvenil
adquiere sus distintas especificidades y donde despliega su visibilidad como
actor situado socialmente con esquemas de representación que configuran campos
de acción diferenciados.
Es pues, de manera privilegiada,
en el ámbito de las expresiones culturales donde los jóvenes se vuelven
visibles como actores sociales.
De mapas y hologramas
Aunque los estudios sobre
juventud poco a poco empiezan a ocupar un lugar en el conjunto de las ciencias
sociales, es necesario reconocer que el tema en América Latina, en general, no
surge como un objeto de investigación en el ámbito académico propiamente dicho.
Sin desconocer o restar importancia a las conclusiones que diferentes
académicos han hecho al avance en la comprensión de las culturas juveniles, hay
que señalar que en América Latina han sido en buena medida las los organismos
no gubernamentales, enfrentados a una problemática cotidiana, creciente y
desgarradora, en un contexto de violencia y empobrecimiento, los que han ido
colocando el Lema como un asunto vital para las sociedades y volviéndolo
visible para las agendas financiadoras.
Aunque este no es el case de
México, donde el lema ha estado mas claramente vinculado a los ámbitos
académicos de reflexión, este planteamiento no deja de resultar interesante en
la medida en que devela una problemática que no ha sido abordada con suficiente
profundidad. En algunos países, especialmente en la región sudamericana,
enfrentarse a una violencia social temprana, protagonizada en buena medida por
los sectores más jóvenes de la sociedad, llevo a diversas organizaciones no
gubernamentales a un trabajo urgente sobre el terreno. Ello deriva en un
excelente trabajo cotidiano de intervención realizado en medio de unas coyunturas
dramáticas, que han dificultado un proceso más pausado de reflexión teórica. En
los encuentros latinoamericanos sobre juventud, la queja recurrente de quienes
tienen la responsabilidad de operar programas de atención a la juventud, es
siempre la falta de tiempo para "recuperar la practica", como suele
decir-se en la investigación-acción. Así que existen infinidad de experiencias
muy interesantes y ricas en resultados y en intuiciones que se agotan en la
propia práctica sin ayudar a reformular la teoría.
Esto, a su vez, genera otro
problema: la falta de mapas para los organismos públicos responsables del
diseño y aplicación de políticas publicas para la juventud. La
"casuística" resulta un instrumento débil para oponer al discurso
autoritario y paternal con que los gobiernos de la región suelen abordar el
tema de la juventud.
En este sentido, el (casi
histórico) desencuentro entre los que se dedican a las tareas de promoción
social y los académicos ha derivado en una especie de torre de Babel, en la que
cada investigador o estudioso construye y nombra de maneras diferentes tanto la
categoría sociológica "juventud" como las concreciones empíricas, lo
que ocasiona una confusión de pianos y de modos de nombrar las practicas
agregativas y a sus actores.
A partir de un proceso exhaustivo
de revisión bibliográfica de estudios, monografías y artículos, y de mi
práctica de investigación, propongo aquí una categorización, que es de
conferirles su especificidad a las distintas manifestaciones y expresiones
sociales que hoy día asumen los jóvenes.
En relación con las concreciones
empíricas de los modos de agregación e interacción juvenil, se plantean cuatro
conceptos clave:
• E1 grupo: este concepto hace
referencia a la reunión de varios jóvenes que no supone organicidad, cuyo
sentido esta dado por las condiciones de espacio y tiempo.
• El colectivo: refiere a la
reunión de varios jóvenes que exige cierta organicidad y cuyo sentido
prioritariamente esta dado por un proyecto o actividad compartida; sus miembros
pueden o no compartir una adscripción identitaria, cosa que es poco frecuente.
• Movimiento juvenil: supone la
presencia de un conflicto y de un objeto social en disputa que convoca a los
actores juveniles en el espacio público. Es de carácter táctico y puede implicar
la alianza de diversos colectivos o grupos.
• Identidades juveniles: nombra
de manera genérica la adscripción a una propuesta identitaria: punks, taggers,
skinheads, rockeros, góticos, metaleros, okupas, etcétera.
Se proponen además tres conceptos
ordenadores cuya pertinencia esta dada por el tipo de mirada privilegiada por
el observador externo:
• Agregación juvenil: permite dar
cuenta de las formas de grupalización de los jóvenes.
• Adscripciones identitarias:
nombra los procesos socioculturales mediante los cuales los jóvenes se
adscriben presencial o simbólicamente a ciertas identidades sociales y asumen
unos discursos, unas estéticas y unas practicas.
• Culturas juveniles: hace
referencia al conjunto heterogéneo de expresiones y prácticas socioculturales
juveniles26
Las formas, situaciones y
procesos que recogen los conceptos aquí propuestos no son equivalentes y
nombran distintas cosas. Mirar a los jóvenes en tanto sujetos de estudio supone
la explicación del punto de vista del observador y la objetivación de los modos
en que construye su objeto. El riesgo de no establecer las distinciones
analíticas pertinentes es el de permanecer atrapados en la esencialización de
lo joven, como si este fuera un dato "natural" y no, como de hecho
es, una construcción social e histórica.
En tal sentido, las criticas
demoledoras de Carlos Monsiváis son absolutamente pertinentes por ejemplo
cuando señala; "no he visto nunca volar a nadie como joven", o cuando
afirma "yo nunca fui joven" (1996:9). Mas allá del (delicioso)
sarcasmo, tras estas declaraciones lo que se revela es que cualquier intento de
construir una definición univoca de los jóvenes se estrella contra lo efímero
de la categoría y contra la evidencia de que hay una dificultad de
"arranque" en cualquier intento clasificador.
Es simplista plantear que los
obreros, por ejemplo, pueden definirse exclusivamente por una actividad
productiva; las mujeres, por la diferencia biológica; los indígenas, por su
pertenencia a una etnia; los ecologistas, por su defensa de los ecosistemas, y
por lo tanto, los jóvenes por su edad. Las identidades sociales no son
monocausales, por el contrario están compleja y multidimensionalmente
articuladas a un conjunto de elementos sociales, económicos, políticos.
Los planteamientos que se contentan
con la fijación de unos límites de edad, no habrán hecho nada más que una
operación clasificatoria de sentido común. La posibilidad de sostener que puede
hablarse de un sujeto juvenil, supone la elaboración de múltiples
articulaciones, que ancladas efectivamente en unos rangos de edad, sean capaces
de dar cuenta de los arraigos empíricos en que esa edad deja de ser dato
natural y se convierte en un revelador de modos particulares de experimentar y
participar del mundo.
Es importante señalar, sin embargo,
que la crisis estructural y simbólica de la sociedad contemporánea ha
incrementado el autoidentificador "nosotros los jóvenes". Para los
estudiosos de estos fenómenos, ese es un dato constatable, empíricamente
verificable. Pero, ¿qué significa esto?, ¿hoy si hay jóvenes y en otras etapas
no hubo? Hay una enorme
26 Algunos estudiosos han
planteado de manera reciente la noción de "mundos juveniles", sin
embargo, a mi juicio esto resulta sumamente problemático, en tanto es un
concepto fenomenológico (mundos de la vida de I lusscrl), cuyo sentido es el de
referir los saberes sociales de fondo, históricamente construidos y
culturalmente adquiridos, Mientras que en relación con los jóvenes se ha usado
para agrupar bajo esta nación uno la "expresión", como la
representación de la expresión. Por unto, me parece que genera mis problemas de
los que resuelve.
dificultad para responder de
manera rigurosa esta pregunta. Si fuera valido hacer un símil con las
identidades
"femeninas", la
pregunta seria igual de complicada; el hecho de que las mujeres se pensaran a
si mismas como una identidad cultural diferenciada solo recientemente,
¿significa que las mujeres no existían mas allá de la diferencia biológica? En
parte, la respuesta a esta pregunta estaría dada por las condiciones que
hicieron que las mujeres accedieran a la posibilidad de pronunciarse con
respecto a si mismas. Por el memento, creo que esta pregunta en relación con
los jóvenes no tiene ciertamente una respuesta univoca; pero, en el mismo
sentido de las mujeres, en la sociedad contemporánea se han dado las
condiciones para que los jóvenes se vuelvan visibles como actores sociales para
el los mismos y para la sociedad.
También señalemos que la
explosión de los referentes identitarios, en paradójica reciprocidad con el
debilitamiento de los ritos de pasaje propios de esta época, contribuye a que
los jóvenes encuentren en sus colectivos una identificación mediada no solo por
la especificidad de los colectivos en cuestión, sino por la edad, z la que
ciertas identidades juveniles tienden a dar mucha importancia para explicar el
sentido de realización y bienestar .que proporciona compartir con iguales un
horizonte de vida. Es curioso que mientras el discurso académico se esfuerza
por dotar de complejidad y de constitutivos múltiples el referente
"joven", ellos parecen muy cómodos con asumirse a si mismos como
tales, como si al pronunciar la (rase "nosotros los jóvenes"
estuvieran apelando a una verdad de carácter universal y autoevidente.
Sin embargo, para el analista, el
problema estriba en la elaboración de un andamiaje que permita argumentar que
los jóvenes constituyen no solo un objeto-problema-legitimo, analíticamente
hablando, sino además una categoría sociocultural diferenciable del resto
social, sin caer en la reducción a los rangos de edad pero sin prescindir de
estos.
Entre lo efímero y los
compromisos itinerantes
La multiplicidad de sentidos
propia de la sociedad de fin de milenio disloca los dispositivos
cohesiona-dores de la vida social. De un lado, esta multiplicidad de referentes
ha significado un desfase o, para decirlo con Giddens (1993), un
"desanclaje" entre las practicas y el sentido de las practicas que ha
derivado en lo que podría considerarse una especie de "implosión"",
es decir en un quiebre hacia adentro del sistema-mundo de la vida, que erosiona
el tejido social y, al poner en crisis los metarrelatos dominantes, genera
incertidumbre. Pero, de otro lado, esta misma multiplicidad ha representado o
puede representar una refundación de un pacto social abierto a la pluralidad.
Esta paradoja social, la
incertidumbre como única certidumbre, la posibilidad de un nuevo orden de cosas
a partir de la erosión, es condición fundamental para entender la gestión
político-cultural de los jóvenes en estos momentos de desplazamientos y
tránsitos.
Los jóvenes en tanto sujetos
empíricos no constituyen un sujeto monopasional que pueda ser
"etiquetable" simplistamente como un todo homogéneo; estamos ante una
heterogeneidad de actores -que se constituyen en el curso de su propia acción,
y practicas que se agrupan y se desagrupan en microdisidencias comunitarias en
las que caben distintas formas de respuesta y actitudes frente al poder
(Reguillo, 1993).
La ecología, la libertad sexual,
la paz, los derechos humanos, la defensa de las tradiciones, la expansión de la
conciencia, el rock, se convierten en banderas, en objetos-emblema que agrupan,
que dan identidad y establecen las diferencias entre los jóvenes. Otros,
transitan en el anonimato, en el pragmatismo individualista, en el hedonismo
mercantil y el gozo del consume; para otros no hay opciones, son los
desechables, "para los que la muerte se convierte en una experiencia mas
fuerte que la vida" (Martín Barbero, 1993) embargo, pese a las
especificidades y diferencias dadas por la situación y la ubicación social que
guarda cada grupo de jóvenes, todos parecen compartir una idea precaria del
futuro y experimentar la vivencia del tiempo discontinuo.
Para pensar esta discontinuidad,
es útil aquí reflexionar con Bourdieu (1994) a propósito de los jóvenes y los
"trayectos de vida". Refiriéndose al campo escolar, señala el
"(antiguamente) había trayectorias relativamente claras: el que pasaba del
certificado de estudios primarios entraba a un curso complementario, una
escuela secundaria o un liceo; estas trayectorias estaban ciertamente
jerarquizadas y nadie se confundía (...) El sistema escolar antiguo obligaba a
interiorizar profundamente los límites (...) como algo justo e
inevitable".
Este señalamiento puede
trasladarse a otros ámbitos de la vida, el trabajo, el matrimonio, la
paternidad o maternidad, como metas-destino previsibles y más o menos
inevitables. Pero, fundamentalmente, lo que interesa de estas claras
trayectorias" es lo relativo a la reproducción social y a la continuidad
de la organización social a través de las practicas.
Desdibujados los referentes que
le dan cohesión sentido a la vida social, esta no se presenta ya mas como una
continuidad espacio-temporal. La
diversificación, complejización y, especialmente, el deterioro de los
mecanismos de integración de la sociedad actual, han significado que la vida
para todos los actores sociales, pero particularmente para los jóvenes, se presenta
como incertidumbre.
Los trayectos de vida que podían
preverse en sus distintas etapas y en función de las metas a conseguir, están
sujetos hoy más que nunca a los avatares que experimenta un sistema de
instituciones caducas o incapaces de entender las crecientes demandas, sociales
y de ofrecer alternativas.
Por ejemplo, la crisis en el
sistema educativo que no atina a incorporar los cambios acelerados que
experimenta la sociedad. Por citar un indicador, puede señalarse el
crecimiento-expansivo de las tecnologías de comunicación que, entre otras
cosas, convierten al ciudadano de fin de milenio en un actor conectado a
múltiples redes e interpelado por discursos muchas veces incompatibles.
A través de la música, de los
llamados "fanzines", del acceso a la información mediante complejas
redes internacionalizadas y, especialmente, a través de la porosidad
comunicativa entre distintos colectivos juveniles, los jóvenes han rebasado a
la institución escolar que permanece, en términos generales, al margen de los
procesos de configuración sociocultural de las identidades juveniles, y sigue
pensando al "joven" como "ejemplo de libro de texto" con un
proceso de desarrollo lineal que debe cubrir ciertas etapas y expresar ciertos
comportamientos.
Sin negar u descalificar la
importancia de la dimensión psicológica en la conformación del joven como
identidad social, ha existido un abuso de argumentos psicologistas -que no
psicológicos-, que ha penetrado el discurso educativo con una grave
simplificación de las conductas juveniles. Entonces, un elemento que debiera
ser lomado muy en seno, el de los procesos psicológicos profundos, que
permitiría un entendimiento mucho mas integral, se conviene, desde el poder, en
mirada condescendiente, en palmadita afectuosa que se da con el aliento
contenido en la esperanza de que la "enfermedad juvenil" desaparezca
y no obligue a la aplicación de correctivos.
Así, ciertas marcas identitarias
(por ejemplo las rastas en el pelo, los tatuajes, las perforaciones en
distintas del cuerpo), ciertas practicas (el uso constante de walkmans, como si
se tratara de una prótesis; el graffiti, los tags o firmas en las paredes; el
slam) y el uso de drogas blandas y duras, no encuentran en este discurso
explicación que no se agote en las características naturales de los
jóvenes", cuya inclinación positiva es trastocada por la
"desintegración familiar" o "la perdida de valores
sociales".
La escuela se erige en fiscal,
juez y jurado, pero difícilmente se asume como parte de la problemática de las
culturas juveniles y mucho menos como propiciadora de esa problemática por su
incapacidad de entender que el ecosistema bidimensional que descansaba
centralmente en la alianza familia-escuela ha sido agotado, y que entre una y
otra institución hay un conjunto complejo de dispositivos mediadores, entre
ellos los medios de comunicación, que posibilitan al joven el acceso simultaneo
a distintos mundos posibles.
La dimensión expresiva de las
culturas juveniles no se reduce al comportamiento más o menos alocado de unos "no-niños,
no-adultos", en sus prácticas y lecturas del mundo radican pistas clave
para descifrar las posibles configuraciones que asuma la sociedad.
Es en este sentido que los
planteamientos de la antropóloga Margaret Mead17, hechos en 1969, cobran una vigencia
particularmente relevante. Mead recurre a un triple esquema para explicar la
reproducción sociocultural; para ella existen tres tipos de culturas;
a) la posfigurativa que en
términos simples es aquella en la que los niños aprenden de sus mayores. El
presente y el futuro están anclados en el pasado. Son propiamente las culturas
de la tradición;
27 Agradezco profundamente a
Jesús Martín Barbero haber llamado mi atención sobre un texto de Mead, Cultura
y Compromiso, y sugerirme pistas centrales y algunas de las claves para la
interpretación de este texto a la luz del momento
b) la cofigurativa es aquella en
la que tanto niños como adultos aprenden de sus pares. El futuro está anclado
en el presente. Son propiamente las culturas de la modernidad avanzada;
c) la prefigurativa es aquella
cultura en la que los adultos aprenden de los niños; para Mead se trata de un
momento histórico sin precedentes "en el que los jóvenes adquieren y
asumen una nueva autoridad mediante su captación prefigurativa del futuro desconocido"
(1970; 35).
Hay que señalar que toda
clasificación es arbitraria planteada siempre en función de ciertos supuestos;
en tal sentido, lo que interesa rescatar de Mead, es el señalamiento de que la
sociedad esta experimentando un nuevo momento cultural, donde pasado y presente
se reconfiguran a parir de un futuro incierto y que son los jóvenes los actores
"mejor dotados" para asumir la irreversibilidad de los cambios
operados por elementos tales como la mundialización, el desarrollo iconológico,
la internacionalización de la sociedad, entre otros.
De maneras diversas, algunos
estudiosos de la juventud hemos señalado que las representaciones y practicas
juveniles debieran ser leídas como “metáforas del cambio social28. Aceptar este
planteamiento permitiría romper con ciertas lecturas lineales que solo atienden
a las actitudes contestatarias o impugnadoras de los jóvenes, y privilegiar un
acercamiento en términos de cambio social, es decir, "hacer hablar"
al conjunto de elementos que entre los jóvenes apuntan a "nuevas"
concepciones de la política, de lo social, de la cultura, en lo general; y, en
lo particular, a los modos de relación con el propio cuerpo, con los elementos
mágico-religiosos, con las instituciones. Porque el análisis de estas
dimensiones revela las formas y contenidos que puede ir asumiendo la sociedad.
La propuesta de Mead debe ser
colocada en referencia a la multitemporalidad de los procesos sociales,
especialmente en el caso de América Latina, lo que significa hacerse cargo de
que nuestra modernidad debe ser entendida como un presente que comporta una
vasta historia de signos culturales heterogéneos” (Hopenhayn, 1995). En otras
palabras, al interior de una misma sociedad pueden presentarse simultáneamente
formas post, co y prefigurativas que, coincidiendo en el espacio y en el
tiempo, no comparen los modos de relacionarse con el futuro y con el pasado29,
vectores que modalizan las relaciones sociales.
Pese a ello y sin dejar de
reconocer el peligro de las generalizaciones, pensar que el mundo se esta
desplazando hacia formas culturales prefigurativas posibilita colocar el
análisis de las culturas juveniles como lugares de nuevas síntesis
sociopolíticas que están construyendo referentes simbólicos distintos a los del
mundo adulto, o bien, usándolos de maneras diferentes.
Mead, juega con una analogía
interesante. Los jóvenes pensados como los primeros colonos o pioneros de la
formación del nuevo mundo. Para la antropóloga, la figura del sujeto juvenil en
la sociedad actual se asemeja a:
"los inmigrantes que
llegaban como pioneros de una nueva comarca, sin ningún conocimiento acerca de
lo que les exigirían sus nuevas condiciones sociales. Los últimos en llegar
podían tomar come modelos a sus grupos de pares. Pero entre los que inauguraban
la corriente, los adultos jóvenes tenían por único modelo sus propias
adaptaciones e innovaciones experimentales. Su pasado, la cultura que había
plasmado su comprensión sus pensamientos, sus sentimientos y sus concepciones
del mundo no eran una guía segura para el presente. Y los ancianos que los
acompañaban, alados al pasado, no podían proporcionarles modelos para el
futuro" (1970).
Distintas adscripciones
identitarias juveniles y los colectivos a que estas, dan forma revelan como una
constante la gran capacidad de adaptación de los jóvenes ante situaciones
novedosas y la experimentación innovadora y esencialmente desacralizadora, como
actitudes y competencias a través de las cuales se posicionan en el mundo.
Desde luego puede argumentarse que esto es una consume histórica que se repite,
en la medida en que han sido los adultos jóvenes los que en diferentes etapas
históricas han "roto" o por lo menos reformulado los sentidos
sociales dominantes. Sin embargo, la analogía de Mead coloca como un punto clave
para la reflexión el quiebre en los modos de transmisión de los conocimientos y
valores de una sociedad.
28 De manera pionera esta idea ha
sido desarrollada por el investigador catalán Carles Feixa (1988).
29 Por ejemplo entre los pueblos
indígenas, la tradición esta anclada en un respeto profundo por los ancianos,
lo que es vivido por cientos de jóvenes indígenas como un orden absolutamente
natural. Situación que coexiste en un México donde diversos colectivos
juveniles guardan hoy profunda distancia (crítica) respecto de instituciones y
practicas del mundo adulto y oficial.
En tal sentido, la novedad que
comportan las culturas juveniles para la vida social escriba, no tanto en sus
prácticas mas o menos irruptivas o disrrptivas o en su resistencia a la
socialización, sino fundamentalmente en la velocidad y capacidad de
procesamiento de la información que hoy, de manera inedia, circula por el
planeta.
A esta forma de integrar
conocimientos de muy diversa índole para producir "nuevos"
significados, la llamé en 1995 después de un prolongado trabajo de campo entre
bandas juveniles30, cuyas representaciones del mundo si bien tendían a
reproducir algunos esquemas de una cultura machista, religiosa y homofóbica,
hablan encontrado maneras novedosas para resistir las condiciones de miseria y
opresión en las que se encontraban inmersos, transformando por ejemplo,
mediante complejas operaciones cognitivas y simbólicas, los estigmas sociales
que sobre ellos pesaban en emblemas identitarios.
Hoy, esta metáfora orgánica, la
del metabolismo acelerado puede ser sustituida por una metáfora tecnológica,
visual y auditiva el videoclip.
El videoclip rompen la lógica
narrativa al generar un discurso sincrético de “imposibles narrativos”
(Reséndiz, 1991), que se encuentran fuera de los relates de la modernidad. Su
especificidad expresiva radica en la ruptura espacio- temporal" de los
elementos audiovisuales. Para este autor, el encadenamiento no visual de los
enunciados del videoclip "no puede leerse desde el espacio cognitivo del
discurso de la modernidad". Son otros los mapas que se requieren para
codificar y decodificar el sentido y las formas de esta narrativa, que no solo
se sobrevive a si misma, cosa que se preguntaba Resendiz en 1991, sino y que
parece afianzarse, mas allá de su especificidad como "genero" o
"formato", como "estilo expresivo"31.
El término clip que le otorga un
sentido distinto y particular al video: "como instrumento para unir dos
conceptos", es el que señala lo que anticipaba Resendiz, el videoclip como
condensador de múltiples discursos propios de la sociedad industrial avanzada:
el cine, la publicidad, la imagen digitalizada, la coreografía, la música, el
decorado.
Decir que los jóvenes piensan en
videoclip (el mundo como una sucesión de imágenes, no necesariamente armónicas
y coherentes), es una forma de aludir a los modos condensados de representación
y acción de las culturas juveniles, que con nuevo lenguajes o mejor, nuevas
síntesis, parecen señalar a través de sus prácticas y expresiones cotidianas
que han rebasado los modelos post y cofigurativos.
Si el palimpsesto ha sido una
figura clave para interpretar los procesos de apropiación y resistencia de las
cultures populares, hoy, es la figura del hipertexto la que mejor permite
acercarse y comprender los procesos de configuración simbólica y social de las
culturas juveniles. El hipertexto, mas que una reescritura (como lo implica el
palimpsesto) supone la combinación infinita y los constantes links ligaduras)
que reintroducen permanentemente un cambio de sentido tanto en su acepción de
dirección como de significación. Se puede ir hacia adelante o hacia atrás,
hacia un lado o hacia el otro, arriba o abajo y en otro plano, al saltar de un
site a otro puede perderse de vista el punto de partida o el "sentido
original" (aunque la 'Ventana inicial" permanezca ahí, lista para ser
activada), lo que para estos navegantes, los jóvenes, es irrelevante, en la
medida en que cada "salto" los coloca con renovado entusiasmo en un
nuevo lugar. En buena medida esto ha ocasionado muchas dificultades tamo para
IDS estudiosos de las culturas juveniles como para las instituciones de control
social, para "fijar" a los sujetos y comprender el sentido de sus
prácticas.
Como los inmigrantes precursores
de Mead, las culturas juveniles parecen "adaptarse e interpretar el mundo
contemporáneo con mayor facilidad que los adultos socializados por el discurso
lineal y continuo de la modernidad, entrenados para la decodificación binaria
del mundo (hombre/mujer, blanco/negro, cielo/infierno)
30 Esta experiencia esta recogida
en el libro En la colle otra vez Las bandas juveniles, texto que fue
actualizado en 1995.
31 El cine, por ejemplo, ha ido
incorporando elementos del videoclip.
Los quiebres de la identidad
Para intentar comprender los
sentidos que animan a los colectivos juveniles y a los jóvenes en general, hay
que desplazar la mirada de lo normativo, institucionalizado y del "deber
ser", hacia el terreno de lo incorporado y lo actuado; buscando que el eje
de "lectura" sea el propio joven que, a partir de las múltiples
mediaciones que lo configuran como actor social, "haga hablar" a la
institucionalidad. Las identidades juveniles no pueden pensarse al margen de
las transformaciones en las coordenadas espacio-temporales de la llamada
"sociedad red" (Castells, 1999); no resulta factible hacer su
análisis si se soslaya el importante papel que el mercado esta jugando en la
redefinición de las relaciones entre Estado y la sociedad.
El tiempo y el espacio son
coordenadas básicas para la vida social. Y también ellas se ven enfrentadas a
múltiples tensiones por la aceleración y la contracción o expansión (según se
vea) en la era de las nuevas tecnologías de información. La recepción en tiempo
real de las noticias-mundo y el acceso (desigual) a discursos y productos
culturales de todos los puntos del planeta, posible por los medios de
comunicación y la Internet, vuelven mucho mas complejo el panorama social para
el joven, en la medida en que lo acercan a representaciones que pueden entrar
en franca contradicción con los supuestos valorados localmente poniendo en
crisis la legitimidad de algunas representaciones, obligándolo a un reajuste
constante entre su experiencia inmediata y ciertos discursos que parecen cada
vez menos lejanos.
Las representaciones, los
sentidos de la vida, se ven enfrentados a una sensación de
"extrañamiento", que implica someter a prueba constante el valor
operado.
En términos prácticos ello
significa que hoy, como nunca, la identidad esta atravesada por fuerzas que
rebasan la dimensión local y la conectan a "comunidades imaginarias",
en el sentido manejado por Anderson (1983), que desbordan los limites
geográficos del Estado-nación. Por ello resulta fundamental indagar sobre; las
fuentes que nutren los imaginarios de los jóvenes y ubicar .los referentes a
los que atribuyera mayor o menor credibilidad y como a partir de estas fuentes
se derivan "programas" de acción.
Sin embargo, si algo parece claro
hoy día, es que a los fenómenos de globalización y desterritorialización
económica y mundialización de la cultura, se le oponen fenómenos de
"relocalización". Los jóvenes parecen "responder" a estos
flujos globales, dotando de sentido a "nuevos" territorios, que en
términos socioespaciales pueden ser pensados como "comunidades de
sentido"32, por ejemplo, el grupo en el barrio, el colectivo cultural o
político, etc., que, entre otras funciones, operan como una especie de
"circulo de protección" ante la incertidumbre provocada por un mundo
que se mueve mucho mas rápido que la capacidad del actor para producir
respuestas.
Por ello cobra un peso decisivo
la indagación en torno de los consumos culturales, que hay que pensar como una
categoría compleja, de carácter situacional y diferencial; resulta urgente
dotarla de una densidad mayor que la que la restringe al conteo de horas
empleadas en ver televisión o hablar con los amigos o leer el periódico.
Si "el consumo sirve para
pensar", como ha señalado García Canclini, es porque su análisis permite
entender las distintas configuraciones del mundo, que de maneras
contradictorias y complejas los jóvenes construyen a partir de sus vínculos con
las industrias culturales pero anclados en sus propios colectivos o lugares de
significación.
32 Concepto que retomo de los
trabajos del mexicano Guillermo OTXJZCO (1991) en relación con sus estudios
sobre audiencias activas.
Organizar el desconcierto
Los jóvenes, las mujeres, los
ecologistas, algunos movimientos indígenas y étnicos, constituyen hoy lo que
algunos teóricos de los movimientos sociales denominan "nuevos movimientos
sociales33" que en términos muy generales se distinguen por:
a) No partir de una composición
de clase social (aunque no la excluyen).
b) Organizarse en torno de
demandas por el reconocimiento social y la afirmación de la identidad (y no por
la búsqueda del poder).
c) Ser más defensivas que
ofensivos (lo que no necesariamente se traduce en mayor vulnerabilidad).
Pese a estas características,
estos movimientos sociales se han convertido en verdaderos agentes de
transformación social en la medida en que ellos tienden a ocupar espacios donde
no existen instituciones o donde estas han dejado de responder (según la
percepción de la gente) a las necesidades y demandas de la sociedad. Pero, mas
que interesar aquí un planteamiento acabado en torno de los movimientos
sociales, interesa utilizar la figure de los nuevos movimientos sociales para
entender el replanteamiento de las formas de organización de los jóvenes que
desbordan los modos tradicionales de acuerpamiento social.
Asumir que los jóvenes se agrupan
o debieran agruparse y organizarse alrededor de principios racionales inscritos
en la lógica de determinadas prácticas políticas, es cada vez menos un
principio operante, Al deterioro de las instituciones y formas de la política
"clásica", la respuesta, por la vía de la acción colectiva juvenil,
ha sido la de formación de asociaciones de distinta índole que cristalizan
intereses parciales de alcance limitado.
La tensión en la escena pública,
que se expresa, a través por ejemplo, de la visibilidad de cierta
"involución política" (el regreso de los autoritarismos) y la
emergencia de practicas mas abiertas y tolerantes -todavía deudoras de antiguas
herencias-, obliga a la cautela, Entonces, mas que hablar de "formas
organizativas novedosas", habría que hablar de "multiplicidad de
expresiones juveniles organizativas".
Sin implicar que sea un fenómeno
nuevo, puede decirse que a partir de la década de los 80 (que puede ubicarse de
manera laxa como el inicio de la crisis estructural de la llamada modernidad
tardía), los jóvenes han ido buscando y encontrando formas de organización que,
sin negar la vigencia -y poder de convocatoria- de las organizaciones
tradicionales (partidos, sindicatos, grupos de iglesia, clubes deportivos), se
separan de "lo tradicional" en dos cuestiones básicas: de un lado, se
trata de expresiones autogestivas, donde la responsabilidad recae sobre el
propio colectivo sin la intermediación o dirección de adultos o instituciones
formales (por ejemplo, grupos de bandas, de taggers, de góticos, de
anarcopunks, etc.); y de otro lado, la concepción social de una forma de poder
a través de la cual buscan alejar el autoritarismo.
Por supuesto, el objetivo no es
el de mitificar las expresiones organizativas juveniles, sino el de señalar
algunas de las características que, exploradas de manera cualitativa,
requerirían, para tener un panorama mas extenso, formas de objetivación
complementaria, datos "duros".
Resulta urgente captar la
heterogeneidad y la diversidad de expresiones organizativas juveniles, las que
aquí se han denominado "tradicionales" tanto como las emergentes, y
ubicar como se experimenta desde ellas el poder, la autoridad, la formulación
de proyecto(s), las formas de gestión, las formas de inclusión de sus miembros,
las estrategias de reclutamiento, las interacciones con otras organizaciones en
el piano horizontal (otros movimientos sociales) y vertical (con el Estado y
las instituciones gubernamentales) y, especialmente, los len-guajes que estas
organizaciones expresan como nuevos signos de lo político.
33 Entre otros, pueden mencionarse
a Touraint a Pizzomo y a Melucci.
CAPITULO 3
ENTRE: LA INSUMlSlÓN
Y LA OBEDIENCIA BIOPOLÍTICA DE
LAS CULTURAS JUVENILES
El control panóptico cumplía una
función importante; sus instituciones eran concebidas ante todo como cosos
correccionales. Su propósito aparente era retirar al preso del camino de la
perdición moral que había lomado por propia voluntad o al que se había visto
arrojado sin culpa suya; inculcarle hábitos que le permitieran volver al redil
de la "sociedad normal"; "detener la podredumbre moral",
combatir y vencer la pereza, la ineptitud, la falta de respeto por las normas
sociales o la indiferencia hacia ellas; todos esos males que se sumaban para
volverlo incapaz de llevar una vida normal".
ZYGMUNT BAUMAN (1999)
Las grandes revoluciones
históricas han inventado, entre otras cosas, los cuerpos ciudadanos, en el
sentido de modelar según los esquemas de los proyectos triunfadores como debía
ser este cuerpo en sus dimensiones públicas y privadas34. El cuerpo caliente y
masculino de la Grecia clásica, el cuerpo frío y negado de la época victoriana,
el cuerpo disciplinado de la Europa protestante, el cuerpo sufriente de la
tradición judeo-cristina,
34 Un excelente análisis de estos
elementos lo ofrece Richard Sennet, en su libro Carne y piedra (1997).
CAPITULO 5
NACIONES JUVENILES.
CIUDADANÍA: EL NOMBRE DE
LA INCLUSIÓN
Y aquí es donde uno se pregunta,
a partir de las relaciones entre antropología y comunicación (...) entre las
series culturales y comunicacionales y las políticas, económicas y sociales, si
algo no esta faltando en América Latina. Si algo no se quedo raudo. Ya sea
(rente a los precarios procesos de integración, crudamente economicistas, casi
olvidados en las agendas de análisis sociocultural... O frente a cantos otros
procesos, que debieran ser el centro o el contexto de la sincronización entre
los tiempos relativamente largos de las investigaciones académicas y los
cortos, reales, del análisis y la acción política.
ANIBAL FORD (1999)
Al iniciarse la década de los
noventa se consolidaron o se aceleraron algunas de las tendencias que venían
anunciándose desde la década anterior, esto es: la mundialización de la cultura
por vía de las industrias culturales, los medios de comunicación y las súper
tecnologías de información (Internet es el ejemplo mas acabado, aunque no el
único); el triunfo del discurso neoliberal montado sobre el adelgazamiento del
Estado y sobre la exaltación del individualismo; el empobrecimiento estructural
y creciente de grandes sectores de la población; descrédito y deslegitimación
de las instancias y dispositivos tradicionales de representación y
participación (especialmente los partidos políticos y los sindicatos).
Estos elementos han significado
para los jóvenes una afectación en:
a) su percepción de la política,
b) su percepción del espacio y
c) su percepción del futuro
Situados en los márgenes de la
sociedad -objetiva o simbólicamente-, los jóvenes, pese a las diferencias (de
clase, de género, de emblemas aglutinadores) parecen compartir varias
características en este fin de siglo, como se ha intentado mostrar con algunos
casos empíricos.
1. Poseen una conciencia
planetaria, globalizada, que puede considerarse como una vocación
intemacionalista. Nada de lo que pasa en el mundo les es ajeno, se mantienen
conectados a través de complejas redes de interacción y consumo, dentro y fuera
de los circuitos del mercado.
2. Priorizan los pequeños
espacios de la vida cotidiana como trincheras para impulsar la transformación
global
3. Hay un respeto casi religioso
por el individuo, que se conviene en el centre de las practicas. Puede decirse
que la escala es individuo-mundo y que el grupo de pares no es ya un fin en si
mismo (corno sucedía en la década de los ochenta), sino una mediación que debe
respetar la heterogeneidad.
4. Existe una selección cuidadosa
de las causas sociales en las que se involucran. Sus protestas tienen
dedicatorias explícitas y van de las grandes transnacionales, a las policías y
gobiernos locales.
5. El barrio, entendido como el
territorio propio, ha dejado de ser el epicentro del mundo y de sus prácticas.
Tránsitos y mutaciones
Cuando los mapas geopolíticos del
mundo se transforman, cuando los Estados nacionales parecen verse desbordados
por un aclarado proceso de globalización y cuando la organización social de la
tecnología parece haberse convertido en un eje central para la definición de
los proyectos sociales de fin de siglo, la pregunta por la conformación de las
culturas
juveniles adquiere una
importancia fundamental, en tanto ellas son portadoras de las contradicciones
constitutivas de unas sociedades en acelerados procesos de transformación.
De que manera los jóvenes están
realizando la idea de nacionalidad, de que maneras articulan sus microuniversos
simbólicos con los procesos globales, de que manera incorporan,
reinterpretandolos, los sentidos culturales objetivados en instituciones,
discursos, productos, de que" manera sus practicas revelan la tensión
entre la tradición y el cambio social.
Se trata de preguntas complejas
que demandan colocarse en el terreno de las practicas sociales, en los
territorios de los jóvenes; pero de otro lado resulta clave no perder de vista
que los jóvenes son actores en el mundo social y no fuera de este, y en tal
sentido, la: agenda de investigación en torno a los jóvenes debe ser capaz de
plantear interrogantes al conjunto de la sociedad. Se trata entonces de
entender las identidades juveniles en el entramado complejo y múltiple de sus
interacciones.
Es importante en este sentido
retomar el concepto propuesto por Mary Louise Prau (1997): "zona de
contacto", en sus estudios sobre las formas de relación y representación
entre las metrópolis colonizadoras y las "periferias". Desde una
perspectiva critica, Prau pone de relieve "que los sujetos se constituyen
en y por sus relaciones mutuas", lo que permite a la autora trascender en
su análisis la dicotomía entre dominantes-dominados y mirar las relaciones en
términos de "copresencia, de interacción, de una trabazón de comprensión y
practicas, muchas veces dentro de relaciones de poder radicalmente
asimétricas". Asumir este enfoque, que afortunadamente empieza a ser una
perspectiva compartida por muchos estudiosos de las culturas juveniles, implica
entender que los jóvenes no están "fuera" de lo social, que sus
formas de adscripción identitaria, sus representaciones, sus anhelos, sus
sueños, sus cuerpos, se construyen y se configuran en el "contacto"
con una sociedad de la que también forman parte.
Proponer la reflexión en estos
términos significa aceptar el desafío que están planteando dos elementos
fundamentales y que pueden considerarse hoy ya como constitutivos apócales:
a) la transformación en las
formas de "ciudadanía",
b) la transformación en la
percepción y, concepción del espacio y del tiempo, operada por los procesos de
globalización.
En lo que toca a la
globalización, hay que señalar que ninguna cultura local, ningún grupo social
puede hoy entenderse al margen de los vínculos, cruces y a veces
yuxtaposiciones entre lo local, lo nacional y lo global. Sin embargo, esta
tríada amenaza con convertirse en un discurso muy cómodo para apelar de manera
genérica y socializadora a un proceso que solo la investigación con arraigo
empírico -que no empirismo- puede ayudar a comprender a través de sus
expresiones y manifestaciones particulares. El mundo como realización de lo
local y lo local como expresión de un mundo múltiplemente conectado, configuran
el escenario complejo de fin de siglo.
El mundo se desterritorializa, es
cierto, con respecto al quiebre de un centre con la periferia, con respecto al
discurso de un mercado que se globaliza, con respecto a Internet y sus redes
virtual es, pero solo para volver a relocalizarse, a reterritorializarse, es
decir a establecer sus nuevas coordenadas de operación.
Quizás uno de los elementos mas
pertinentes de estos procesos en relación con las culturas juveniles es lo que
podríamos denominar "invención del territorio", noción que permita
trabajar la relación entre la reorganización geopolítica del mundo y la
construcción-apropiación que hacen los jóvenes de "nuevos" espacios a
los que dotan de sentidos diversos al trastocar o invertir los usos definidos
desde los poderes.
Por ejemplo, las culturas
juveniles han dotado "a la calle", al concierto o "la
tocada" -como nombran los espacios musicales los jóvenes mexicanos- de una
función política que desborda los espacios formales y legítimamente
constituidos para la práctica de la política. Al dotar a "la esquina"
del barrio de fundones múltiples como escuchar música, discutir cuestiones
publicas, estar juntos, leer poemas y realizar algunas ceremonias colectivas de
consume de drogas, los colectivos juveniles que existen en los ámbitos locales
transforman el territorio en un signo cultural y político que vuelve evidente,
sin la explicitación de la protesta, las exclusiones derivadas de un orden
social que al globalizarse opera un vaciamiento de sentido en el espacio.
Junto con otras categorías
socioculturales de identidad, mujeres e indígenas por ejemplo, los actores
juveniles, al inventar territorios para la acción en una forma de respuesta a
las exclusiones, valores, símbolos y formas de comunicación derivadas de la
globalización y portadoras de sus propios mecanismos de dominación, señalan que
todos estos procesos de escala planetaria no desaparecen el territorio, ni lo
convierten en un "no lugar", a la manera de Auge (1993). El análisis
de las culturas juveniles desde estas lógicas posibilita entender la
reconfiguración de lo local en sus
relaciones complejas (de
resistencia, negociación y conflicto) con lo global.
Quizás uno de los
"lugares" que se ha visto sacudido desde sus raíces por la dinámica
de cruces y cheques entre lo global y lo local sea el de la ciudadanía, que
condensa uno de los debates centrales para la sociedad, hoy: la inclusión
frente a la exclusión.
Mas que abordar en este punto, la
crisis económica y política de la modernidad latinoamericana, sin olvidar estos
factores, resulta fundamental pensar la crisis cultural de la modernidad
latinoamericana, que se ha vuelto mas evidente conforme se vuelven visibles los
actores, las practicas y los procesos, que, en su afán de volverse moderna,
América Latina "olvido", en tamo no cabían en un proyecto de signo
eurocéntrico, masculino, adulto y blanco.
Indígenas, negros, mujeres,
quedaron al margen por su "inviabilidad". Después de sesenta años de
"modernidad" en -la región"63, los excluidos han vuelto al
centro del debate y de la acción, volviendo visible la incapacidad de este
modelo para incorporar la diferencia, sin convertiría en desigualdad.
Los reclamos aparecen en la forma
de mujeres que buscan mayores y mejores espacios de participación, de
movimientos indígenas y éticos que reclaman su derecho a la inclusión desde su
diferencia, en la dramatización con que las culturas juveniles narran su
identidad. Manifestaciones todas de la crisis sociopolítica cuyo núcleo radica
en la cultura, es decir, en la forma en que se construyo el modo de pensar,
mirar y nombrar el mundo.
Las culturas juveniles, algunos
movimientos indígenas y un protagonismo ciudadano creciente, han venido a
cuestionar el poder legitimo de unos Estados autoritarios y a evidenciar las
promesas incumplidas de una modernidad que no ha logrado hacer realidad el
sueño de unas naciones en las que todos caben.
En las practicas irruptivas de
muchos colectivos juveniles, mas allá de la estridencia o el silencio, mas allá
de la resistencia o el conformismo, mas allá de las músicas y los graffitis, lo
que se puede ver es el estallamiento en mil pedazos de ese proyecto político
social que se muestra incapaz de ofrecer alternativas a mas de 200 millones de
latinoamericanos en situación de pobreza.
El modelo clásico y restringido
de la ciudadanía, en sus tres dimensionas: civil, política y social (Marshall,
1365), se ve hoy fuertemente cuestionado por lo que algunos estudiosos, Rosaldo
(1992) por ejemplo, denominan "ciudadanía cultural", para hacer
alusión al derecho a la ciudadanía desde la diferencia. Diferentes analizadoras
socioculturales permiten fortalecer esta idea. Por ejemplo, el movimiento
indígena zapatista del sudeste mexicano, aparecido en 1994, en su fase temprana
planteó varias e importantes ideas, aquella de "para todos, todo, nada
para nosotros" o la consigna de "mandar obedeciendo". Lo que el
movimiento indígena ha logrado, ha sido plantear una idea distinta del
ejercicio del poder. Aparecen en la arena política movimientos no interesados
en la loma del poder, pero si en propiciar otras formas de poder, lo que ha
venido a reconfigurar in idea de una ciudadanía pasiva, a una de carácter activo.
La visibilización se conviene en
nueva estrategia política. La carnavalización de la protesta, la dramatización
de los referentes identitarios, la imaginación para captar la atención de los
medios de comunicación, trastoca las relaciones en el espacio público y señala
la transformación en los modos de hacer política. El Lema de la visibilidad es
un asunto clave en lo que toca a la reconfiguración de las formas
sociopolíticas del mundo.
Las culturas juveniles se vuelven
visibles. Los jóvenes, organizados o no, se convierten en
"termómetro" para medir los tamaños de la exclusión, la brecha
creciente entre los que caben y los que no caben, es decir, "los
inviables", los que no pueden acceder a este modelo y que por lo tanto no
alcanzan el estatuto ciudadano.
De otro lado, no puede dejar de
señalarse la centralidad de la cultura en las sociedades contemporáneas. Lo que
he venido llamando la culturalización de la política, para hacer alusión a la
reconfiguración de los referentes que orientan la acción de los sujetos en el
espacio publico y los llevan a participar en proyectos, propuestas y
expresiones de muy distinto cuno, pone en crisis los supuestos de una política
dura, normativizada y restringida a los "profesionales".
63 Tomando como fecha la década
de los treinta, momento de la "epopeya" modernizadora en el case de
México, Argentina y Brasil.
Es esita idea la que a mi juicio,
puede ayudar a destrabar no solo las agendas de investigación para
universidades y organizaciones sociales, sino de manera fundamental las agendas
para las políticas publicas, para los partidos y las autoridades. Se trata de
señalar aquí, enfáticamente, que no es que los jóvenes sean apáticos, ni estén
ausentes de la participación como quiere hacernos creer cierto tipo de discurso
desmovilizador; y, por supuesto, sin intención de convertir estas paginas en
apología de los jóvenes, puede afirmarse, a través de una ya larga trayectoria
de investigación empírica, que los jóvenes, aunque de manera balbuceante, están
inaugurando "nuevos" lugares de participación política, nuevos
lugares de enunciación, nuevos lugares de comunicación.
Preguntas y articulaciones
A veces parece existir una
especie de reproche a los investigadores que trabajamos desde los colectivos
juveniles y desde sus procesos de adscripción identitaria, cuando nombramos su
identidad a través de una palabra; raztecas, góticos, taggers, punks,
metaleros, etc. Nombres que se interpretan desde las lecturas externas como un
proceso de etiquetación promovido por los propios investigadores. Pero, lo que
se intenta con este tipo de análisis es recuperar el modo en que cada uno de
estos grapes juveniles construye sus propios procesos de autoidentificación.
Son los nombres con los que se
autonombran y cuya diversidad y expansión señala, entre otras cosas, la
fragmentación identitaria entre los jóvenes y la diferenciación de caminos y
búsquedas que emprenden en su intento por domesticar el caos. La pregunta
pertinente, me parece, es si esta fragmentación puede pensarse realmente en
términos de multiculturalidad tanto a escala local como a escala global o,
estamos asistiendo a un proceso de "gheiizacion" de las identidades
que terminará por volver autistas o terriblemente intolerantes a las distintas
agregaciones juveniles, procesos favorecidos tanto por la especialización del
mercado como por el papel que, algunos medios de comunicación están jugando en
el modo de narrar el conflicto social.
Crear las alternativas
Los distintas formas de
agregación juvenil parecen estar reivindicando de manera creciente el valor de
lo local, del conumitarismo y del autoempleo, que no pueden entenderse al
margen de los procesos de globalización, de individualización y del proyecto
económico dominante. En este nivel, por ejemplo, la creación de microempresas culturales
y artesanales, de brigadas que hacen danza, boletines y otras producciones
culturales (como en el caso de los raztecas y punks), obliga a un
replanteamiento en el modo tradicional en que las políticas de juventud
pretenden atender los problemas del empleo. Ante la precarización del empleo,
llamada eufemísticamente "flexibilización", algunas identidades
juveniles parecen encontrar la forma de decirle a la sociedad "yo puedo
reinventar las formas de trabajo".
En este nivel son varias las
preguntas pertinentes. Por ejemplo, la necesaria indagación en relación con las
formas de autoempleo que aparecen entre los jóvenes y que de un, lado hacen
visible el deterioro estructural de los mecanismos de incorporación social,
pero de otro lado, apuntan hacia una "sensibilidad" distinta para
relacionarse con la lógica del empleo formal característica del siglo XX. Hay
ahí una pregunta estructural y una pregunta cultural.
Rituales para, el desconcierto
En el trabajo de seguimiento y
acompañamiento de las formas que asumen las identidades juveniles, la pista en
torno a la socioestética, come como una categoría que permite analizar la
manera en que "la forma" termina por convertirse en fondo. Un
conjunto importante de colectivos juveniles empiezan a buscar maneras posibles
de salir de los circuitos del mercado, entendido aquí como la oferta regulada
de "identidades a la carta".
El vestuario, las marcas
corporales; la apariencia, buscan no solo la expresión libre del cuerpo, sine
la dramatización de algunas de las creencias fundamentales de las que hacen
parte. Muchas de las estéticas juveniles son producto de mezclas, préstamos e
intercambios, que resignifican en una solución de comunidad la contradicción.
En este nivel no basta el trabajo
in situ, es decir no basta "estar ahí", en términos antropológicos
(Geertz. 1997). Se trata también de trabajar con los productos y los procesos
de producción cultural de los jóvenes, para tratar de "escuchar"' que
es lo que están tratando de decir a través de sus músicas, de su poesía, de sus
grafittis., que es lo que están tratando de decide a la sociedad en términos de
configuraciones cognitivas y configuraciones afectivas y especialmente, de
configuraciones políticas.
Los anclajes
Con relación a las rupturas de
las formas de vida socialmente legitimadas, entre los jóvenes, resulta
fundamental no perder de vista las diferencias y similitudes ancladas en la
pertenencia a una clase y a los diferentes estratos socioeconómicos. Las generalizaciones
siempre; resultan peligrosas y en sociedades tan jerárquicamente clasistas como
las nuestras, este componente sigue jugando un papel clave a la hora de la
conformación de las identidades sociales. De que jóvenes estamos hablando,
donde están sus anclajes profundos y sus anclajes situacionales.
Fuerzas y tensiones
El estudio de las concreciones
empíricas que asumen las diferentes-grupalidades juveniles permite no solo el
análisis "fino" de representaciones y prácticas diferenciadas. Las
expresiones juveniles, señalan, de diferentes maneras, que la globalización no
es solo un fenómeno de carácter económico o un proceso que paso solamente por
los grandes medios de comunicación. No se puede tampoco apelar, simplistamente,
a una explicación por la vía del "contagio cultural".
Si hay algo que parece
caracterizar a los movimientos sociales del tercer milenio es la tensión entre
dos fuerzas aparentemente antagónicas. La metáfora gravitacional puede ser útil
aquí. Una primera fuerza "centrípeta" (la que mantiene a los cuerpos
girando alrededor de un centre) se manifiesta en el constante retorno a un
pasado que se extravió en alguna parte del camino; los movimientos
ambientalistas, algunos movimientos indigenistas y varios movimientos
juveniles, se moverían "atraídos" por "el centro" que puede
representar la refundación del pasado.
De otro lado, una fuerza
centrifuga (la que aleja a los cuerpos del centro hacia la tangente), estaría
expresándose en los movimientos de repliegue, de automarginación frente a un presente
que se percibe caótico y sin opciones. La denegación de la política altamente
política, de la que habla Beck (1999), puede entenderse muy bien en estos
movimientos desde los márgenes.
Estas tensiones no se
corresponden con los movimientos conservacionistas y tampoco con el
individualismo narcisista de la era posmoderna. El asunto es complejo y escapa
a la etiquetación ideológica en estos tiempos en que el sentido no tiene
domicilio fijo.
No hay demasiadas certezas pero
los nuevos habitantes de la aldea global no parecen encontrarse demasiado
cómodos en el tiempo-espacio del presente, y lo hacen sentir.
El que numerosos colectivos
juveniles (y muchos movimientos sociales), retomen a los temas indígenas, a los
temas de la negritud, al de las minorías inmigrantes o a la nación fundacional,
como el caso de las identidades chicanas en los Ángeles que han acunado para
esa ciudad el nombre la "Nueva Azulan" (según algunas teorías, Azulan
es el nombre original de México), plantea una pregunta con mayúsculas. Procesos
que pueden verse como una búsqueda de referentes, de certidumbres, de lugares
de anclaje. Ante la velocidad, el deterioro de los emblemas aglutinadores y la
disputa planetaria por la conquista de una nueva hegemonía capaz de reacuerpar
a la sociedad, los jóvenes, ¿buscarían en el "origen" y en los
"márgenes" elementos para explicar el presente y proyectar el futuro?
En el proceso de blanquización de
varias de las sociedades modernas latinoamericanas, el patrimonio del origen
quedo como un pasado glorioso, que había que superar; en la adopción de un
modelo en el que se dio una fuerte tendencia a borrar todo aquello que impedía
el avance hacia esa modernidad de escaparate, hubo grandes perdidas. Hoy,
actores históricamente excluidos de esos procesos de modernización, ciudadanos
de tercera y quinta categoría, intentan recuperar ese pasado, a veces, de forma
democrática; a veces, con ciertos regresos autoritarios o románticos. Pero no
deja de resultar paradójico que en plena era de la "sociedad red" de la
"aldea global" y de la llamada "sociedad postindustrial, se
busque el sentido del presente en el pasado y el sentido del lugar en el
afuera.
Por ello, la relación. entre lo
local y lo global implica como reto para la investigación, la capacidad de
movimiento, de desplazamiento veloz y de atención concentrada en los distintos
espacios que se convienen en lugares de altísima densidad significativa para
pensar la sociedad. Estoy convencida de que uno de esos lugares es el de los
territorios juveniles.
El "síndrome Giuliani"
y los medios de comunicación
Los jóvenes -aunque, por
supuesto, no de manera exclusiva- se han convertido en los destinatarios de un
autoritarismo que tiende a fijar en ellos de manera obsesiva los miedos, la
desconfianza, las inquietudes que provoca hoy la vulnerabilidad extrema en
diversos ordenes sociales.
La "doctrina Giuliani"
exportada al mundo desde Nueva York a partir de 1993. ha colocado en el ojo del
huracán a los jóvenes de los sectores populares. "Tolerancia cero",
como se denomino en NY la campaña policíaca para combatir el pequeño crimen,
bajo el supuesto de que quien rompe una ventana o hace un graffiti es capaz de
volar un edificio en pedazos, no solamente ha impactado a los gobiernos del
continente en sus "programas" de combate a la violencia, sino que
además, de manera tenia pero eficiente, se ha instalado en el lenguaje de los
medios de comunicación (la televisión, principalmente) para actuar como caja de
resonancia de un imaginario al que le sobran miedos y le faltan chivos
expiatorios. El tratamiento informativo que se hace de la nota en general y en
particular cuando se habla de los jóvenes, esta lleno de calificaciones y
estigmatizaciones, que fomentan-generan una opinión publica que tiende a
justificar el clima de violencia policíacos y de constantes violaciones a los
derechos humanos.
La configuración de los miedos
que la sociedad experimenta ante ciertos grupos y espacios sociales tiene una
estrecha vinculación con ese discurso de los medios que, de manera simplista, etiqueta
y marca a los sujetos de los cuales habla. Mediante estas operaciones, ser
joven equivale a ser "peligroso", "drogadicto o
marihuana","violento"; se recurre también a la descripción de
ciertos rasgos raciales o de apariencia para construir las notas. Entonces, ser
un joven de los barrios periféricos o de los sectores marginales se traducen en
ser "violento", "vago", "ladrón",
"drogadicto", "malviviente" y "asesino" en
potencia o real.
Se refuerza con esto un
imaginario que atribuye a la juventud el rol del "enemigo interno" al
que hay que reprimir por todos los medios.
Estamos aquí ante una especie de
"transferencia" de responsabilidades. Al tratar la violencia, la
falta de seguridad, el incremento de la delincuencia, sin contextos
sociopolíticos, se hace aparecer a los sectores marginales, a los pobres de la
sociedad, especialmente los jóvenes, como los responsables directos de la
inseguridad en las ciudades y esto, de nueva cuenta, favorece el clima de
hostigamiento y represión y otra vez, la justificación de las medidas legales e
ilegales que se emprenden en contra de estos actores.
De ahí que el saldo de los
acontecimientos, arroje como balance una esquizofrénica dicotomía ente
"muertos buenos" y "muertos malos", o peor aun
"muertos olvidables". Las noticias de hechos de violencia en contra
de jóvenes" se convienen en algo natural, normal, pasan a segundo piano,
se olvidan. Y con esta amnesia se contribuye a la aceptación de la impunidad, a
la tolerancia infinite que no es capaz de ponerle un freno a la violencia
provenga de donde provenga.
La multidimensionalidad de las
violencias que han estallado en este último tramo hacia el tercer milenio, las
vuelve difícilmente asibles y por lo tanto difícilmente representables. El
mecanismo mas sencillo es el de recurrir a un "chivo expiatorio" a
quien pasarle las facturas. La contribución que en esto realizan buena parte de
los medios de comunicación por omisión o por acción, es indudable.
Cuando las instituciones
políticas han caído en el descrédito y deslegitimación, cuando la autoridad se
muestra incapaz de dar respuestas eficientes a los problemas de las
comunidades, cuando la sociedad no encuentra cauces de participación, es fácil
que los medios dejen de ser precisamente eso, "medios", y se conviertan
en actores de peso complete que se erigen en jueces, en árbitros, cuyas
construcciones del acontecer tienen efectos reales sobre la sociedad
contemporánea.
Se trata de una bola de nieve,
mientras impere un imaginario que atribuye a ciertos actores sociales unas
características que justifiquen las razzias eufemísticamente llamadas
"operativos antipandillas", mientras se consienta la violencia
institucionalizada u otras, mediante mecanismos discursivos que la expliquen
por su vinculación con algunos constitutivos identitarios (la religión, el
color, la raza, la edad, el sexo), mientras impere entre gobernantes y
gobernados una relación de miedo y desconfianza, no será posible avanzar en el
diseño de principios reguladores que la sociedad requiere para enfrentar los
desafíos que le plantea la magnitud de la crisis que atraviesa.
Hay, en la triple relación:
políticas públicas de combate a la delincuencia, el discurso y los dispositivos
de los medios de comunicación y los imaginarios colectivos, una agenda de
investigación urgente en tanto ella puede ayudar a repensar los modos de la
ciudadanía juvenil.
Ciudadanías, un relato posible
La irrupción en la escena
política de las dimensiones de la vida privada y cotidiana y la visibilización
creciente del discurso de la diferencia cultural como un componen-te
indisociable -de las democracias modernas, han hecho estallar las concepciones
clásicas de ciudadanía, que ha reconocido básicamente tres dimensiones: la
civil, que garantiza los derechos civiles y las libertades personales para los
miembros de un territorio delimitado; la política, que busca garantizar el
derecho al sufragio y a la participación y, finalmente; la social (que aparece
asociada al fortalecimiento del Estado de bienestar), referida a los derechos
al bienestar y vinculados a la política social del Estado-nación (Marshall
1965).
Estas tres acepciones conciben la
ciudadanía como un status o situación legal (Ramírez, 1998), Lo que importa
destacar aquí es que son los movimientos sociales en su compleja heterogeneidad
los que han venido a señalar la insuficiencia de una conceptualización pasiva
en la que la ciudadanía parece una graciosa concesión de los poderes y no, como
de hecho esta demostrando ser, una mediación fundamental que sintetiza o
integra las distintas identidades sociales que el individuo moderno puede
actualizar (mujer, indígena, negro, profesional, consumidor, espectador, joven,
publico, ho-mosexual, etc.), para participar con derechos plenos en una
sociedad.
El debate en lomo a la ciudadanía
es hoy día uno de los mas vigorosos, tamo en los foros sociopolíticos como
académicos, y ello se explica, en parte, por la necesidad de renombrar un
conjunto de procesos de incorporación y reconocimiento social que no se agotan
en la pertenencia a un territorio, en el derecho al voto y a la seguridad
social, sino que de manera creciente se articulan a la reivindicación de la
diferencia cultural como palanca para impulsar la igualdad. Se debate ya una
cuarta dimensión de la ciudadanía, "la cultural" (Rosaldo, 1992),
dimensión que se ha hecho visible en las luchas políticas de minorías y
excluidos de los circuitos dominantes, en las que el reconocimiento de la
pertenencia a una comunidad específica, con los derechos y obligaciones que de
ello se derivan, es la demanda central £ la que se integran las otras
dimensiones, sin anularlas ni contradecirlas.
En el contexto latinoamericano,
donde la política social y las políticas publicas para los jóvenes se
restringen, en el mejor de los casos, al ámbito de la educación formal o
capacitación, a la salud y el depone, este resulta un tema complejo. Algunas
investigaciones empíricas han señalado que los jóvenes son especialmente
sensibles a este tema. Quieren participar pero no saben como colocarse ante una
sociedad que los exalta y los reprime simultáneamente.
Cuando se indaga en su discurso,
lo que va apareciendo es un conjunto de "prácticas sin nombre", es
decir, la casi imposibilidad para ellos mismos de nombrar su pertenencia
ciudadana. Ello me ha llevado a formular la hipótesis de que para la mayoría de
los jóvenes, la ciudadanía se define en la practica , se iría de una concepción
activa que se define en el hacer: "si estudio o trabajo (en lo que sea),
hago una revista cultural o loco en un grupo, soy ciudadano", en cambio,
"si no aparezco en lisias (de admisión a las instituciones de educación) o
no consigo trabajo, la policía me reprime o carezco de espacios de expresión,
no soy ciudadano".
Así, la ciudadanía aparece
directamente vinculada al eje de la inclusión-exclusión. Y, además de las
condiciones objetivas que la soportan (instituciones, políticas, servicios,
normas) tiene un componente afectivo importante que se expresa en "nuevas
sensibilidades" (Martín Barbero, 1998), que reorganiza los saberes tradicionales
en un contexto de incertidumbre para ponerlos a funcionar, a veces con un
sentido pragmático, a veces critico, con el objeto de ganar espacios de
inclusión y participación.
Resulta difícil captar los
distintos significados, tradicionales y emergentes con que los jóvenes dotan de
sentido a la ciudadanía: la ciudadanía como el ámbito de los derechos civiles
(tribunales, leyes, impartición de justicia); La ciudadanía como ámbito de los
derechos políticos (democracia formal, democracia representativa y democracia
directa); como ámbito de los derechos sociales (servicios de seguridad social,
educación, derecho al empleo); como ámbito de los derechos culturales
(inclusión reconocimiento de su identidad diferencial)
Captar estos sentidos permitirá
avanzar en la intelección de la distintas formas en que los jóvenes participan
real o virtualmente en el espacio social.
Si la ciudadanía se define en el
hacer, son las practicas el territorio privilegiado para explorar la
participación juvenil, que no puede restringirse, por las razones que se han
discutido, a los ámbitos explícitamente formales. En la complejidad de sentidos
con que los jóvenes habitan el espacio publico, radican pistas para entender el
futuro en nuestras sociedades.
Si, de un lado, es fundamental
reconocer (y aplaudir) los signos de una sociedad civil en plena
emergencia;" de otro lado, se requiere de un optimismo cauteloso que
permita hacer la critica de las formas de socialidad contemporánea. La
dificultad estriba en que el
movimiento no se detiene para esperar pacientemente a que pensemos; hoy mas que
nunca la sociedad requiere de la habilidad para establecer las regias de juego
en el propio juego. Por lo pronto, es urgente una investigación que penetre
hermenáuticamente los mundos y los modos de la vida de las culturas juveniles,
como condición para el impulso de ese proyecto político sin el cual la
diferencia y la diversidad son meros instrumentos retóricos de la dominación y
caldo de cultivo para la(s) violencia(s).
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